Diez investigadores suecos e internacionales, entre ellos el británico Paul Gilroy, han pedido al gobierno de Estocolmo la apertura de una investigación sobre los acontecimientos ocurridos en el barrio de Husby. También afirman que, en un contexto en que el «gobierno actual no realiza ninguna política susceptible de reducir la segregación», esta investigación «debe tratar igualmente sobre las causas de la situación social precaria de las poblaciones de las barriadas suecas»
El levantamiento de las barriadas desfavorecidas de Estocolmo (y de algunas otras ciudades), en el mes de mayo, ha parecido sorprender a numerosas personas suecas y del resto del mundo. Tales acontecimientos no se habían producido en Suecia desde las revueltas del hambre de 1917, quince años antes de que los socialdemócratas lanzaran el «modelo sueco». Quienes han seguido el giro neoliberal de este modelo desde los años 1990, y visto sus consecuencias sociales, no se han sorprendido.
Los acontecimientos comenzaron en Husby, después de que la policía matara a un hombre de 69 años. Según la policía, habría muerto en el hospital a causa de sus heridas, pero los habitantes de Husby habían tomado fotos de la policía en el apartamento, en medio de la noche, cuando trasladaban el cadáver. Cuando los coches comenzaron a arder en Husby y en otras barriadas, pensamos inmediatamente en los acontecimientos similares producidos en París (2005), Atenas (2008) y Londres (2011). En todos esos casos, fue la implicación de la policía en las muertes lo que prendió la mecha. Pero es importante subrayar otras similitudes entre estos casos, y explicar más en profundidad estos acontecimientos, a los que se califica de «levantamientos» o de «disturbios».
En todos los casos, se trata de ciudades profundamente segregadas. El punto esencial, es que la urbanización en Europa está profundamente racializada, y Suecia no constituye ninguna excepción a esa regla. Los centros de las ciudades se han convertido en enclaves completamente gentrificados /1 por los blancos de las clases medias y superiores, mientras que los barrios periféricos pobres son cada vez más no-blancos. Desde los años 1990 y el comienzo de la liberalización económica en Suecia, las grandes ciudades suecas son de las más segregadas de Europa. Según un informe del gobierno, más del 40% de los jóvenes que viven en las barriadas y con edades de 20 a 25 años, no tienen empleo ni estudian, y más del 50% de los niños de esas barriadas crecen en la pobreza. Un informe reciente de la OCDE ha mostrado que, de los 34 países estudiados, Suecia es donde las disparidades de renta se acentúan más rápidamente. Las políticas de vivienda suecas, que en una época pudieron regular el mercado de la vivienda, han sido desmanteladas. Las empresas municipales de vivienda, creadas en los años 1940 en el marco del programa «Buen alojamiento para todos», han sido privatizadas, y las que han permanecido como públicas están obligadas a producir ganancias, en virtud de una ley votada en 2011.
Además, el estado-providencia ha abandonado prácticamente las barriadas. Son los sectores más afectados por los recortes en el sector público. En el caso de las escuelas, la combinación de los recortes presupuestarios y de la reforma que liberaliza la enseñanza ha tenido efectos desastrosos, y los alumnos suecos han caído de los primeros lugares en las clasificaciones de la OCDE a la cola del pelotón. En las barriadas, menos del 50% de ellos logran acabar sus estudios secundarios. Trabajadores sociales y centros para la juventud han desaparecido virtualmente, mientras aumenta la presencia policial.
El sociólogo francés Loïc Wacquant ha analizado este tipo de evolución como un giro político desde el «welfare» keynesiano al «workfare» neoliberal. Por un lado, esto da más libertad a los privilegiados de los centros gentrificados (aunque estén aislados y obsesionados por su seguridad ). Por otra parte, hay menos libertad para los habitantes de la periferia, que se ven confrontados a nuevas medidas disciplinarias y reciben menos subvenciones. En Suecia, el gobierno liberal-conservador ha llamado a esta política «the work line» (la línea del trabajo).
Además, la discriminación es estructural. La investigación en Suecia ha establecido que a igualdad de expediente , «Erik» y «Mohammed» están lejos de tener las mismas oportunidades de obtener un empleo o una vivienda (fuera de las barriadas). El estigma asociado a los lugares y el racismo contribuyen a esta discriminación. El reciente debate sobre el racismo cotidiano ha abierto los ojos a muchos suecos blancos que viven en las burbujas de sus enclaves gentrificados. En Husby y en otras barriadas suecas, ha habido jóvenes que han testimoniado sobre cómo la policía les trataba de «monos».
Wacquant habla de «estigmatización territorial» para calificar esta discriminación ligada al lugar de residencia. Las consecuencias sociales y psicológicas de la segregación son elementos de la comprensión del acontecimiento desencadenante de los levantamientos. Cuando la policía abate a un habitante de un barrio estigmatizado, el gesto es sentido como una violación oficialmente admitida, que simboliza el conjunto de las violaciones que los habitantes sufren desde hace años en silencio.
En Suecia juega también otro factor. El millón de apartamentos en torres y edificios de viviendas construidos en los años 1960 y 1970 para hacer frente a la penuria de vivienda, no ha sido objeto de inversiones y tiene urgente necesidad de restauración. Hasta ahora, son los inquilinos quienes deben pagar estas restauraciones, por medio de aumentos del alquiler de más del 50%. Está emergiendo un movimiento urbano a escala nacional para protestar por este estado de hecho, y fue precisamente en Husby donde nació hace unos años. El diálogo de la municipalidad con los residentes y el «programa de desarrollo» del sector, solo han conducido a exacerbar las frustraciones.
¿Cuáles son las lecciones que hay que sacar de las experiencias de París, Atenas, Londres y Estocolmo? En primer lugar, que no se puede remediar la segregación urbana más que con un cambio político profundo, con una inversión del movimiento de neoliberalización que no ha aportado más que desigualdades crecientes y paro. Luego, que aumentar la presencia policial en los barrios pobres es contraproducente. Además, es indispensable que los gobiernos instauren un diálogo con las organizaciones nacidas espontáneamente en los barrios desfavorecidos. Lo que nos muestra Husby, en particular, es que si ese diálogo no toma en cuenta los problemas estructurales, no conduce más que a producir más frustración social.
Para finalizar, hemos pedido que el gobierno sueco dirija una investigación sobre los acontecimientos de Husby, incluyendo la muerte de uno de sus habitantes, y las acciones de la policía antes y durante el levantamiento de las barriadas. En un contexto en que el gobierno actual no realiza ninguna política susceptible de reducir la segregación, y en que las políticas locales como las de Husby no conducen a nada, la investigación debe tratar igualmente sobre las causas de la situación social precaria de las poblaciones de las barriadas suecas.
Les Back, Goldsmith’s College, University of London
Mustafa Dikeç, Royal Holloway College, University of LondonGilroy, King’s College, University of London
Carina Listerborn, Malmö University
Irene Molina, University of Uppsala
Ove Sernhede, University of Gotenburg
Tom Slater, University of Edinburgh
Catharina Thörn, University of Gotenburg
Håkan Thörn, University of Gotenburg
Antonis Vradis, London School of Economics
13/06/2013
Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR
Notas
1/ La gentrificación (de la palabra inglesa gentry, «pequeña nobleza») es un proceso urbano de aburguesamiento en el que la población original de un sector o barrio deteriorado y pauperizado es progresivamente desplazada por otra de un mayor nivel adquisitivo, transformando así el perfil económico y social del barrio en beneficio exclusivo de una capa social superior. http://es.wikipedia.org/wiki/Gentrificaci%C3%B3n (ndt)