Los Estados Unidos de América invadieron Panamá el 20 de diciembre de 1989 con la excusa de capturar al Dictador Manuel Antonio Noriega, el hombre de la CIA quien había sido reclutado para esa agencia desde que estudiaba en la Academia Militar El Chorrillo en Perú. Esa invasión mató a un número aún indeterminado de […]
Los Estados Unidos de América invadieron Panamá el 20 de diciembre de 1989 con la excusa de capturar al Dictador Manuel Antonio Noriega, el hombre de la CIA quien había sido reclutado para esa agencia desde que estudiaba en la Academia Militar El Chorrillo en Perú. Esa invasión mató a un número aún indeterminado de panameños y se utilizó también para probar la eficiencia y eficacia de nuevos implementos bélicos.
Pasada esa tragedia y, luego que los panameños recuperáramos nuestra libertad para expresarnos, se hizo evidente el sentimiento anti militarista de la población, al punto de incluir en la Constitución Política la prohibición de un ejército. Los lemas de Nunca Más se escuchaban en todos los pueblos de nuestra geografía. Veníamos de vivir una dictadura represiva y la figura del militar no la queríamos volver a ver. De esta manera trascurrieron los primeros gobiernos pos invasión. Pero la situación empezó a cambiar desde el gobierno anterior, el de Martín Torrijos. Se elaboraron y aprobaron unos Decretos Ley en virtud de los cuales Panamá le abría las puertas solapadamente a un nuevo proceso de remilitarización. En esos decretos ley también se contemplaba la creación de una organización secreta, naturalmente que con malsanos propósitos. El gobierno de Martinelli Berrocal completó el proceso. Recientemente le hizo un jugoso aumento de salario a las cúpulas de los militares.
La pregunta que debemos formularnos es. ¿Por qué la remilitarización? ¿Se debe a una iniciativa del actual gobierno panameño o a instrucciones del Pentágono? Para contestarla debemos remontarnos a los orígenes de los Estados hace 5,000 años. Sus brazos armados se constituyeron para la conquista de nuevos territorios, para la defensa de los Estados y para el cobro de los tributos a las clases sometidas. Este papel no se ha modificado. Con la implementación de neoliberalismo desde hace unas décadas, las disimetrías sociales se agrandan más y los niveles de vida de la población casa vez son más precarios. Las protestas sociales son más intensas y extensas. Para sofocarlas se requiere a una bien equipada fuerza pública. Panamá, durante el actual gobierno ha sufrido tres represiones militares con muertos, heridos e invidentes.
Pero la remilitarización de Panamá no se limita al papel represivo. Son esenciales para el mantenimiento del sistema de oferta/demanda, pilar del capitalismo. Este sistema es una narcomafia: está constituido por el Capital Financiero Internacional, las Transnacionales, los Grandes Capitales Locales vinculados a esas dos entidades, y el Narcotráfico. Este último le inyecta al Capital Financiero 1,000 millones de dólares al año. Las mayores lavadoras de dinero son las Bancos y las Transnacionales. Se trata de una maraña muy difícil de desenredar. Es por ello que la remilitarización de Panamá, uno de los sitios por donde circula la droga con destino al Norte, tiene que estar muy bien protegido. A pesar de que la droga beneficia a la narcomafia, los presupuestos de todo lo concerniente a la remilitarización lo cargan nuestros escuálidos Estado Nación, lo que lleva a la disminución del dinero destinado a los proyectos sociales, con lo que le circulo vicioso de más riqueza en pocas manos y más pobreza en la población, se acentúa.
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