Para hablar de la situación de la prensa en Honduras ante su asamblea anual de Buenos Aires, los directivos de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) han invitado al editor multimillonario de dos diarios hondureños, Jorge «Pepsi» Canahuati Larach, uno de los actores más exaltados del golpe fascista del 28 de junio, al lado de […]
Para hablar de la situación de la prensa en Honduras ante su asamblea anual de Buenos Aires, los directivos de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) han invitado al editor multimillonario de dos diarios hondureños, Jorge «Pepsi» Canahuati Larach, uno de los actores más exaltados del golpe fascista del 28 de junio, al lado de Roberto Micheletti y de los jefes militares,
Según la agencia española EFE (cuyos servicios compra) Canahuati dijo que su país vive «un lamentable deterioro de la libertad de expresión, sobre todo después del 28 de junio», fecha del golpe de estado. Según el mismo cable, el empresario también comentó que los medios sufren ataques de los «dos bandos en conflicto, particularmente, de los seguidores de Zelaya».
Canahuati es dueño para Honduras de la marca Pepsi y de las franquicias de
Pizza Hut, Kentucky Fried Chicken, Seven Up, Teem, Enjoy, Adrenaline, Gatorade, Quanty, Be-Light, Link, SoBe Energy, y (el té) Lipton.
También es una eminencia del Partido Nacional cuyo candidato es «favorito» para las elecciones golpistas del 29 de noviembre, organizadas por el régimen.
Al margen de tanta actividad Canahuati es propietario de El Heraldo y La Prensa, dos de los principales del país centroamericano, portavoces virulentos de la dictadura de Micheletti y detractores frenéticos de la restitución del Presidente Manuel Rosales.
Sus titulares celebran como actos patrióticos a los crímenes de la policía y de los militares cuando disparan contra manifestaciones y retoman denuncias de las fuerzas progresistas publicadas por grupos neonazis sudamericanos tales como UnoAmérica..
En un gesto aberrante de parte de quienes se quedaron tan amarillos desde los trágicos acontecimientos de Tegucigalpa como lo fueron en el 2002 con el golpe de Caracas, el «análisis» de Canahuati fue seguido de una moción del editor José Molina, de la llamada «Comisión de Libertad de Prensa» de esta organización en la cual se expresó discretamente un repudio a un régimen ya condenado con unanimidad en el mundo.
Tal farsa se había ya producida hace poco: al presentar sus premios anuales este 1ro de julio último, la SIP presentó como patrocinador de su «Premio Derechos Humanos», la Organización Publicitaria, S.A., de San Pedro Sula, Honduras, editora golpista también propiedad de Canahuati.
La SIP como sistema imperial de propaganda
Para la SIP, el presidente boliviano Evo Morales ha «mantenido inalterables» sus ataques a los medios de comunicación de su país; en Venezuela el gobierno Chávez «amenaza la prensa»; sin embargo «Ortega no ha podido silenciar la prensa independiente» aunque, en Ecuador, «La situación de la prensa es cada vez más preocupante» y que en Argentina, «el triángulo Chávez-Correa-Kirchner hostiliza a la prensa».
La llamada Sociedad Interamericana de Prensa, criatura CIA cuyo sede central se sitúa en Miami, habrá demostrado de manera aún más evidente en su último performance que no constituye otra cosa que uno de los elementos estratégicos del sistema imperial de propaganda.
En esta 65 Asamblea celebrada en Buenos Aires, la SIP ha multiplicado los ataques en contra de los países progresistas de América Latina, beneficiándose – como siempre – de la cobertura exponencial garantizada por las mismísimas agencias de prensa que perciben los cheques de sus miembros.
Explotando al máximo, otra y otra vez, esta extraña relación comprador-proveedor, la asociación continental de magnates de la información comercializada que diariamente envenena el continente, ha repetido sus criterios ultraderechistas sobre temas cuya manipulación se ha atribuido el privilegio.
Lo que mejor describe la verdadera naturaleza de la SIP, es sin duda la composición de su junta directiva.
La organización que no se cansa de repetir que defiende la libertad de prensa, está encabezada exclusivamente de representantes de monopolios de la comunicación, a nivel regional e internacional.
Tiene como presidente y único latinoamericano en su directiva a Enrique Santos Calderón, firmemente vinculado al actual gobierno colombiano cuya identificación a Estados Unidos no deja de ampliarse.
Sin embargo, no es el caso más elocuente.
Espécimen característico entre muchos otros: el vicepresidente segundo es William E. Casey, quién representa a la editorial Down Jones & Co. de Nueva York, dueña del Wall Street Journal.
Esta corporación ha sido comprada en 2007 por Rupert Murdoch, el gigante «australiano» de la prensa cuya fortuna se acerca a los 70 mil millones de dólares.
Este pulpo de la comunicación global impone a sus 142 periódicos en cada rincón del mundo, además de sus medios electrónicos de todos tipos, una línea editorial salvaje contra Venezuela cuyo líder ha atacado con declaraciones incendiarias.
¡Que casualidad!: sus detractores afirman que fue agente de la CIA.
Vale la pena señalar que la SIP, consciente del impacto de estas representaciones mediáticas, ofrece un show similar al de Buenos Aires, cada seis meses, siempre con la ayuda entusiasta de las oligarquías locales.