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¿Consolidando el golpe en Honduras?

Pepe Lobo, imperialismo y resistencia

Fuentes: CounterPunch

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Honduras, un país con notorias desigualdades y polarización de clase, volvió recientemente a la línea del frente en la batalla en pos del alma de América Latina. El terreno de combate ha cambiado en múltiples ocasiones a lo largo de los últimos siete meses, después del golpe militar contra el Presidente democráticamente elegido: Manuel «Mel» Zelaya. La batalla entró en su última fase la pasada semana con la ascensión al poder de Porfirio «Pepe» Lobo. Lobo tomó posesión de su cargo el 27 de enero, tras su victoria en la fraudulenta elección del 29 de noviembre del pasado año. Cientos de miles de hondureños recibieron su llegada al poder con una vibrante marcha por la capital, Tegucigalpa, contra el golpe y su presidencia.

Zelaya, miembro de un Partido Liberal de amplio espectro, que derrotó a Lobo en la campaña presidencial de 2005, fue expulsado del poder y obligado a exiliarse a mitad de la noche del 28 de junio de 2009. Ese fue el primer golpe de estado con éxito en Latinoamérica -tras fallidos intentos sucesivos contra el Presidente venezolano Hugo Chávez en abril de 2002 y el Presidente boliviano Evo Morales en 2008- desde el autogolpe de Alberto Fujimori en Perú en 1992. Rápidamente se instaló a Roberto Micheletti, miembro de la facción derechista del Partido Liberal, como Presidente golpista.

El error de sus medidas

La equivocación de Zelaya fue adoptar una serie de medidas moderadamente progresivas que perseguían mejorar la vida de una población hondureña mayoritariamente pobre. Entre otras cosas, se aumentó en un 60% el salario mínimo interprofesional, se restringió la exploración minera, se introdujo la escuela gratuita y se compró gas subvencionado a Venezuela. Zelaya llevó también a Honduras a la Alianza Bolivariana por los Pueblos de Nuestra América (ALBA). Aunque las credenciales progresistas de Zelaya y su proximidad con Chávez -a la elite hondureña le gustaba afirmar que se había convertido en un títere del dirigente venezolano- no eran exageradas, las medidas indignaron a la elite hondureña, una mínima y obscenamente privilegiada fracción de la población del país, que no se muestra en absoluto proclive ni a la más modesta redistribución de la riqueza. Sin embargo, los esfuerzos de Zelaya, apoyados por los movimientos sociales, para iniciar una reforma constitucional -engañosamente presentada por las elites e incuestionablemente regurgitada por los medios dominantes de EEUU como una usurpación del poder- fue la gota que colmó el vaso.

El nuevo régimen de Lobo y la prensa golpista están presentando la transferencia de poder como una vuelta a la democracia y, por tanto, el final del golpe. Lobo, afirman, marca un nuevo comienzo para una Honduras democrática bajo un nuevo gobierno de reconciliación nacional. No es de extrañar que esta sea la postura de que se hacen eco el imperialismo estadounidense y canadiense. Estas mismas potencias apoyaron el golpe, a pesar de sus proclamas en sentido contrario. Consecuentemente, han ignorado la documentada represión del movimiento anti-golpista, y han ayudado a anular en todas las ocasiones los esfuerzos de Zelaya para volver al poder (para ver los antecedentes del apoyo canadiense y estadounidense al golpe, véase T. Gordon: «Acceptable Versus Unacceptable Repression» http://www.counterpunch.org/gordon06302009.html, los comunicados de prensa sobre Honduras del Ministro de Estado canadiense para Asuntos Exteriores, Peter Kent, en: www.international.gc.ca/ministers-ministres/kent_news-communiques.aspx, y los artículos de Greg Grandin en: www.thenation.com).

Represión política y simulacro de elecciones

Según el Comité de Familiares de Desaparecidos de Honduras (COFADEH), una organización por los derechos humanos fundada en la década de 1980, al menos se ha asesinado a 36 activistas contra el golpe, en una estimación ciertamente a la baja porque muchas familias de los asesinados están demasiado aterradas para presentarse y denunciarlo por miedo a las represalias. Muchos asesinatos políticos se encubren como asesinatos perpetrados por bandas criminales, explica COFADEH. El Frente, el frente nacional de resistencia, sitúa las cifras de asesinatos en más de 130. COFADEH ha documentado también al menos 95 casos de torturas y varios cientos más de detenciones ilegales.

Ese reino del terror proyectó su larga sombra sobre el día de las votaciones, el 29 de noviembre. Se podía palpar en el ambiente una atmósfera de represión e intimidación militar. Las elecciones, poco más que un mal teatro, fueron boicoteadas por el movimiento de resistencia antigolpista, no se ofrecieron candidatos para oponerse al golpe y no fueron reconocidas por la mayoría de gobiernos latinoamericanos. La cifra oficial de votantes de alrededor de un 60% facilitada por el Tribunal Electoral Hondureño es seguramente muy abultada. Un funcionario del Tribunal, hablando bajo anonimato por temor a las represalias, dijo al Real News que esa cifra era una pura invención (véase Bullet #290 «Honduras: The Coup That Never Happened», de Tyler Shipley). «Hagamos Democracia», una ONG contratada por el Tribunal para facilitar los primeros informes de datos, indicó que el número de votantes era de 47,6%. Si recurrimos a los informes locales por todo el país, los dirigentes de la Resistencia sugieren que la cifra de votantes estuvo posiblemente cercana al 30%.

Reconocimiento imperial

Tanto Estados Unidos como Canadá elogiaron con toda rapidez las elecciones por haber transcurrido de forma pacífica y limpia, anunciando así su apoyo inevitable al régimen de Lobo. Craig Kelly, del Departamento de Estado de EEUU, por ejemplo, declaró que: «El pueblo hondureño ha hablado muy claramente, resulta patente que han elegido a Lobo como su presidente», mientras Kent comentaba: «Nos sentimos animados por los informes recibidos de las organizaciones de la sociedad civil de que ha habido una gran afluencia de votantes, que las elecciones han sido libres e imparciales y que no se han producido hechos violentos de interés».

Al ignorar la intensidad de la represión impuesta por los golpistas y al confiar en informes falsificados sobre las elecciones, EEUU y Canadá pueden a afirmar que, aunque no se sentían muy cómodos con el régimen de Micheletti, Honduras está entrando ahora en un nuevo y democrático período post-golpe y que para ellos es importante ayudar al gobierno a estabilizarse y a reintegrarse en la comunidad internacional. El día después de la toma del poder por Lobo, Kent anunció:

    «A la vez que Honduras da comienzo a este nuevo capítulo de su historia, Canadá esta preparada para ayudarles en los desafíos que deban enfrentar. Como hemos hecho durante el impasse, Canadá continuará haciendo todo lo que pueda para ayudar a Honduras a retornar rápidamente a un orden totalmente democrático y constitucional. Una vez que se consiga, apoyaremos también los esfuerzos del Presidente Lobo para reintegrar totalmente a Honduras en la comunidad internacional y hemisférica, inclusive en la Organización de Estados Americanos».

El Subsecretario de Estado, Arturo Valenzuela, sugirió que «las cosas se estaban moviendo en la dirección adecuada» con Lobo, y prometió ayudar para que el régimen normalizara sus relaciones con el resto de la región. Desde luego, tanto el gobierno canadiense como el estadounidense añaden el estribillo de un requisito: que Lobo tiene que promover la reconciliación, sugiriendo que quizá una Comisión por la Verdad sería un paso en la buena dirección. Sin embargo, estos audaces partisanos de la justicia tienen poco que decir sobre la ley de amnistía aprobada ya por el Congreso hondureño, y apoyada por Lobo, que evitará que los dirigentes políticos y militares responsables del golpe y de la posterior represión sean enjuiciados. En cualquier caso, ¿cómo podría conseguirse la reconciliación con los opositores al golpe (si es que las fuerzas antigolpistas estuvieran dispuestas a eso) con un gobierno elegido en función de ese golpe?

El día de pago del capital extranjero

Gracias a los gobiernos estadounidense y canadiense, el capital extranjero seguirá como siempre haciendo negocios y gran parte de ellos están dominados por las corporaciones norteamericanas. Honduras es un destino importante para las manufacturas que funcionan a base de trabajo esclavista y de capital turismo (cada vez más), aunque las compañías mineras extranjeras, de dominio canadiense, están salivando ante la perspectiva de que el nuevo régimen les otorgue nuevas concesiones mineras. El activista minero, Carlos Danilo Amador, señala que la Asociación Minera de Honduras y el Consejo Comercial Nacional de Honduras, del cual son miembros los mineros canadienses (en efecto, actores principales en el pasado), fueron importantes pilares del golpe. También señala que todas las actuales concesiones de exploración en el país son de propiedad canadiense. «Esta es la nueva colonización canadiense de Honduras», indica Amador, «en sustitución de los españoles y de los estadounidenses», en el sector minero.

Esperanza en las calles

Pero como hemos sido testigos, y de forma muy vívida, en las calles de Tegucigalpa el miércoles 27 de enero, las corporaciones y empresarios no se van a quedar, como ocurrió siempre, sin contestación. A pesar de los francotiradores vestidos de negro que podían verse en lo alto de los edificios paralelos a la marcha de la resistencia, y a los cientos de tropas militares y de policías cargando armas automáticas, resultaba apenas obvio que las masas que protestaban tuvieran más que temer que Pepe Lobo. En efecto, como proclama una camiseta de la resistencia popular: «Nos tienen miedo porque no tenemos miedo«.

En una reunión celebrada en Tegucigalpa la víspera de la llegada al poder de Lobo, el periodista de Radio Globo Félix Molina sugirió que Honduras está entrando en la cuarta fase del golpe. La primera fase, supuso su preparación y ejecución. La segunda presenció la concurrencia de las fuerzas imperiales y las elites alrededor del Acuerdo de San José. La tercera consistió en el cumplimiento de ese acuerdo.

Al inicio de la pasada semana, el cuarto momento empezó a cristalizar. Los carteles cubrieron los muros de la capital celebrando el comienzo del gobierno de «unidad nacional» de Pepe Lobo. «Este cuarto momento», sugiere Molina, «se refiere a construir la normalidad, ostensiblemente, con paz y reconciliación. Nos quieren vender un supuesto proyecto de integración nacional. El objetivo, esencialmente, es decir que nada ha ocurrido aquí, que los golpes pueden ser un método democrático para corregir una democracia que se estaban torciendo. El objetivo de este cuarto momento es legalizar el golpe».

Tan pronto como los carteles estatales de calma y consenso aparecieron en las avenidas de Tegucigalpa, los artistas del graffiti de la resistencia ofrecieron su respuesta: ¡Fuera los golpistas, asesinos! Los medios corporativos se refieren a Lobo como el «presidente elegido», mientras que el Frente le repudia como «el hijo del golpe». Los medios corporativos celebran un gobierno de unidad nacional de integración, mientras que el Frente se niega a dialogar con el régimen de Lobo y lo denuncia como la última encarnación del golpe original de junio de 2009.

Esta guerra de palabras encontró su expresión material en las cascadas de protestas de cientos de miles de personas que marcharon desde el centro de la ciudad hacia el aeropuerto el 27 de enero. La marcha rindió homenaje a Zelaya -quien finalmente escapó de cuatro meses de secuestro en la embajada brasileña hacia el exilio en la República Dominicana- y, al mismo tiempo, anunció que la lucha contra el régimen golpista continuaría.

Nos acercamos a la primera fila de la policía militar y la multitud gritó urgiendo a los tipos a estudiar y a aprender para que nunca tengan que estar al otro lado de las barricadas.

¡Estudiar, aprender, para chepo nunca ser!

Un grupo de vigorosos niños de diez años danzaban entre los caminantes, gritando con concordancia por la muerte del régimen golpista. Campesinos, sindicalistas, feministas y diferentes grupos de la izquierda caminan brazo con brazo y saludan eufóricos cuando los coches que van en dirección contraria aprietan en claxon en solidaridad. Adolescentes se asoman por las ventanillas de un autobús que pasa, con los puños levantados en el aire.

El pueblo ¿dónde está? ¡El pueblo está en las calles exigiendo libertad! ¿Estás cansado? ¡No! ¿Tienes miedo? ¡No! ¿Entonces? ¡Adelante, Adelante, que la lucha es constante!

«La resistencia tiene dos pilares fundamentales», nos informa Rafael Alegría, uno de los principales dirigentes campesinos de la resistencia, mientras caminamos. «Un pilar social para la reivindicación de los derechos de la gente, en el cual la resistencia está junto a la gente en su lucha diaria, a favor de la reforma agraria, salarios justos y oposición a la privatización de los servicios sociales. Este es el pilar de la movilización social». El otro pilar, subraya Alegría, «es el brazo político, para convertirnos en una fuera política militante que trabaja para asumir el poder político en nuestro país».

Preguntamos a Alegría sobre la Asamblea Constituyente, mientras la multitud alrededor nuestro atruena:

¿Qué somos? ¡Resistencia popular! ¿Qué queremos? ¡Constituyente!

«El poder popular», nos dice, «va conseguir transformaciones masivas en este país. Estamos exigiendo una Asamblea Constituyente que transforme este país en una democracia participativa. Será una nueva Honduras, un país con justicia social, con igualdad, con un modelo nuevo de desarrollo en el que todo el mundo esté incluido y, como dicen los bolivianos, que todo nuestro país pueda vivir bien». Alegría contrasta esa visión con la «situación actual, en la que hay una oligarquía privilegiada que posee y controla todo, mientras que, por el otro lado, hay una inmensa masa de gente empobrecida. Esto no puede continuar así».

Dos días antes, en una reunión de la resistencia fuera de la embajada brasileña para celebrar en Día Nacional de la Mujer en Honduras, Brenda Villacorta, de Feministas en Resistencia, expresó en gran parte los mismos sentimientos: «La toma del poder por Lobo no representa nada. Es la continuación, la perpetuación del golpe de estado que se produjo en el país el 28 de junio de 2009. Han cambiado los protagonistas pero el escenario es exactamente el mismo». Los integrantes de la marcha del 27 de enero estuvieron de acuerdo:

¡No existe Presidente!

¡Sí a la constituyente!

«La resistencia tomará las calles una y otra vez», dijo Villacorta. «Este es el único camino para presionar, o al menos el más eficaz». «El proceso para crear la Asamblea Constituyente será largo», valoró, «pero merece la pena la lucha. La vieja constitución se estableció bajo una dictadura militar, y no beneficia al pueblo hondureño, al auténtico pueblo hondureño. Al contrario, trabaja por los intereses de las clases empresariales y de los grandes grupos de poder».

Repercusiones regionales

Para la Resistencia hondureña, Lobo no supone el final del golpe sino más bien su consolidación bajo la apariencia de una legitimidad democrática. Con un día en el poder, Lobo había declarado ya la emergencia financiera y había pedido nuevas medidas fiscales de austeridad. Junto con la ley de amnistía para los protagonistas del golpe y la apertura de concesiones mineras, todo apunta a la consolidación de un cambio hacia la extrema derecha en la política económica e interna, sin duda diseñado para anular las modestas reformas introducidas por Zelaya. El próximo asalto socio-económico contra las clases populares, en medio de una profunda recesión exacerbada por los golpistas, junto con la continuada intimidación política y represión, presentará formidables desafíos ante la Resistencia en los meses venideros. Sin embargo, si el 27 de enero reveló algo, es que hay dos polos en Honduras. El polo de Pepe Lobo y los imperialistas, por un lado, y el del mar de explotados y oprimidos. Si las masas no han reunido suficiente poder aún para arrojar a Lobo al basurero de la historia, acaban de demostrar claramente que no se van a dejar acobardar fácilmente por una pequeña minoría, aunque esté armada hasta los dientes.

Todd Gordon enseña ciencias políticas en la Universidad de York, en Toronto. Jeffery R. Weber enseña también ciencias políticas en la Universidad de Regina. Actualmente están escribiendo un libro sobre el imperialismo canadiense en las Américas. Ambos estuvieron en Tegucigalpa en enero formando parte de una delegación de Rights Action, un grupo activo en la construcción de la solidaridad Norte-Sur en Honduras desde 1998.

Fuente: http://counterpunch.org/webber02052010.html