Las llaman «leyes de lustración». Es decir, de purificación ritual, según el diccionario. Lo cual, en este país donde el catolicismo está clavado a la historia, no deja de tener una profunda significación de arrepentimiento y penitencia. En virtud de esta ley votada en octubre de 2006 y que entró en vigor el pasado 15 […]
Las llaman «leyes de lustración». Es decir, de purificación ritual, según el diccionario. Lo cual, en este país donde el catolicismo está clavado a la historia, no deja de tener una profunda significación de arrepentimiento y penitencia. En virtud de esta ley votada en octubre de 2006 y que entró en vigor el pasado 15 de marzo, setecientos mil polacos tendrán que confesar si colaboraron con los comunistas de 1945 a 1989. Todos los altos funcionarios, profesores, abogados, directores de escuela y periodistas nacidos antes de agosto de 1972 tienen tiempo hasta el 15 de mayo para confesar su pecado.
Todos tienen que llenar un formulario y contestar a la pregunta: «¿Colaboró usted en secreto y conscientemente con los antiguos servicios de seguridad comunistas?». Tendrán que entregarlo a su superior jerárquico que lo dirigirá al Instituto de la Memoria en Varsovia. Este Instituto verificará en sus archivos y entregará un certificado de «limpieza política». En caso de que se pruebe la colaboración, los periodistas que trabajen en servicios públicos serán automáticamente despedidos. Quienes se nieguen a responder, o de quienes se pruebe que mintieron, se arriesgan a una pena de prohibición de ejercer su profesión durante diez años.
Esta ley delirante, que escandaliza a la Unión Europea, reduce por comparación al maccarthismo de Estados Unidos de la década de 1950 a un anticomunismo de aficionados. Constituye el principal dispositivo de una furiosa caza de brujas lanzada por las autoridades desde que en octubre de 2005 accediera al poder en Polonia el presidente conservador Lech Kaczynski y su hermano gemelo Jaroslaw como primer ministro.
Muchos polacos consideran que esta ley es contraria a la Constitución, porque obliga a los ciudadanos «a demostrar que no hicieron lo que no hicieron». Podría resultar invalidada por el Tribunal Constitucional que pronunciará su veredicto a comienzos de mayo.
La coalición de derechas, católica y nacional, que gobierna Polonia, compuesta por tres partidos: Ley y Justicia (de los hermanos Kaczynski), Autodefensa (de los medios agrarios) y la Liga de Familias Polacas, implementa una preocupante política de regreso enérgico al «orden moral». Acorde con su espíritu, Roman Giertych, viceprimer ministro, ministro de Educación y jefe de la Liga de Familias Polacas, acaba de depositar un proyecto de ley homofóbica que ha suscitado otro alboroto internacional y las protestas de organismos de derechos humanos. Según ese proyecto, que estaría listo en un mes, toda persona que en un establecimiento escolar o universitario revele su condición de homosexual, «o cualquier otra desviación de índole sexual», se expondría a una multa, al despido o a una pena de cárcel.
El padre del ministro, Maciej Giertych, diputado europeo de la Liga de Familias, ya había suscitado el pasado mes de febrero una tormenta de condenas después de publicar un folleto antisemita, costeado por el Parlamento Europeo y con su logo, donde se afirmaba por ejemplo que «los judíos crean ellos mismos sus guetos», y que «el antisemitismo no es racismo» (2).
Estas decisiones de purificación anticomunista, así como los intentos de regreso a un orden moral autoritario, ocultan, tanto en Polonia como en cierta medida en Ucrania, Lituania y otros países del Este, una suerte de repulsiva nostalgia del periodo de preguerra, cuando el racismo se ostentaba descaradamente. Ganados por el revisionismo del ambiente, hay quienes no dudan en glorificar la colaboración con el III Reich hitleriano contra la Unión Soviética, hoy oficialmente desacreditada.
Sin duda en este espíritu, valorando, como muchos medios de comunicación, que la Rusia de Vladimir Putin no es más que la prolongación encubierta de la antigua URSS, Varsovia se ha declarado favorable a instalar en su territorio un escudo anti misiles concebido por el Pentágono para proteger a Estados Unidos. Sin dignarse consultar con sus socios de la Unión Europea, ni siquiera los miembros de la OTAN.
Lo cual demuestra que en política la paranoia puede no sólo llevar a la atrofia espiritual. Sino también a cierta forma de traición.
Notas:
(1) El País , Madrid, 20 de marzo de 2007.
(2) Le Figaro , París, 17 de febrero de 2007.