Observatorio de la crisis
Independientemente de lo que usted piense de Ángela Merkel, una cosa hay que reconocer: ella sabe cuándo hay “una papa caliente” y siempre está pronta a pasársela a otra persona. En el verano de 2020, cuando Alemania acababa de asumir la presidencia de la UE, parecía que a finales de año podría haber una o dos vacunas, para acabar con la parálisis de la economía de una vez por todas. Pero, para Merkel, el asunto de las vacunas tenia mal olor: retrasos en la investigación, retrasos en la producción, precios de extorsionistas y, sobre todo, conflictos por la distribución entre las naciones. La canciller alemana no quería ver a Alemania, la nación más rica de la unión monetaria, recibiendo la vacuna primero que el resto: “esto socavaría la unión cada vez más estrecha de los pueblos de Europa». ¿Qué hacer, entonces? La respuesta fue: ¡Bruselas muévete rápido!
Esperando un trabajo que sirviera para algo estaba Úrsula von der Leyen, exministra de Defensa de Merkel, instalada al frente de la Comisión Europea (los franceses no quisieron ceder el puesto a Manfred Weber). Dejar a Weber no fue muy costoso para Merkel. Macron, por su parte, eligió como comisario francés, a otra ex ministra de Defensa, Sylvie Goulard, una política del centro derecha francesa. La esperanza era que Goulard y von der Leyen avanzarán juntas en el proyecto de un ejército europeo, un cliente cautivo de una industria de defensa europea integrada. Pero este plan falló cuando el Parlamento Europeo, encabezado por Manfred Weber, se negó a confirmar a Sylvie Goulard, porque se le acusa de corrupción. Un tema cada vez más común en Bruselas, nadie olvida que el anterior presidente de la Comisión, Durao Barroso, se convirtió en presidente de Goldman Sachs International.
Como ministra de Defensa de Alemania, Ursula von der Leyen había echado a perder todos los proyectos importantes de adquisiciones que cayeron en sus manos –desde rifles de asalto hasta helicópteros de transporte. Su mano derecha, Katrin Suder, ex directora de la oficina de McKinsey en Berlín, también había sido acusada de otorgar ilegalmente contratos, tan caros como inútiles, a sus amigos de la industria de la Consultoría.
Cuando Merkel decidió encargar el negocio de las vacunas a su exministro de Defensa, por supuesto que conocía su historial. Lo que quizás no sabía es que, a diferencia de las burocracias ministeriales británica, francesa y alemana, el personal de la Comisión de la UE, nunca estuvo involucrado en un proyecto de adquisiciones tan grande como este.
Las oscuras negociaciones por la vacuna
Si alguna vez hubo necesidad de demostrar que los estados-nación están mejor equipados que las organizaciones internacionales, los iniciados deberían haber sabido que las negociaciones sobre la vacuna iban a producir un verdadero desastre.
Tratar con tres, cuatro o cinco gigantes farmacéuticos, es negociar con un grupo de tiburones corporativos altamente capacitados, y aún mejor pagados. Además, durante las negociaciones, la delegación de la UE tuvo que consultar con 27 gobiernos nacionales atacados de los nervios que se enfrentan a 27 electorados nacionales atemorizados.
Anunciando la actual debacle, los problemas que se fueron acumulando: las vacunas se compraron con “una aprobación médica pendiente”, no se firmó ninguna garantía de producción, la delegación negociadora no estaba autorizada para subvencionar nuevas instalaciones de fabricación y los contratos estaban mal redactados, no tenían fechas de entrega ni cuotas de importación. Y, para colmo, los encargados de la certificación se fueron de vacaciones durante la Navidad, retrasando aún más el inicio de la vacunación.
Nunca se sabe con certeza quién hace qué en Bruselas y sus alrededores. De hecho, en junio de 2020, cuando Alemania asumió la presidencia de la UE, un consorcio de cuatro estados (Alemania, Francia, Italia y los Países Bajos) actuando en nombre de los otros 23, ya había iniciado conversaciones con las empresas farmacéuticas. Estas negociaciones fueron abandonadas cuando Merkel le dijo a su ministro de Salud que entregara el asunto a von der Leyen. La decisión resultó ser la receta perfecta para la catástrofe, pero también un excelente pararrayos para salvar las responsabilidades de Ángela Merkel. Si alguien fracasaba esa sería Úrsula von der Leyen.
Hay indicios de que hubo otra razón más para la «debacle de la vacunación». Tiene que ver con el gigante farmacéutico francés Sanofi, famoso por una serie de proyectos de desarrollo fallidos. Aparentemente, el gobierno francés presionó a la UE para que retrasara las compras hasta que Sanofi hubiera desarrollado su propia vacuna anti-COVID. Cuando ya no se pudo posponer la firma de los contratos, la UE ordenó 300 millones de dosis a Sanofi y el gobierno francés otros 45 millones. A finales de enero, sin embargo, Sanofi tiró la toalla, anunciando que su vacuna no estaría disponible hasta finales de 2021. Para cerrar la brecha en el suministro de vacunas, el gobierno alemán tuvo que hacer arreglos para que Sanofi produjera la vacuna ‘alemana’ Pfizer / BioNtech bajo licencia, en la antigua planta de Farbwerke en Frankfurt-Höchst.
Alemania en el centro de la trama
Para completar el cuadro, debemos volver a la política interna alemana. En enero de 2021, el presidente del Estado de Renania del Norte-Westfalia, Armin Laschet, fue elegido para dirigir su partido. Laschet, europeísta fanático y oriundo de Aquisgrán (dice ser descendiente de Carlomagno) será posiblemente candidato a la cancillería en las elecciones de septiembre de este año. Sin el apoyo de la máquina de Merkel, habría perdido ante Friedrich Merz, su adversario ubicado más a la derecha.
Unas semanas después de la convención del partido, se supo que Armin Laschet había contratado al Jefe de Asuntos Públicos de “Sanofi- Alemania” para formar parte del ‘comité de coordinación de la crisis’. Todo lo que se le pidió al “delegado” de Sanofi fue firmar en una declaración de “confidencialidad”.
En contraste con esta oscura trama, la situación a mediados de febrero de 2021 es la siguiente: Alemania había vacunado a 4,95 personas de cada 100 habitantes, sus enormes nuevos centros de vacunación todavía están desiertos. Italia ha vacunado a 4,94, España 5,18; Francia (¡Sanofi!) solo a 4.25. El Reino Unido ha vacunado a 22,98 y EEUU a 15,9. Pero este éxito, según los europeístas acérrimos, se debe al ‘nacionalismo de las vacunas’. Por tanto, Europa debe expresar su gratitud a Ángela Merkel, tal como lo hace la mayoría de la prensa alemana. Merkel habría recatado de nuevo la unión monetaria, Y aunque los alemanes están casi al final de los vacunados, el país sigue siendo “el primero en exportaciones”.
Hasta ahora, nadie en Alemania se ha atrevido a calcular el número de muertes adicionales provocadas por la ruina del proceso de vacunación. Se culpa a Bruselas, pero solo en voz baja debido a la naturaleza “sagrada” de la UE. Esta idolatría puede cambiar. Mientras tanto, Merkel dice que «básicamente nada ha salido mal con el manejo de la COVID. Sin embargo, su gobierno acaba de extender los “confinamientos” hasta mediados de marzo… por el momento. Queda por saber si otros países de la UE se mantendrán igualmente optimistas; Hay una creciente preocupación en los círculos políticos alemanes de que no sea así.
¿Y Bruselas? Von der Leyen –la primera línea de defensa de Merkel en la UE– entró en pánico y cerró la frontera entre Irlanda e Irlanda del Norte, para mantener la vacuna lejos de los británicos. Y aunque ella declara públicamente que es “la hora de Europa”, en las del Parlamento europeo se disculpa por “los inevitables errores cometidos a principios de 2020”.
Ahora, con la pandemia todavía rugiendo, la “eurocracia” está volviendo a su normalidad burocrática, en estos momentos está preparando una directiva para obligar a los productores de bebidas alcohólicas a poner en las botellas etiquetas de advertencia como las que llevan los paquetes de cigarrillos. ¡Qué triste y qué alejados están de la realidad pandémica!
Wolfgang Streeck, sociólogo alemán, profesor emérito del Instituto Max Planck