Estaba cantado. Desde hace meses Scotland Yard reconocía que, a pesar del celo policial, con más de 600 detenidos por presunta vinculación con grupos teocráticos totalitarios, vaga y comúnmente conocidos como Al Qaeda, a la «seguridad» británica le iba a ser imposible evitar un atentado. Y así ha sido. Los previsibles y casi anunciados atentados […]
Estaba cantado. Desde hace meses Scotland Yard reconocía que, a pesar del celo policial, con más de 600 detenidos por presunta vinculación con grupos teocráticos totalitarios, vaga y comúnmente conocidos como Al Qaeda, a la «seguridad» británica le iba a ser imposible evitar un atentado.
Y así ha sido. Los previsibles y casi anunciados atentados han sido gestionados desde el principio siguiendo un protocolo por el cual los efectos sociológicos y psicológicos que debían generar eran atenuados por un blindaje informativo escrupuloso. La anestesia de las sociedades del Norte, que permite la demencial gestión política internacional post 11-S, o sea la «lucha preventiva contra el terrorismo internacional», así, en genérico, o sea masacrando Irak, Afganistán, o reforzando despóticos gobiernos como el egipcio, el saudí, el marroquí…, está garantizada. Mañana será otro día, y hasta la próxima.
La vulnerabilidad de los meganúcleos urbanos contemporáneos, y la sencillez operativa con la que hoy día es viable asestar un golpe estructural (económico, sociológico y político) en el corazón del orondo Occidente globalizador del «menos malo de los sistemas que ha conocido la Humanidad», o sea, el neoliberalismo anglófono, es patente en todos y cada uno de los ataques habidos desde el 11-S. Esta es la fuerza que trata de vertebrar un equilibrio estratégico entre la todopoderosa, o casi, potencia político-militar-económica occidental y las resistencias a ésta, en este caso protagonizada y monopolizada por los fanáticos y minoritarios grupos teocráticos totalitarios islámicos.
Ese sangriento pulso busca por una parte la asunción por todo el planeta de las pautas de vida y el modelo neoliberal anglófono de modo inenegociable o la resistencia a ello y la superación de los agravios sistemáticos que desde hace más de una década generan en el mundo islámico el doble rasero occidental ante la cadena de despropósitos criminales que ha vivido diariamente buena parte de dicho mundo, desde Palestina a Chechenia pasando por Irak o Argelia.
Tras el 11-S, Occidente estaba impactado. Argumentar sobre las razones que lo generaron era hacer apología del «terrorismo islamista». Durante el 11-M, dudar de la autoría de ETA era criminalizado y linchado. El 7-J es diferente. A pesar de que probablemente sea mucho más terrible que lo que nos han contado hasta ahora, está superado, nos hemos acostumbrado a la sangre, y si no la vemos mejor. Explicar las razones del por qué de la masacre (por cierto en Irak el 7-J también ha habido atentados con muertos) da igual, porque nos hemos acostumbrado. La rutina sigue, la vida continua, «lo sentimos» por los que «les ha tocado» y la guerra en Irak y la tortura en Arabia Saudí ¿por ejemplo? siguen, eso sí mientras aquí continúan las rebajas. Amortiguar los efectos de la guerra en nuestras sociedades es el objetivo, por eso tras 12 horas de los atentados, sabemos poco o nada.