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Por qué Europa ha girado a la derecha (II)

Fuentes: Rebelión

Habíamos quedado en que la derechización de la Unión Europea nos remitía a la derechización de la clase obrera (ver criticonomia.blogspot.com), que es el fenómeno al que nos queremos aproximar en lo que sigue. 

Para ello, procedemos mediante el análisis (separación) y la abstracción (quitar determinaciones) para obtener las categorías explicativas. Este será el cometido en la exposición que sigue.

Cualquier miembro de la clase obrera actúa políticamente cuando realiza una elección, ya sea esta abstenerse o votar (a un partido de la derecha o de la izquierda). Así considerado, se trata de un sujeto que lleva a cabo una acción política (electoral) y nos preguntamos por lo que le mueve. Respondiéndonos que su conciencia individual. Por tanto, para entender su acción hay que mirar su conciencia. 

Esta conciencia individual, que da pie a distintas acciones (abstención, voto a la izquierda o voto a la derecha), tiene muchos determinantes, pero el principal -en nuestra opinión- es la conciencia de clase obrera. Tal conciencia obrera se presenta bajo diversas modalidades, hemos de detenernos en esto. En cualquier caso, la conciencia obrera es un atributo del ser obrero, por lo que hemos de preguntarnos por la clase obrera y su fragmentación.

La clase obrera o asalariada, integrada por el conjunto de personas que venden su fuerza de trabajo, se nos aparece fragmentada, según la modalidad de fuerza de trabajo que personifica. Nos preguntamos por esta diversidad, que es la forma de su unidad. Efectivamente, la fuerza de trabajo presenta diversas características según formación, cualificación, sexo, edad, etc. Además de ser empleada, la clase obrera reproduce su fuerza de trabajo (habita, consume, descansa, …). En definitiva, las condiciones materiales y sociales que rodean el consumo y la reproducción de la fuerza de trabajo están presentes en la segmentación de la clase obrera. 

Entre los integrantes de la clase obrera se establece una relación de competitividad por la venta de la fuerza de trabajo y que, en ausencia de una relación de solidaridad (sindicato), va a determinar la venta de su fuerza de trabajo por debajo de su valor dada la sobrepoblación obrera que genera el capital (parados).

La clase obrera no existe sola, sino junto a sus empleadores, los que le compran la fuerza de trabajo,  la clase capitalista o burguesía. Estos, en cuanto propietarios de los medios de producción, deciden en lo inmediato qué, cuánto y cómo producir, con el objetivo de obtener más valor (plus valor) del que adelantaron (salario). Para ello deben explotar a la fuerza de trabajo que contratan, o sea haciendo que esta genere más valor del que finalmente cobra. Tanto en la compraventa de la fuerza de trabajo, acordando el salario, como en el uso de dicha fuerza, lo que gana uno lo pierde el otro. O sea, burgueses y asalariados, mantienen una relación antagónica, la lucha de clases.

Esta lucha se expresa de diversas formas, una es la sindical donde se disputan las condiciones inmediatas de trabajo (salario, jornada, entre otras) y otra es la jurídico-política que obliga a intervenir a las instituciones (jueces, gobiernos, u otros). Ambas formas presuponen que la clase obrera se organiza en sindicatos o partidos, que expresan sus intereses y en los que las diversas fracciones de la clase obrera se ve representada, por lo que hemos de detenernos en la diversidad de partidos (y como caso extremo la dicotomía derecha e izquierda).

Estos partidos compiten electoralmente por situar sus representantes en las instituciones políticas, caso del Parlamento Europeo. Allí, se establece una lucha institucional, donde la disputa adopta la forma de medidas, políticas, planes, legislaciones y presupuestos, que benefician en mayor o menor medida a unas u otras fracciones de la clase obrera y de la burguesía (también con su fraccionamiento). Las instituciones de la UE representan políticamente al capital europeo en su totalidad.

Al mirar esta lucha de clases, al margen de sus formas concretas (sindical, judicial, institucional, política, pongamos por caso) vemos que es la manera en que las clases establecen la relación de capital, la compraventa de la fuerza de trabajo. Y que el movimiento de esta relación nos remite a la acumulación de capital, que a su vez nos lleva al proceso capitalista de producción, al proceso de valorización en cuya materialidad (proceso de trabajo) hay que buscar los atributos que el capital necesita y, por tanto, la diversidad de fuerzas de trabajo demandadas por el capital. A su vez, el proceso de producción nos hace mirar el capital, el dinero, el valor y la mercancía (todo esto y lo anterior está en Marx).

Tomando la acumulación europea de capital podemos ver las distintas formas y fracciones del capital europeo, con necesidades comunes y específicas. Particularmente, hay capitales europeos más avanzados que se expanden, otros en fase de maduración que se estancan y capitales más atrasados que se reducen. Este distinto grado de desarrollo tiene que ver con las características propias de los capitales (tecnología, productividad) y con su inserción en el mercado mundial (especialización). Allí el capital europeo compite con capitales de otros bloques económicos, actualmente EE. UU. y BRICS, junto a la lucha por los mercados se produce la lucha por los recursos, abriendo el abanico de posibilidades que nos muestra la geopolítica mundial (tratados, acuerdos comerciales, aranceles, sanciones, guerras, entre otros).

En la exposición anterior nos hemos remontado desde lo más concreto (acción electoral) hasta lo más abstracto (acumulación mundial de capital), destacando las categorías que nos sirvan para explicarnos aquella realidad. Es importante no pararse antes de llegar al final porque ello da pie a la naturalización de la categoría, a una reproducción mental parcial o superficial del fenómeno (ideológica) y a la mutilación de su conocimiento.

Así, por ejemplo, si nos paramos en la conciencia individual, alguien podría pensar que los obreros votan así porque les da la gana; o si nos paramos en la conciencia de clase tenemos que la conciencia, en abstracto, determina la acción política sin explicarnos tal conciencia (condiciones materiales en que es producida), con lo que no solo incurriríamos en una abstracción sino también en una idealización. De igual manera, si nos detenemos en la clase social, en el partido político, en las instituciones políticas, o en el capital europeo sin llegar al capital mundial.

Ahora nos queda retornar al concreto (acción electoral de los miembros de la clase obrera), pero ya no como representación caótica de la realidad, sino como un concreto pensado, síntesis de múltiples determinaciones.

Pero esto quedará para la siguiente entrega.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.