La UE prometió en su día a los Estados de la ex-Yugoslavia su integración en la propia UE. Sin embargo, varios políticos están pisando el freno, poniendo en peligro la estabilidad de los Balcanes. La Comisión Europea, una vez más, no sorprende: en mayo de 2006 presentó un informe definiendo la ampliación hacia el este […]
La Comisión Europea, una vez más, no sorprende: en mayo de 2006 presentó un informe definiendo la ampliación hacia el este de 2004 como un «logro económico», tanto para los nuevos miembros como para los veteranos. Según el papel, se ha creado empleo en toda Europa: tanto en Cracovia como en Copenhague. Los nuevos Estados miembro han experimentado un fuerte crecimiento económico incluso desde antes de la ampliación, y a los veteranos no les ha ido peor. Ni siquiera el temor a una emigración masiva del este al oeste se ha visto refrendado por los hechos.
Europa bosteza
Aun así, la euforia de la ampliación brilla por su ausencia. La actual lista de candidatos a adherirse se compone de casi todos los países que tienen frontera con la UE, pero Europa padece a todas luces un agotamiento de ampliaciones. De hecho, los políticos son los que más bostezan. Quieren impulsar referendos para cada próxima ampliación, si bien los fracasos de los recientes referendos en Francia y los Países Bajos sobre la Constitución se debieran más bien a un desencanto con la globalización que con la ampliación de la UE (según afirman las encuestas).
Algunos políticos, como el eurodiputado Elmar Brok (Partido Popular Europeo), barajan la posibilidad de una adhesión que no sea plena y denominaría «Espacio Económico Europeo Ampliado», «Asociación Privilegiada» o «Vecindad Ampliada». El contenido de esta adhesión menor, en cambio, sigue sin salir a la luz. Por último, otros exigen comprobar con mayor rigor la «capacidad de absorción» de la UE antes de cada nueva ampliaciones.
Este concepto de capacidad de absorción viene recogido ya en los Criterios de Copenhague de 1993. En la última ampliación, pues, la UE condicionó la adhesión a criterios de calidad democrática, asunción del
acervo comunitario y la existencia de un Estado de Derecho, siendo la capacidad de absorción una condición para la UE y no para los candidatos. Mientras unos tuvieron que llevar a cabo grandes reformas, la capacidad de absorción no fue fiscalizada. Hay que agradecerle a la Presidencia Austriaca del pasado semestre que no haya convertido tal barrera en un credo inflexible para las ampliaciones.
En la pasada cumbre de Junio, los Jefes de Estado y de Gobierno encargaron a la Comisión Europea la elaboración de un informe sobre esta capacidad de absorción. Cuando en octubre se presente el informe y se debata en diciembre, se volverán a oír voces solicitando que la frontera de la UE franquee los Balcanes occidentales: es posible que Croacia se incorpore como rezagado en el pelotón de Rumania y Bulgaria.
Intereses robustos y obligación moral
Cuando Yugoslavia fue desintegrándose, la perspectiva de una adhesión a la UE por parte de los Estados resultantes se convirtió en un pegamento que soldaba las opiniones de estos nuevos Estados impulsándoles en el camino de la reforma interna: como de costumbre, la UE seduce a millones de ciudadanos balcánicos.
«La gente sabe que para entrar en la UE hace falta un gran esfuerzo. Este esfuerzo sólo tiene sentido si al final se pueden recoger los frutos del mismo», dice Hannes Swoboda, representante adjunto de la Delegación de Europa del Sureste del Parlamento Europeo. Según este parlamentario austriaco, la situación podría alterarse, ya que «sin no hay perspectivas claras, los países sufrirán una depresión económica y social, aumentando así la emigración hacia Europa».
La eurodiputada alemana de los Verdes -y experta en seguridad-, Angelika Beer, va aún más lejos en sus declaraciones: «Si se cierra la perspectiva de entrada en la UE a Macedonia, Montenegro, Serbia, Bosnia y Kosovo, podemos empezar a preparar la siguiente intervención militar». La UE tiene la responsabilidad de vencer la segmentación étnica de los Balcanes que se manifestó claramente en los Acuerdos de Dayton y de Ohrid.
Aparte de los intereses económicos y de seguridad, existen también principios y valores de la política de ampliación que juegan un papel fundamental. La última ampliación a Europa del Este no fue simplemente una ganancia económica, sino mucho más: no son pocos quienes la califican como una oportunidad histórica para la reunificación europea. Los Estados miembro se vieron moralmente forzados a incorporar a los países del este en la UE aunque esto no se haya correspondido enseguida con sus intereses materiales: es, pues, esta misma clase de solidaridad la que sienten los estados de Europa del Este hacia los del sudeste de Europa a día de hoy. «No podemos pasar por la puerta y cerrarla detrás de nosotros», dijo un diplomático de un nuevo Estado miembro en Bruselas.
Por último, los Jefes de Estado y de Gobierno de la UE prometieron a los Estados de la ex-Yugoslavia en la cumbre de Tesalónica de 2003 abrir la puerta de una ampliación de la UE a los Balcanes en cuanto estos países cumpliesen con los criterios de adhesión. Promesa que, por cierto, y según la misma fuente diplomática, ha cabreado a varios funcionarios en los gobiernos de París y Berlín. Pero aplazar la entrada de los países balcánicos en la UE no sólo sería peligroso desde el punto de vista geopolítico y de la seguridad, sino que también sería inmoral.