El pasado 8 de enero, a propósito de la muerte de Enrique Pérez y Pérez, exgeneral y siempre agente de la CIA, muchas personas citaron el Obituario con hurras, despedida en versos compuesta por Mario Benedetti, apropiada para decir adiós a un canalla en cualquier zona del planeta.
En febrero, la noticia de que Salvador Lluberes Montás, Chinino, fue asaltado y golpeado (en la residencia que ocupa en el aristocrático complejo turístico Casa de Campo), se comentó escasamente y salió de los titulares con extraña rapidez. Desacreditados comentaristas la utilizaron para sacudirse una parte del lodo que los cubre y pronunciaron frases como “asustaron al asustador”. Obviamente, dirigir palabras de solidaridad a ese personaje es asumirse como peón de la podredumbre.
En la despedida con versos punzantes al nonagenario Pérez y Pérez, pesó la condición de creador de la Banda Colorá, grupo criminal que mató a muchos jóvenes, y su trayectoria de represor al servicio de la Agencia Central de Inteligencia, CIA, entrenado por criminales como Dan MItrione; pero tuvo enorme influencia, como hecho específico, su cuota de responsabilidad en el asesinato del periodista Orlando Martínez Howley, perpetrado el 17 de marzo de 1975.
En la negativa, incluso de las figuras más desacreditadas, a identificarse con la desgracia de Chinino, el asesinato de Orlando Martínez ha sido determinante.
Joaquín Balaguer, en defensa de su propio nombre, utilizó su preeminencia en el sistema político para impedir que Chinino fuera juzgado en el año 2000, y lograr que solo fueran condenados quienes se presentaron como autores materiales del asesinato de Orlando Martínez (Joaquín Pou Castro, Mariano Durán Cabrera, Rafael Alfredo Lluberes Ricart y Luis Emilio De la Rosa).
En el año 2000, el padecimiento de cáncer prostático fue usado como alegato en la versión de que Chinino no soportaba ser sometido a juicio. Veinte años después, sobrevivió a un asalto. ¿Qué decir? Solo que no es la única evidencia de que la podredumbre es mucha y la herencia de Balaguer ha sido readaptada y modernizada por sus continuadores. ¡Qué asco!
EL COMPROMISO
Han pasado 46 años desde que la sangre del periodista y militante del Partido Comunista Dominicano fue derramada en una de las calles de la zona universitaria en la tarde del 17 de marzo, pero el compromiso con la verdad es esencial y, por tanto, no envejece.
Falleció hace 10 años Ernesto Cruz Brea, quien llevó material de lectura a la reunión de generales en que Chinino y sus colegas acordaron dar muerte al periodista, falleció Joaquín Pou Castro, falleció nonagenario Pérez y Pérez, y es más larga la lista de enviados al pasado y de entierros sin honores.
Chinino, anciano y probablemente enfermo, carga la condena moral y ha constatado que su nombre genera rechazo. La influencia de Balaguer evitó la condena judicial, mas no pudo desviar el lastre que, impasible, ensucia su figura.
Hasta el 17 de marzo de 1975, Orlando Martínez denunció la podredumbre. Segada su existencia, se ha convertido en símbolo de lucha por la verdad y en ícono del ejercicio ético del fascinante oficio de periodista.
Hoy, cuando los medios controlados por el gran capital apañan la podredumbre y el sistema político ha logrado comprometer a periodistas que se autodefinen como independientes en la defensa de la figura de un presidente como Luis Abinader, elitista, millonario y con evidente vocación de jefe autoritario, rendir homenaje a Orlando es denunciar a la derecha corrupta que segó su vida.
Sobre los exponentes de esa derecha, los viejos y los nuevos beneficiarios de la impunidad, del saqueo y del gatillo alegre, está cayendo el lastre que, inevitablemente, salpica a quienes apañan el abuso contra las mayorías, pues ese lastre traspasa los disfraces.