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Asesores de Sócrates articulan proyectos de control de una emisora de televisión y de dimisión de periodistas incómodos

Portugal: ¿Sócrates, hasta cuándo?

Fuentes: odiario.info / La Haine

Pertenezco a una generación que se volvió adulta durante la Segunda Guerra Mundial. Acompañe con espanto y angustia la evolución lenta de la tragedia que durante casi seis años afecto a la humanidad. Desde la capitulación de Múnich, aún adolescente, tuve dificultad en entender porque no detenian Francia e Inglaterra la escalada del III Reich […]

Pertenezco a una generación que se volvió adulta durante la Segunda Guerra Mundial. Acompañe con espanto y angustia la evolución lenta de la tragedia que durante casi seis años afecto a la humanidad.

Desde la capitulación de Múnich, aún adolescente, tuve dificultad en entender porque no detenian Francia e Inglaterra la escalada del III Reich alemán. Presentía que la marcha al abismo no era una inevitabilidad. Podía ser detenida.

En Mayo de 1945, cuando el último tiro fue disparado y la bandera soviética fue izada sobre las ruinas del Reichstag, en Berlín, formule como millones de jóvenes en todo el mundo la pregunta «¿Cómo fue posible?»

Hitler se suicido una semana antes. En aquellos días sentíamos el peso de un absurdo para el cual nadie tenía respuesta. ¿Como permitió un pueblo de vieja cultura, el alemán, que tanto contribuyo al progreso de la humanidad, permitir pasivamente que un aventurero alocado ejerciera durante 13 años un poder absoluto?. La razón no encontraba explicación para ese absurdo que precipito a la humanidad en una guerra apocalíptica (50 millones de muertos) que destruyo a Alemania y cubrió de escombros a Europa.

Muchos lectores quedaran chocados por evocar, a propósito de la crisis portuguesa, lo que paso en Alemania a partir de los años 30. Quiero aclarar que no me pasa siquiera por la cabeza establecer paralelos entre el Reich hitleriano y el Portugal agredido por Sócrates. Cualquier analogía seria absurda. Son otros el contexto histórico, los escenarios, la dimensión de los personajes y los efectos.

Mas hoy también en Portugal se justifica la pregunta «¿Cómo fue posible?» Si. ¿Qué extraño conjunto de circunstancias condujo al País al desastre que lo afecta?, ¿Cómo explicar que el pueblo que fue sujeto de la Revolución del 25 de Abril tenga hoy como Primer Ministro, transcurridos 35 años, una criatura como José Sócrates?, ¿Cómo podemos los portugueses soportar pasivamente hace más de cinco años la humillación de una política autocrática, sembrada de escándalos, que ofende la razón y arruina y ridiculiza al país frente al mundo?.

El descalabro ético socrático justifica otra pregunta: ¿Cómo puede un partido que se llama Socialista (aunque sea neoliberal) haber desde el inicio apoyado firmemente con servilismo, en ocasiones con entusiasmo, y continuar apoyando, el desgobierno y disparates de su líder, el ciudadano Primer Ministro?

Portugal cayó en un pantano y no hay respuesta satisfactoria para la permanencia en el poder del hombre que insiste en presentar un panorama triunfalista de la política reaccionaria responsable por la transformación acelerada del país en una sociedad parasita, súper envidiada, que consume mucho más de lo que produce.

Puede mucha gente concluir que exagero al atribuir tanta responsabilidad por el desastre a un individuo. Eso porque Sócrates es, al final, un instrumento del gran capital que lo coloco al frente del Ejecutivo y del imperialismo que lo apoya. Más no creo en este caso pueda reducir el significado del factor subjetivo.

No conozco precedente en nuestra Historia para la cadena de escándalos mayúsculos en que surge envuelto el actual Primer Ministro. Es tan alarmante que los primeros, desde el misterio de su diploma de ingeniero, obtenido en una universidad fantasma (ya cerrada), aparece como cosa banal cuando se compara con los más recientes.

El último en estos días es tema de encabezados en la Comunicación Social y ya de ellos se habla más allá de las fronteras. Es al final un escándalo viejo, que el Presidente del Supremo Tribunal y el Procurador General de la República intentaron apagar, pero que retomó actualidad cuando un semanario divulgó extractos de conversaciones del caso Cara Oculta.

Algunos despachos del procurador de Aveiro y del Juez de instrucción criminal del Tribunal de la misma comarca, con transcripciones de conversaciones telefónicas, valen por una demoledora pieza acusatoria reveladora de la vocación liberticida del gobierno de Sócrates para amordazar la Comunicación Social.

Esta vez el Primer Ministro quedó expuesto sin defensa. Las voces de gente suya articulando proyectos de control de una emisora de televisión y de la dimisión de periodistas incómodos están grabadas. No hay desmentidos que puedan apagar la conspiración.

Un mar de lama escurre de esas conversaciones, envolviendo al primer Ministro. La agresiva tentativa de defensa de este lo refunde más en el pantano. Imposibilitado de negar los hechos, califica de «infame» la divulgación de aquello a que llama «conversaciones privadas».

Basta recordar que todas las grabaciones de los diálogos telefónicos de Sócrates con el banquero Vara, su ex-ministro, serán destruidas por decisión (lamentable) del Presidente del Supremo Tribunal de Justicia, para tener la certeza de que serian muchísimo más comprometedoras para Sócrates que las «conversaciones privadas» que tanto lo indignan ahora, divulgadas además días después de, en un restaurante, haber defendido, en amena «conversación» con dos ministros suyos, la necesidad de silenciar al destacado periodista Mario Crespo de da emisora de television SIC Noticias.

No es solo por ser indesmentibles los hechos que este escándalo difiere de los anteriores que colocaron a José Sócrates en el banco de los reos del Tribunal de la opinión pública. Esta vez la hipótesis de su dimisión es levantada en editoriales de diarios que lo apoyaron en los primeros años y personalidades políticas de múltiples cuadrantes afirman sin rodeos que no tiene más condiciones para ejercer el cargo.

El ciudadano José Sócrates ha mentido repetidamente al país, con desfachatez y arrogancia, exhibiendo no solo su incompetencia y mediocridad, pero, lo que es más grave, una debilidad del carácter incompatible con la jefatura del Ejecutivo.

Repito: ¿Cómo puede tal criatura permanecer como Primer Ministro? ¿Hasta cuándo, Sócrates, tendremos que te soportar?

El original portugues de este articulo fue publicado por www.odiario.info

Traducido para La Haine por Pavel Blanco Cabrera

http://www.lahaine.org/index.php?p=43310