La Organización de Estados Americanos (OEA) no para de cuestionar los procesos electorales en Latinoamérica, sin embargo nunca lo ha hecho en el caso de Estados Unidos, uno de sus países miembros y donde tiene su sede esa «entidad regional», bautizada como el «Ministerio de las Colonias de Washington». Nicaragua, nación centroamericana en la que […]
La Organización de Estados Americanos (OEA) no para de cuestionar los procesos electorales en Latinoamérica, sin embargo nunca lo ha hecho en el caso de Estados Unidos, uno de sus países miembros y donde tiene su sede esa «entidad regional», bautizada como el «Ministerio de las Colonias de Washington».
Nicaragua, nación centroamericana en la que se celebrarán comicios generales el próximo domingo 6 de noviembre, ha sido en los últimos meses blanco de las injerencias de la OEA, que ha pretendido sin éxito deslegitimar la consulta popular allí, en complicidad con pequeños grupos políticos de derecha prácticamente sin respaldo popular alguno.
Su actual Secretario General, el uruguayo Luis Almagro, encabezó los cuestionamientos de las elecciones nicaragüenses, como idéntico hace con el proceso revolucionario venezolano y otros en Nuestra América, a los que agrede continuamente por órdenes expresas de la Casa Blanca y el Pentágono.
Las intromisiones frustradas de la OEA y Almagro en Nicaragua obedecen, claro, a que Daniel Ortega, candidato por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y su Alianza Unida, encabeza con amplio apoyo, desde un principio, las preferencias de los votantes nicas.
Todas las encuestas dan como vencedor en las urnas a Ortega, actual mandatario de la nación centroamericana y líder histórico de la Revolución Sandinista, hecho que desagrada mucho a Washington y a su «Ministerio de las Colonias».
La OEA sigue siendo, lo que ha sido históricamente, un instrumento de los regímenes de turno norteamericanos para deslegitimar a partidos y gobiernos progresistas en la Patria Grande, e impedir sus triunfos en las urnas o destronarlos del poder al precio que sea necesario, en beneficio de los intereses de dominación del imperio del Norte.
Sin embargo, esa organización jamás ha fiscalizado unos comicios en Estados Unidos, lo que supuestamente hará por primera vez en su historia en los cercanos del venidero martes 8 de noviembre, luego que la Casa Blanca se lo permitiera con el único propósito de favorecer su desprestigiada imagen en América Latina.
No obstante a ello, la OEA hasta el momento se ha abstenido de hacer alguna crítica al proceso electoral en Estados Unidos, considerado entre los menos democráticos de nuestro hemisferio y del mundo.
Almagro ha hecho silencio total ante los innumerables cuestionamientos que le hacen a las consultas norteamericanas sus propios ciudadanos, desde la financiación de las campañas de los partidos Demócrata y Republicano, hasta las leyes de identificación de los votantes, la descentralización y los inconsistentes mecanismos y tecnología de voto, por citar solo unos pocos.
Tampoco la OEA se ha pronunciado, ni lo hará, ante la violenta campaña que protagonizan los aspirantes presidenciales Donald Trump y la Hillary Clinton, en la que ha habido de todo, incluyendo denuncias de posibles fraudes y anuncios adelantados de no aceptación de los resultados finales de los sufragios.
El «Ministerio de las Colonias de Washington» evidentemente será un observador ciego, sordo y mudo de las elecciones en Estados Unidos porque de lo contario Almagro y sus colaboradores quedarían despedidos inmediatamente.
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