Ubicado en el centro del Cono Sur, Paraguay es un misterio incluso para Latinoamérica. Carga en su historia dolores como la Guerra de la Triple Alianza, saqueo y asesinato en masa cometidos en el siglo XIX por Brasil, Uruguay y Argentina. También el peso de la dictadura más larga (1954-1989) en las oscuras décadas del terror, siendo además centro operativo del Plan Cóndor, que coordinó secuestros y desapariciones de militantes de izquierda en la región.
Esta nación de 400.000 km2, donde sus 6,4 millones de habitantes aún hablan guaraní (su lengua indígena), comparte con Bolivia su carácter de país sin salida al mar. Sin embargo posee una de las mayores infraestructuras hídricas del planeta, la Hidrovía Paraguay-Paraná, ruta de 3.400 km de ríos que permite el tránsito de mercancías desde Bolivia, Brasil, Paraguay, Argentina y Uruguay al océano Atlántico. Es la conexión más importante del Mercosur con el mundo.
Por su relevancia geopolítica, al igual que el canal de Panamá la Hidrovía ha venido siendo objeto del apetito gringo y comprometiendo su soberanía. A la base militar instalada en el Chaco en 2005, el gobierno paraguayo sumó en 2023 el memorandum que autoriza la presencia de ‘ingenieros militares estadounidenses’ en el rio, que también firmó Argentina en 2024.
Este aseguramiento no es importante sólo para EEUU. La Entidad Sionista es el cuarto comprador de carne de Paraguay, vínculo que se extiende a concentrados cítricos, soja o yerba mate, todos con sello ‘Kosher’. Suficientes razones para un amor que cuenta el traslado de la embajada paraguaya a Jerusalem, la clasificación del ejército iraní como ‘organización terrorista’, o el apoyo del presidente Peña a la campaña de genocidio y limpieza étnica en Gaza.
Si el río es para transporte, la tierra es para saqueo. Estando entre los 6 mayores productores de soja del mundo, el desarrollo de este monocultivo junto a la ganadería extensiva han ido degradando de forma dramática la segunda selva más grande del Cono Sur: el Chaco. Este bioma que concentra humedales y selvas fundamentales para la regulación del clima global, así como especies endémicas y grandes reservas de agua dulce, está siendo sistemáticamente destruido. Entre 1950 y 2020 en Paraguay se perdieron más de 9 millones de hectáreas de bosque.
Tal terricidio sucede, entre otras razones, porque un 2% de la población controla el 85% de las tierras. Frente al reclamo campesino y con la excusa del narcotráfico, el estado paraguayo creó en 2013 la Fuerza de Tarea Conjunta (FTC). Como buen hijo del Cóndor, a la FTC debemos en 2020 el asesinato de las primas argentinas de 11 años Maria y Lilian Villalba (2 de septiembre), y la desaparición forzosa de Carmen Oviedo Villalba, Lichita, de 14 años (30 de noviembre).
El corazón de Sudamérica sangra por toda la región. Es la resistencia de las mujeres de nuestro continente, incansables buscadoras de verdad y justicia, la que nos da la fuerza para seguir exigiendo aparición con vida de los 43 en Ayotzinapa, de Julia Chuñil en Wallmapu y de Lichita en Paraguay. Y nuestras voces que se alzan por la infancia de Palestina son las mismas que no se cansarán de gritar al Estado paraguayo infanticida: ERAN NIÑAS.
Segundo capítulo aquí:
Fernando Bermúdez Kuminev – Roberto Bermúdez Pellegrin. Corresponsales del multimedio Muros y Resistencia
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