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Costas Lapavitsas, Carlos Sánchez Mato, Jesús Rodríguez, Amaia Pérez Orozco y Yolanda Fresnillo debaten sobre un Plan B para Europa

Otra economía contra el austericidio

Fuentes: Rebelión

La economía se halla en 2016 al borde de una crisis global. El crecimiento de los BRICS -sobre todo China- se ralentiza, la capacidad de las políticas monetarias muestra señales de agotamiento en Estados Unidos y Europa, y los bancos de países como España o Italia (también algunas entidades financieras germanas) exhiben serias grietas. Sin […]

La economía se halla en 2016 al borde de una crisis global. El crecimiento de los BRICS -sobre todo China- se ralentiza, la capacidad de las políticas monetarias muestra señales de agotamiento en Estados Unidos y Europa, y los bancos de países como España o Italia (también algunas entidades financieras germanas) exhiben serias grietas. Sin crecimiento económico y con elevadas tasas de desempleo, ¿hacia dónde transita la Unión Europea? ¿Qué medidas puede plantear la izquierda? El Plan B contra la austeridad y por una Europa democrática, presentado entre el 19 y el 21 de febrero en Madrid, ha ofrecido respuestas y sentado las bases para un movimiento amplio contra el neoliberalismo en la UE.

El punto de partida en el análisis ha de situarse en la deriva del gobierno de Syriza, que, según el profesor de Economía en la School of Oriental and African Studies (SOAS) de la Universidad de Londres y exdiputado de la citada formación griega, Costas Lapavitsas, «capituló, fue derrotado y al final adoptó el programa de la oposición». ¿A qué causas responde este «giro» del ejecutivo de izquierdas? Lapavitsas considera que la estrategia era «incorrecta» desde un principio. No se entendió que la única fuente de liquidez en la UE es Draghi y el BCE, por tanto, si un gobierno progresista intenta aplicar iniciativas «radicales», el presidente del BCE cortará la línea de financiación. Además Syriza se olvidó de en qué consiste la democracia cuando accedió al poder, opina Lapavitsas: «Tsipras y sus amigos se olvidaron del partido, sólo existían el gobierno y el grupo parlamentario». Cuando se produce esta merma de la sustancia democrática, «el líder del partido hace lo que quiere». Algunas consecuencias de la involución rozan la tragedia: «Grecia no es un estado soberano, ni posee soberanía internacional; hay delegados de la Troika en todos los ministerios, que deciden aquello que se puede hacer».

En el foro «¿Una economía para construir otra Europa?» celebrado dentro de las jornadas por un Plan B, Costas Lapavitsas ha planteado que Syriza ha sido un partido «oportunista» que actuó de acuerdo con la siguiente estrategia: «Vamos a llegar al gobierno y a ver qué ocurre después», es decir, la formación izquierdista «no tenía un programa claro». Por eso, el Plan B que proponen las organizaciones sociales y los partidos de izquierda debería apostar por la claridad en el mensaje, y considerar que Europa es hoy una «jerarquía», donde «los países grandes dominan a los pequeños y Alemania (los bancos de este país y sus intereses nacionales) se sitúan en la cúspide». Es más, la configuración actual del poder en la UE es «irreformable», también para la izquierda. En ese marco tan estrecho, el punto esencial de un plan «alternativo» debería consistir en «reforzar la soberanía». «No hay democracia sin soberanía popular, en el contexto actual no queremos más Europa», subraya el economista heleno.

Asimismo ha señalado en el foro del Plan B algunas propuestas para la construcción de otra Europa. Por ejemplo, no abonar la deuda o considerar, tomando como punto de partida la soberanía de cada estado, la manera de pagarla; además recuperar la soberanía monetaria (en manos de Draghi), es decir, un rotundo «no al euro», subraya el profesor de Economía; un plan B tendría que retornar a la soberanía fiscal, comercial («lo que no implica un cierre de fronteras»), en el empleo y la producción (sobre todo agrícola e industrial). El autor de «Crisis en la Eurozona» y «Contra la Troika» ha aclarado, por último, que la soberanía (popular) no es encaminarse por una senda nacionalista.

La deuda se cierne, todavía hoy, como un dogal sobre las economías de la periferia europea. Los movimientos sociales reivindican auditorías ciudadanas para considerar qué parte de la deuda es «ilegítima» y, en consecuencia, no pagarla. Pero otras voces (oficiales) prefieren una «reestructuración», con el fin de hacer la deuda «sostenible» y que se garantice el cobro a los acreedores. La «reestructuración» simplemente significa «que tenemos un problema de liquidez, pero que aceptamos el modelo; sin embargo nosotros no queremos pagar la deuda», aclara Yolanda Fresnillo, miembro de la Plataforma Auditoría Ciudadana de la Deuda (PACD). Tampoco la «reestructuración» tiene en cuenta que el sistema reproduce las crisis de deuda, que actualmente amenazan a países como Brasil o Mozambique». «La izquierda ha de quitarse los miedos de encima y plantear el impago», enfatiza la activista y coautora del libro «Qué hacemos con la deuda». La medida tendría que ir acompañada, a juicio de Fresnillo, por otras como la soberanía energética y alimentaria, la defensa de los cuidados (desde una perspectiva anticapitalista) y un nuevo sistema fiscal (no una reforma).

El economista y diputado de Podemos en el Parlamento andaluz, Jesús Rodríguez, parte de la crisis actual del sistema capitalista, que considera «no resuelta y de difícil solución». Porque a su juicio sería un error enfrentar una economía financiera «perversa» con otra economía productiva «buena», de hecho, «los desmanes de la hiperfinanciarización tienen como fundamento la crisis del capitalismo productivo, que muestra grandes dificultades para reproducir su tasa de beneficio. Rodríguez ha defendido en el foro del plan B una transición postcapitalista, aunque reconoce el actual «eclipse de experiencias». Fracasaron proyectos que se denominaban «emancipatorios», y sin un horizonte socialista en la gente común «hay que ver cómo estas ideas se reformulan». En los países del Sur, las alternativas han de dar respuesta al paro y la calidad del empleo, tal como demandan los sectores más golpeados por la crisis. «Incluso Ciudadanos habla de un Nuevo Modelo Productivo, en otros casos se pide un Plan de Emergencia Social».

Rodríguez ha señalado algunas medidas que apunten a una transición postcapitalista, y que permitan ir configurando un nuevo «bloque histórico». Por ejemplo, la obtención de recursos por el impago de, al menos, una parte de la deuda o mediante una reforma fiscal. También habría que concretar medidas para poner trabas a la fuga de capitales que se produciría de inmediato; analizar si se dejan o no quebrar los bancos y qué proporción del ahorro se rescata; determinar además que el modelo financiero ha de ser público, lo que implica un control social sobre el ahorro. Pero, matiza el economista, una banca pública no debería limitarse a concentrar los pequeños ahorros, frente a unas grandes entidades privadas que acumularan el grueso de los depósitos. A la nacionalización de los sectores energéticos se añadiría la transición hacia un modelo sostenible, que requeriría de una fuerte inversión pública pues «ningún oligopolio estaría dispuesto a hacerlo». Otra idea lanzada por el economista de Podemos es la emisión de dinero público con el fin de pagar la deuda, pero la iniciativa se toparía con el corsé de la moneda única europea.

Su aparato conceptual no incluye el PIB, el crecimiento económico o las tasas de productividad. La economista e investigadora ecofeminista, Amaia Pérez Orozco, subraya la necesidad de otros modelos para construir otra vida en común. «La economía no son flujos monetarios, ni lo que sucede en los mercados, sino procesos para sostener la vida». El paradigma dominante se fundamenta en un sumatorio de individualidades, es decir, personas empresarias de sí mismas que incluso niegan la ecodependencia. Amaia Pérez-Orozco se muestra partidaria de romper con los tótems del sistema socioeconómico actual, como la generación de empleo o el «estado de bienestar». Defiende un «decrecimiento ecofeminista y por la vida en común». Si se proponen medidas de transición, la economista defiende aquellas que emanan «del vientre de la bestia», como desprecarizar la vida (no el mercado de trabajo) y no debatir en términos de empleo, consumo y calidad de vida, sino de cómo desmercantilizar las necesidades vitales. Pone el ejemplo de los hogares, que son el «colchón» del sistema actual, y en el que se produce el 50% del tiempo de trabajo para garantizar las sociedades occidentales. «Habría que democratizar los hogares».

¿Por qué es tan importante desmercantilizar los bienes esenciales, como el agua o la energía? Porque es «un torpedo en la línea de flotación de un trasatlántico a la deriva», sostiene el concejal de Economía y Hacienda en el Ayuntamiento de Madrid, Carlos Sánchez Mato. En este consistorio, explica el economista, se establecieron criterios en la normativa de contratación pública para evitar que el precio fuera el criterio absoluto. «La oposición ni siquiera se ha dado cuenta de lo que este tipo de medidas significan, del potencial que adquieren». Sánchez Mato subraya que no se trata, hoy, de retornar a situaciones previas, ni siquiera de observar la financiarización sólo como un «proceso alocado». Considera un diagnóstico erróneo referirse a «determinados excesos» del sistema y un «inmenso fracaso» la vuelta al productivismo. «¡Ojalá tuviéramos sólo un problema monetario y financiero!», exclama el coautor del libro «¡Banca pública, rescatemos nuestro futuro!». Lo fundamental, considera, es llegar a que el sistema de ahorro lo gestione y controle la ciudadanía. Por último, los procesos de transición y cambio no estarán exentos de conflicto, advierte. «Habrá grandes resistencias a dejarse quitar aquello que previamente han expoliado», remata el regidor.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.