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Pensar el genocidio palestino desde América Latina, un año de catástrofe (y II)

Fuentes: Rebelión

El papel del imperialismo norteamericano en la cuestión palestina

A finales de 2003, el analista español, Ferran Izquierdo, pronosticaba el fracaso de cualquier intento de solución al conflicto si se continuaba con las imposiciones políticas al pueblo palestino por parte de Estados Unidos y de Israel, y apuntaba:

La invasión a Irak, la terrible opresión del ejercito israelí sobre la población palestina y las [sic] avances de la colonización de los territorios ocupados hacen temer que esta “Hoja de Ruta” [plan estadounidense para la solución del conflicto palestino-israelí, g.a.] será un nuevo instrumento para justificar la ocupación o para imponer una solución inaceptable para la mayoría de los palestinos. La evolución de las relaciones entre Estados Unidos e Israel, y la confluencia de intereses en los grupos de presión estadounidenses nos permite afirmar que en un futuro cercano no habrá ni una paz justa ni una paz aceptable en Palestina.1

Desafortunadamente, este pronóstico no ha sido errado y se mantiene vigente hasta estos días. El único actor internacional que podría presionar y, hasta cierto punto, impedir que continúe la invasión israelí y la expulsión de palestinos de su territorio es Estados Unidos, pero ¿qué impide que esto ocurra?

El conflicto palestino-israelí se encuentra enclavado en un proceso regional más amplio, denominado como Medio Oriente. Esta región, en realidad, ha sido producida desde la expansión de Occidente por el mundo, y su pura denominación hace explícita esta determinación, pues como señala Gilberto Conde, la noción de Medio Oriente es “una categoría eurocéntrica, generalizada por el Imperio Británico a partir de una cierta división del mundo creada para administrar sus dominios de ultramar”.2 De este modo, diversas comunidades que habitaban esta parte del planeta (Asia Occidental y el norte de África), junto con sus territorios, sus culturas, sus formas de reproducir su ser social, sus recursos, sus cotidianidades, su historia propia, han sido subsumidas a la lógica de la expansión occidental (capitalista). Esto por sí mismo introduce en esta región y sus comunidades determinaciones desde lo externo que son imprescindibles en la resolución del conflicto y su compresión.

En consecuencia, la región ha sido producida y re-producida de acuerdo a las diversas etapas del desarrollo capitalista: el papel del colonialismo británico y francés ante la caída del imperio Otomano, las Guerras Mundiales, el ascenso del fascismo en Europa en el periodo de entreguerras, el fin del Segunda Guerra Mundial, la emergencia de Estados Unidos como potencia hegemónica capitalista, la Guerra Fría, la caída de la Unión Soviética, el inicio de la era unipolar estadounidense a finales del siglo XX, la transición actual a una etapa multipolar y la decadencia de Estados Unidos como imperio a inicios del siglo XXI. La importancia de la región en el Gran juego geopolítico, durante todas estas etapas, ha girado en torno a tres cuestiones: 1) su ubicación geográfico-estratégica para la conexión con otros territorios y el comercio internacional; 2) el papel ideológico de la región para Occidente como origen de dos de sus pilares axiológicos: el cristianismo y el judaísmo, y 3) sus recursos petroleros, sin duda una cuestión de relevancia.

Como señalan diversos analistas, la problemática occidental con el mundo árabe puede remontarse muchos siglos atrás; sin embargo, dentro de este proceso regional, la creación del Estado de Israel en 1948 ha agudizado la situación conflictiva. La fundación de este Estado ha significado la extensión de los intereses occidentales en la región, lo cual ha producido diversas reacciones: nacionalismos, resistencias, conflictos armados, migraciones forzadas, fundamentalismos, etc. Desde su creación y fundamentación en el sionismo, el Estado israelí posee primordialmente una lógica de expansionismo y de subsunción de lo otro, cuestión que no es posible soslayar. Como señala Gloria López Morales:

El fundamento racial y confesional del sionismo era incompatible con la necesidad de fusión y respeto de la autodeterminación de las poblaciones locales. Más aún, la ocupación de una tierra que ya estaba ocupada planteaba la necesidad de encontrar métodos para desalojar a las poblaciones existentes. El Estado sionista no tiende a fusionar a los habitantes locales sino a limpiar el espacio para los inmigrantes judíos que ya estaban en Palestina y los que se planeaba hacer llegar de todas partes del mundo en grandes cantidades.3

Más aún, la creación del Estado israelí ha sido impulsada y apoyada por el imperialismo, primero británico y después estadounidense. Desde entonces, como apunta acertadamente Gilberto Conde, “Israel quedaría ubicado en medio del nuevo mapa de la región, con su gran poderío militar y económico, a manera de recordatorio de la presencia occidental que limitaba la libertad de los pueblos de la región para crear su propia historia”.4

En relación con lo anterior, el vínculo entre Estados Unidos e Israel ha evolucionado de una alianza estratégica a una simbiosis en la etapa unipolar estadounidense y la actual, donde los intereses del imperio se confunden con posiciones extremas del sionismo.5 En este sentido, la respuesta a la pregunta sobre por qué Estados Unidos no interviene para impedir el actual genocidio al pueblo palestino, es porque sus intereses imperiales están en correspondencia cuasi directa con las posiciones sionistas. Como señala Ferrán Izquierdo, el control sobre la región de Medio Oriente y sus recursos están basados en tres pilares: “fuerzas militares, la OTAN e Israel”.6

Intentando profundizar un poco más, vale entonces también preguntarse ¿por qué el Estado norteamericano hace suyos los intereses sionistas de colonización y expansionismo israelís? Una primera contestación se encuentra en que Israel, como se dijo anteriormente, representa y garantiza la presencia de los intereses estadounidenses en la región. Un acto que confirma lo anterior es, a pesar de las protestas y reclamos silenciados, el vitoreado recibimiento del primer ministro israelí en el Congreso estadounidense el 24 de julio de 2024 por representantes demócratas y republicanos. La teatralidad del acto, el discurso de Benjamín Netanyahu pleno de soberbia y narcicismo, y la narrativa de justificación milenarista y victimista, más que ocultar las intenciones de fondo, dejaban ver claramente el proyecto de dominación “civilizatorio” estadounidense-israelí en la región y el territorio palestino.

Desde el broche en su saco del primer ministro israelí, con las banderas de ambos países entrecruzadas, simbolizando la alianza entre los dos Estados, el agradecimiento a los congresistas demócratas y republicanos por el apoyo financiero y militar a la causa israelí, el énfasis en las acciones que emprende Israel en la región para defender al mismo tiempo su seguridad y la estadounidense, la mención al desarrollo conjunto de armas, la defensa de la lucha conjunta contra el terrorismo y a favor de la libertad, y las palabras con las que abre y cierra el discurso Netanyahu en el Capitolio, muestran claramente la razón por la que el Estado norteamericano hace suyos los intereses israelís en la región y permite el expansionismo sionista y el genocidio actual en Gaza: “[…] para que la fuerza de la civilización permanezca, Estados Unidos e Israel deben estar unidos. […] juntos debemos de defender nuestra civilización, juntos debemos de asegurar un futuro brillante para nuestras naciones”.7 En pocas palabras, ante el avance de potencias emergentes en la región (China, Rusia e Irán), Israel representa el dominio estadounidense en la región y asegura el control sobre este punto geoestratégico y sus recursos.

Otra respuesta se encuentra, a pesar de posturas encontradas, en el peso de la población judía en Estados Unidos, que resulta crucial en el financiamiento de campañas electorales y en las votaciones de ese país. De acuerdo con Ferran Izquierdo:

La simbiosis entre la política israelí y la política exterior estadounidense hacia Oriente Medio es el producto de una larga evolución que tiene sus raíces en la emigración de un gran número de la población europea de religión judía hacia Estados Unidos, huyendo del antisemitismo europeo y de la pobreza, en el Holocausto; [raíces también, g.a.] en el papel estratégico de Israel como aliado de Estados Unidos en el marco de la Guerra Fría; en la creciente influencia del grupo de presión sionista en Washington y en la identificación de buena parte de la opinión pública estadounidense con Israel.8

Aquí también basta señalar como ejemplo el apoyo abierto a Israel tanto de Joe Biden como de Kamala Harris, candidata demócrata a la presidencia, al derecho a “defenderse”, y aunque los dos han presionado al Estado israelí para lograr un acuerdo de cese al fuego, no existe una censura contundente y ningún freno al apoyo financiero y militar a este país. Así con el fin de no verse castigados en las elecciones del próximo noviembre de 2024 por la población de origen judío o grupos de presión que apoyan la causa sionista, el presidente y la vicepresidenta estadounidenses han mantenido una actitud permisiva, lo cual ha permitido que Netanyahu y los mandos sionistas del ejército israelí avancen en el genocidio, el exterminio étnico, la expulsión de palestinos de sus territorios y la destrucción de su infraestructura.

Al respecto, es necesario aclarar que esta alianza estadounidense ha estado atravesada por diversos factores contrapuestos, principalmente por la tensión existente entre los distintos intereses de las fracciones del capital norteamericano y los grupos de presión israelís. Por ejemplo, los petroleros no siempre han visto con buenos ojos el apoyo incondicional a Israel, esto por las afectaciones que conlleva éste a las relaciones con los regímenes y élites árabes, que son los que ejercen el control directo del energético. Además, están inmersos también los intereses del complejo militar-industrial estadounidense que en un negocio multimillonario venden armas tanto a israelís como a árabes, por lo que es vital para ellos mantener vivo el conflicto; asimismo se encuentran los intereses financieros, pues no hay que olvidar que banqueros judíos han apoyado de manera importante la creación y consolidación del Estado israelí. Los grupos de presión sionistas son otro factor importante a considerar, pues no solo apoyan económicamente a las campañas políticas o ejercen una influencia directa sobre los millones votantes de origen judío en Estados Unidos, sino que poseen un peso peliagudo en el Congreso y las administraciones demócratas o republicanas,9 esto por medio de cuadros provenientes o vinculados directamente con el sionismo que influyen en los diseños de la política exterior norteamericana en la zona y que respaldan el expansionismo de Israel.10

Sin embargo, a pesar de las tensiones que atraviesan el apoyo norteamericano a Israel y las críticas desde la opinión pública nacional e internacional, este apoyo se ha mantenido. Por ejemplo, Ferrán Izquierdo apunta que tan solo de 1949 a 2003, las aportaciones de Estados Unidos a la causa israelí rondaban alrededor de más de 90 mil millones de dólares, lo cual muestra que la cuestión israelí no solo se ha convertido en parte integral de la política exterior norteamericana, sino que es parte de la política doméstica del imperio.11 De igual modo, explica en parte, el sustento económico en el que se basa el expansionismo israelí.

Antes de concluir esta sección, es necesario remarcar entonces que el factor externo (imperialista) en el conflicto palestino-israelí sí es una cuestión determinante para tomar en cuenta. Puede decirse así que el Estado de Israel es la extensión de los intereses occidentales en la región, en especial los estadounidenses hoy en día. En el desenvolvimiento de este Estado está presente la lógica expansionista-colonial-imperialista occidental (capitalista) y de subsunción de lo otro, lo cual permite pensar la cuestión palestina como algo cercano a otras regiones periféricas, como la latinoamericana. Esta última también ha sido una región producida y re-producida por el colonialismo y las diversas etapas del imperialismo y ciclos de acumulación del capital. En circunstancia que varían de región en región, compartimos entonces procesos en común.

Reflexión final

¿Cuál es la importancia entonces de analizar desde América Latina y desde el pensamiento crítico el genocidio del pueblo palestino? Precisamente, como se ha tratado de señalar, reflexionar sobre esta cuestión nos permite comprendernos como una región inserta en la lógica del sistema capitalista (la periferia). Tanto Medio Oriente como América Latina han sido regiones producidas y re-producidas de acuerdo con esta lógica expansiva, colonialista, imperialista, de subsunción, de acumulación, de dominación y de expoliación capitalista. Sin menospreciar el papel que mantienen las oligarquías locales relacionadas con esta lógica, en estas regiones se han vivido entonces procesos históricos análogos: colonialismo, invasiones, genocidios, expropiación de territorios, extracción de recurso naturales, intervencionismo, negación de la autodeterminación de sus pueblos, subordinación económica y política al imperialismo, racismo, golpes de estado organizados desde el exterior, regímenes autoritarios supeditados a gobiernos extranjeros, guerras de exterminio político y étnico, etcétera.

En este sentido, hoy en día, asistimos a la decadencia del imperio norteamericano, y en ella el poder global estadounidense se aferra a mantener su poderío económico, político, financiero e industrial frente a polos emergentes como China y Rusia o Irán en el Medio Oriente. En este aferrarse y fuga hacia adelante, las políticas imperialistas de este país se convierten en un peligro para los pueblos de las distintas regiones de la periferia bajo su influencia, y principalmente, para las clases populares de estas regiones. El apoyo de Estados Unidos al expansionismo israelí y el genocidio al pueblo palestino que ocurre actualmente son un ejemplo de esto, otro es la guerra impulsada en Ucrania con apoyo de Europa y la OTAN.

Por su parte, en América Latina, además de las invasiones, las intervenciones directas en golpes de Estado y el apoyo a distintos regímenes dictatoriales, autoritarios y militares durante el siglo XX, la decadencia del imperialismo norteamericano se padece actualmente en intervencionismos en Cuba y Venezuela en los que la estrategia es ahogar a las clases populares para golpear a gobiernos no alineados al imperio, o respaldar junto con las oligarquías locales golpes de Estado como en Bolivia y Perú para procurar regímenes pronorteamericanos. Por tanto, en esta fuga hacia delante y destructiva, en la que el imperio norteamericano reclama a América Latina como su zona de influencia, no es ningún extravío intelectual pensar en los lazos vinculantes, en apariencia invisibles, entre Palestina y América Latina.

Hoy más que nunca, en esta etapa de reacomodos geoestratégicos y catastróficos en la mundialización y frente a la decadencia del imperialismo estadounidense, es indispensable tener siempre presente la lógica destructiva y de subsunción capitalista, luchar contra cualquier genocidio y exterminio humano, remorar y pedir justicia por sus víctimas y los muertos, reivindicar el derecho a la autodeterminación de los pueblos, pero, sobre todo, es indispensable no renunciar a la transformación y superación de las contradicciones y relaciones sociales destructivas del capital.

¡Alto al genocidio del pueblo palestino¡¡Viva Palestina libre!

Fuentes consultadas

Amnistía internacional, “El desplazamiento forzado masivo en Gaza pone de relieve la necesidad urgente de que Israel respete el derecho de retorno de la población palestina” [Comunicado de prensa], 15 de mayo de 2024, disponible en https://www.amnesty.org/es/latest/news/2024/05/mass-forced-displacement-in-gaza-highlights-urgent-need-for-israel-to-uphold-palestinians-right-to-return/#:~:text=El%20actual%20desplazamiento%20forzado%20de,desde%20hace%2076%20a%C3%B1os%2C%20a

Benjamin, Walter, Tesis sobre la historia y otros fragmentos, Itaca-UACM, México, 2008.

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Notas:

1 Las cursivas son nuestras. Ferran Izquierdo, “Estados Unidos e Israel, de la alianza a la simbiosis”, en Revista CIDOB d’Afers Internacionals, diciembre 2003-enero 2004, pp. 71-98, disponible en https://www.jstor.org/stable/40585999.

2 Gilberto Conde, “La Historia, clave para entender la actualidad del mundo árabe y el Medio Oriente”, en Gilbeto Conde, Marta Tawil y Camila Pastor (editores), Mundo árabe: Levantamientos populares, contextos, crisis y reconfiguraciones, México, COLMEX, 2016, p. 30, disponible en https://www.jstor.org/stable/j.ctt1n7qkhr.

3 El subrayado es nuestro. Gloria López Morales, “Cronología del conflicto palestino-israelí”, en Estudios de Asia y África, septiembre-diciembre, 1978, vol. 13, núm. 3, p. 412, disponible en https://www.jstor.org/stable/40311869.

4 Gilberto Conde, p. 41.

5 Cfr. Ferran Izquierdos, op. cit.

6 Ibíd, p. 72.

7 El discurso completo de Netanyahu pronunciado el 24 de julio de 2024 en el Congreso de los Estados Unidos, puede consultarse en DW Español, “Cuarto discurso de Netanyahu en el Congreso de Estados Unidos en el momento más tenso de su relación” [Video], YouTube, 24 de julio de 2024, disponible en https://www.youtube.com/watch?v=Q8NMuqaLGA4

8 Ferran Izquierdo, p. 73.

9 Para un ejemplo de ello, véase el artículo de James Petras “Zionists and the US Joint Intelligence Report”, en Economic and Political Weekly, 5-11 de enero, 2008, vol. 43, núm 1, pp. 20-23, disponible en https://www.jstor.org/stable/40276439.

10 Cfr. Ferran Izquierdo, op. cit.

11 Ferran Izquierdo, op. cit., pp. 87-88.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.