Pedro Castillo, uno de los dos ganadores de la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Perú, quien encabeza las encuestas en segunda vuelta, es un maestro de escuela de Cajamarca, a casi 900 kilómetros de Lima.
Destacado líder del gremio magisterial, de los más importantes del Perú, ganó reconocimiento nacional cuando lo encabezó en la prolongada huelga de 2017. Castillo cuestiona de frente el neoliberalismo, aboga por una Asamblea Constituyente que redacte una Constitución popular. Promete una reforma agraria y la nacionalización de los recursos naturales o llegar a acuerdos con las transnacionales para que una parte mayor de la ganancia se quede en el país. Esto le ha ganado creciente apoyo popular pero también el linchamiento feroz de los medios hegemónicos. No se ha sumado a la moda de atacar a Venezuela y Cuba, como algunos “progresistas”. En un país muy centralizado, con grandes diferencias sociales y culturales entre las tres regiones que lo componen -costa, selva y sierra- y entre la capital y el interior, es un hombre del país profundo por su extracción humilde y provinciana, su estrecha relación con sus gentes y su lenguaje directo aunque bien estructurado. Es rondero, miembro de una gran estructura de masas fundada en los años setentas, que se ocupa de la organización comunitaria y actúa como agente comunal de orden público y autodefensa en extensas regiones, instancia que seguramente le aporta buen número de votos.
Castillo milita y es candidato a la presidencia por el Partido Perú Libre, que se autodefine como marxista y mariateguista, inspirado por el legado del gran pensador marxista latinoamericano José Carlos Mariátegui. Aunque poco conocido fuera del país e incluso, poco reconocido por los sectores progresistas de la clase media limeña, Perú Libre tiene un trabajo de años en zonas intrincadas del país, incluida la Amazonía, y ha gobernado ya provincias y departamentos. Justamente, su líder Vladimir Cerrón, electo gobernador del departamento de Junín en 2018 debió dejar el cargo por una acusación inventada de corrupción, lo que se ha vuelto una práctica sistemática contra los líderes de izquierda en nuestra región.
La elección de Castillo a la presidencia de Perú, es en este momento el resultado más probable en la segunda vuelta de los comicios a celebrarse el 11 de mayo en el país suramericano. El maestro y su rival, la ultraneoliberal y actualmente enjuiciada por gravísimos delitos de corrupción Keiko Fujimori, obtuvieron en primera vuelta un 18.921 por ciento y un 13.407 por ciento de los sufragios, más de lo esperado. Muy significativo en el caso de Castillo puesto que a nadie le pasaba por la mente que pudiera llegar a ganar la primera ronda ya que fue hasta las última semanas y días previos a la votación que sus números se vieron subir aceleradamente hasta alcanzar un primer lugar que fue una sorpresa para propios y extraños. Ahora, a 12 días de la segunda vuelta las últimas encuestas le dan a Castillo un favoritismo de entre 10 y 5 puntos de ventaja sobre su rival. Algunos analistas de derecha aducen que es justo en el tiempo que falta en que un error de uno de los candidatos puede costarle la elección, pero lo cierto es que Castillo ha mantenido un ascenso estable y una consolidación como puntero, mientras Fujimori se ha estancado en los últimos días, exceptuando en Lima, bastión fujimorista donde la candidata ha llevado hasta ahora la ventaja y suma en este momento 59.1 por ciento de las preferencias. Pero en el resto del país, el maestro sigue siendo el favorito, sobre todo en el área rural. En el último simulacro electoral de una encuestadora alcanza el 52.1 por ciento de los votos emitidos en el interior del país. En el norte, hay un virtual empate técnico de ambos con 44.8 para Castillo y 39.9 para su rival. Pero en el centro y oriente, Castillo alcanza 62.7 y 53.2 contra 24.5 y 33.6, muy por encima de su adversaria. Ha sido muy positivo el acuerdo alcanzado por él con Verónika Mendoza, candidata de Juntos por el Perú en la primera vuelta, para apoyar la candidatura del docente en la elección del 6 de junio. Esta alianza acerca la candidatura del profesor a influyentes sectores de clase media de izquierda y progresista con los que tiene importantes coincidencias pero también diferencias, que es de esperar pasen a segundo plano dado lo que está en juego. Una victoria de Fujimori significaría la profundización de las políticas neoliberales, el agravamiento de los gravísimos estragos del covid, la corrupción desenfrenada, el retorno de la derecha más autoritaria y el total irrespeto por los derechos humanos. Mientras que una victoria del profesor lo colocaría en sintonía con Bolivia, Venezuela, Argentina, Chile, Colombia, México y Cuba, países que -desde las calles o desde el gobierno- buscan un camino político independiente alejado del neoliberalismo.
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