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Por una declaración europea de los derechos del siervo

Fuentes: Liberation

Traducido por Rocío Anguiano

Excmo. Sr. Presidente de la Comisión Europea, en mi calidad de Director General de la Dirección General de la Imaginación Política, le envié un escrito, tras los fiascos del referéndum de la Constitución Europea, en el que le sugería que cambiara la Europa imposible de los Estados-nación por una Europa mucho más realista de las profesiones: una Europa en la que todos los funcionarios fueran franceses, todos los ingenieros alemanes, todos los arquitectos italianos, todos los camioneros holandeses, todos los transportistas aéreos bálticos, y así sucesivamente.

Si me hubiera hecho caso, la catástrofe aérea que le costó la vida al Presidente polaco podría haberse evitado. En efecto, el piloto del avión en el que viajaba este último no era báltico, como yo le aconsejaba, sino polaco. Y los polacos, que son muy buenos granjeros (¡y excelentes fontaneros!), no destacan precisamente como transportistas aéreos. Son demasiado temerarios para eso, demasiado audaces, como demostró el ímpetu de sus pilotos de caza durante la batalla de Inglaterra.

Pero bueno, lo hecho hecho está. Como dicen los ingleses, no vamos a llorar por la leche vertida, aunque fuera polaca. Sin amilanarme por el hecho de que mi primera propuesta fuera rápidamente desechada, retomo mi pluma para plantearle otra, que podría resolver de una vez por todas los numerosos problemas sociales a los que nos enfrentamos. En esta ocasión y con el fin de acabar, en menos que canta un gallo, con la tragedia del paro, el drama de los sin techo, el avance de la precariedad y de la pobreza, y evitar así el hundimiento de nuestro sistema de salud y pensiones, le propongo que reintroduzca la servidumbre, que desapareció del continente europeo cuando la sociedad industrial y la mecanización agrícola se impusieron. Entonces, su abolición fue aclamada por las mentes preclaras como un inmenso avance para la humanidad. Sin embargo, hoy, debemos admitir que, lejos de hacer de los siervos europeos verdaderos ciudadanos y los iguales de la gente con muchos medios, su emancipación solo ha servido para convertirlos en asalariados explotables y desechables a discreción, bienes muebles que se desplazan a capricho, máquinas-herramientas que se tiran sin duelo cuando están desgastadas o en cuanto dejan de ser útiles.

Lo que me lleva a afirmar que los trabajadores europeos no perderían nada por volver a ser siervos. Incluso tendrían mucho que ganar. Porque, en el régimen feudal, el siervo gozaba de una auténtica personalidad jurídica, no era considerado una cosa, un bien mueble, sino una verdadera persona. Contrariamente a lo que se cree, no pertenecía a su señor, sino a la tierra que trabajaba y en la que vivía. Además, su vinculación a la tierra estaba reconocida por la ley y el señor no podía vender la tierra sin él, ni venderlo a él sin la tierra. En una palabra, bajo el régimen de la servidumbre, los trabajadores y sus medios de producción eran un todo indivisible. Este, estarán de acuerdo conmigo, ya no es el caso en nuestros días, en donde vemos a las empresas fusionarse y desaparecer en función de las especulaciones bursátiles y sin contemplación alguna por los que trabajan en ellas, que dejan de contar en cuanto se hacen las cuentas.

La reintroducción de la servidumbre en el seno de la Unión irá acompañada, evidentemente, de una declaración europea de los derechos del siervo, que retomará, mejorándolas, las disposiciones generales que regían antiguamente ese régimen social. En dicha declaración, el nuevo siervo europeo, frente al obrero o al empleado de hoy, que está a la merced de un simple preaviso, será considerado como parte integrante de su lugar de trabajo y formará un todo con él. Así, ya no se podrá ceder una empresa europea sin que el nuevo siervo europeo que trabaja en ella sea también cedido como parte integrante de esa empresa. El resultado de esta medida, lo habrán adivinado, será impedir los cierres intempestivos de fábricas y explotaciones agrarias, evitar la deslocalización, a países con leyes tan elásticas como exóticas, de las unidades de producción y de las sociedades de servicios y hacer imposible el despido puro y duro de los obreros y empleados debido a «una mala racha».

Esta medida tendrá, además, la ventaja de dejar los sistemas actuales de salud y pensiones a cargo de los propietarios. En efecto, en su calidad de nuevos señores europeos, estos estarán obligados a proteger a sus siervos, no solo del enemigo, sino también de las enfermedades y las epidemias (y seguro que si gestionan sus propios denarios en lugar de los de los contribuyentes-tributantes, lo harán mejor de lo que lo han hecho nuestros gobernantes con la gripe A).

A los mojigatos que se escandalicen ante la propuesta de esclavizar de nuevo a hombres libres, yo les recordaría que cuando el gran Tolstoi, en su arrogante magnanimidad, decidió en 1855 liberar a sus siervos y darles la tierra, estos últimos se negaron. Lo que afligió notablemente al gran hombre. Sin embargo, al observar lo que pasó después, hemos de reconocer que, por muy genio que fuera, Tolstoi tuvo menos sentido común que sus siervos. De forma intuitiva, estos adivinaron que esa libertad, solo se la concedían porque nunca tendrían los medios para usarla y que esa tierra, solo se la daban para poder expulsarlos más fácilmente de ella. Intuitivamente, esa gente supo todo lo que pasaría cuando las relaciones capitalistas hubieran reemplazado socialmente a las relaciones feudales.

Y el futuro les ha dado la razón, ya que hoy, con todo lo libres que en teoría son, los más desfavorecidos a menudo el único bien que tienen a su nombre es su televisor y la única libertad, la de contemplar en él todo aquello de lo que carecen. Y cuando, frustrados, les entran ganas de abrir la boca para protestar, se les aconseja amablemente que se callen y ahorren saliva: ahorrarla para utilizarla, precisamente, delante de la tele.

Esperando, Excmo. Sr. Presidente que esta vez mi propuesta sea aceptada y que pueda, en un futuro próximo, llamarle Mi Señor, reciba mis saludos, ya serviles y siempre atentos.

Fuente: http://www.liberation.fr/societe/0101632224-pour-une-declaration-europeenne-des-droits-du-serf