Los resultados del referéndum del 20 de febrero son tan claros como discordantes con las valoraciones que comienzan a proliferar de quienes, continuando la mascarada que presidió esta campaña refrendataria, manifiestan su satisfacción por los resultados cosechados por el SI o por el NO. Este 20 F ha sido la convocatoria con menos participación de […]
Los resultados del referéndum del 20 de febrero son tan claros como discordantes con las valoraciones que comienzan a proliferar de quienes, continuando la mascarada que presidió esta campaña refrendataria, manifiestan su satisfacción por los resultados cosechados por el SI o por el NO. Este 20 F ha sido la convocatoria con menos participación de todas las realizadas en España. Más del 70% del electorado no apoyó la ratificación de este tratado, aunque el 90% de los parlamentarios y grupos políticos de las cortes españolas SI lo defendía y defiende. No lo apoyaron a pesar de la intensa campaña desplegada por los partidos y sindicatos mayoritarios, el empresariado, los medios de comunicación y otros poderes fácticos, marcada por la ausencia de debate (y veracidad) sobre el contenido real de este tratado y por las múltiples cortapisas y censuras institucionales a los partidarios del NO..
Pero esta consulta tramposa (no fue un referéndum sino una consulta no vinculante para una ratificación ya decidida y aprobada en otros ámbitos, y tampoco versaba sobre una supuesta «constitución europea» sino sobre un tratado de cesión de soberanía nacional) no puede valorarse como si se tratara de unas elecciones más, puesto que el abanico de opciones se limitaba a una, siendo dispares e incluso antagónicos entre sí los discursos de los diversos partidarios del SI o del NO.
Lo que muestran los resultados del 20 F es, por tanto, un claro fracaso de las instituciones políticas y sociales institucionalizadas, comenzando por el propio gobierno de Zapatero, erigido en los pocos meses que lleva en el poder en el más firme defensor y acatador de las directrices emanadas de Bruselas. Fracaso no sólo por la incapacidad para movilizar al electorado y hacerlo favorablemente a sus propuestas sino también, en primer lugar, por la divergencia manifiesta entre éstas y una amplia mayoría social.
Para los y las implicados en la campaña por el NO al tratado constitucional, sin duda los resultados del 20 F abren nuevas y esperanzadoras perspectivas políticas, pero que ni son ni pueden limitarse, como parece estar ocurriendo, a la denuncia testimonial de «ilegitimidad» o a la «insumisión». Porque el proceso de ratificación de este tratado, que no ha hecho sino empezar a escala europea, ni comienza ni puede terminar con la expresión en las urnas. La ofensiva política, social y económica que este tratado pretende cristalizar tras su ratificación en el 2007 se viene produciendo ya desde hace muchos años y aun continúa creciendo, como muestran en nuestro país las movilizaciones de los trabajadores y la juventud que se vienen produciendo a propósito de un amplio abanico de cuestiones.
Porque, en definitiva, este proceso de ratificación de las políticas e instituciones europeas constituye hoy el eje central de la lucha de clases que concentra, por un lado, un ambicioso intento del imperialismo de disciplinar y de articular los intereses de las burguesías nacionales y del capital trasnacional (mayormente norteamericano) en torno a un «supra-estado» de las multinacionales y oligarquías. Y, por la otra parte, las crecientes resistencias frente a este proyecto y a estas políticas de los trabajadores y sus organizaciones, tal como apuntan las masivas movilizaciones en defensa de los derechos sociales, de las pensiones y la protección social, de las infraestructuras y servicios públicos, realizadas en Francia, Italia, Alemania, Reino Unido o España.
La derrota cosechada en las urnas por las instituciones políticas y por las cúpulas de los partidos y sindicatos mayoritarios implica o debe implicar, para quienes defendemos que la democracia y las libertades son incompatibles con el actual régimen de monarquía parlamentaria y con La UE, un nuevo acicate para la unidad de los trabajadores y sus organizaciones de clase a escala nacional y europea.
Desde Reencuentro Comunista, por tanto, llamamos a nuestros camaradas, muchos militantes de IU y del PC, a este esfuerzo por recuperar los sindicatos de clase como única salida para hacer frente a la ofensiva de la Europa del capital y la guerra, y para contribuir al desarrollo de un referente político de la clase trabajadora en nuestro país.