Hace unos años fue Berlusconi. Este infame dirigente ─a quien la justicia italiana ha reconocido que es un delincuente adicto a la prostitución, que organizaba bacanales en su casa con jovencitas menores, ─autorizó la política represiva de su ministro del interior perteneciente a la racista Liga Norte con quienes gobernaba en coalición, enviando a los […]
Hace unos años fue Berlusconi. Este infame dirigente ─a quien la justicia italiana ha reconocido que es un delincuente adicto a la prostitución, que organizaba bacanales en su casa con jovencitas menores, ─autorizó la política represiva de su ministro del interior perteneciente a la racista Liga Norte con quienes gobernaba en coalición, enviando a los Balcanes, que estaban en plena guerra civil, a las pobres familias gitanas que huían de un enfrentamiento entre los «gadché» del lugar por causa de disputas territoriales.
Más tarde, el malvado ministro determinó que, para que los gitanos estuvieran mejor controlados, a los niños pequeños se le debía tomar las huellas dactilares para que fueran grabadas en un archivo policial. Esto sucedió hace tan solo cuatro o cinco años.
Pero cuando creíamos que la imaginación de los racistas había llegado a su límite, nos encontramos con que el alcalde del ayuntamiento de Borgaro, población cercana a Turín, ha propuesto el establecimiento de autobuses separados para que los gitanos no viajen en los mismos vehículos que los no gitanos. De esta forma se ha superado hasta el régimen de apartheid de los Estados Unidos porque en los años comprendidos en las décadas de 1950 y 1960 los blancos y los negros podían viajar en los mismos autobuses aunque, eso sí, los blancos delante y los negros detrás.
Los gitanos italianos están al límite de su resistencia. Por esa razón han hecho un llamamiento para que la gente se manifieste contra tanta ignominia. La Associazione Nazione Rom (ANR) que forma parte del Consiglio Nazionale Rom (CNR) han organizado una manifestación nacional que se ha celebrado dentro y fuera de la estación de ferrocarril de Santa María Novella, en Florencia, para denunciar la violencia, el racismo y la persecución que padecen los gitanos en todo el país.
La ANR entiende que ya se han superado todos los límites porque ni siquiera el Gobierno italiano dirigido por Matteo Renzi, respeta los acuerdos firmados por el Presidente de la República, Giorgio Napolitano, en Bruselas el cinco de abril de 2011 en donde los poderes públicos se comprometían a respetar el cuadro estructural de la inclusión social de los gitanos en la sociedad italiana.
Los gitanos se han manifestado en la Estación de Santa María Novella porque en esta estación, de hecho, está prohibido que los gitanos suban a los trenes. Hace tan solo cinco días un jovencito gitano, casi un niño, Pascal Costel subió a las tres de la tarde al tren de Pistoia. Su viaje duraría unas cuantas paradas. Se bajaría en Castillo Rifredi donde vive en una humilde casa con su familia. Pero su viaje se truncó porque el jefe del tren, sin controlar siquiera el billete que el muchacho había comprado, lo agarró por la camisa y sin reparar en las lágrimas de la criatura lo arrojó violentamente del tren.
Unos días antes, manifiesta la ANR, Fernando, un gitanillo menor de edad, sacó su billete para entrar en la estación de Florencia y dirigirse al andén número cinco donde están los baños públicos a los que se accede pagando. El muchacho tenía dinero para pagar la entrada pero a pesar de mostrar una evidente minusvalía en uno de sus brazos fue lanzado fuera del acceso al baño por el personal afecto a los Ferrocarriles del Estado. A los gitanos, como consecuencia de la ordenanza racista antigitana del Comité de Orden Público y Seguridad de Florencia del 20 de febrero 2014, se les niega el acceso a los cuartos de baño.
La mecha ya está encendida. El alcalde de Borgaro dice que él no es ningún racista. «Se trata de defender la legalidad y la seguridad», ha manifestado. Lo mismo que decían Hitler y sus secuaces. Y el resultado no se ha hecho esperar. Los políticos de la ultraderecha del partido Liga Norte ya han propuesto que también en Roma se establezcan autobuses para los «gadche» y autobuses para los gitanos.
Por eso nos preguntamos ¿hasta donde vamos a llegar? ¿Es que la sociedad, la gente de la calle, las autoridades, los ciudadanos que van a misa y los que no van, los militantes de los partidos democráticos y los que pasan de todo han olvidado ya que Hitler y el nacionalsocialismo empezaron así y sabemos donde terminó?
Quiera Dios que pronto, unos y otros, recobren la memoria.
Juan de Dios Ramírez-Heredia. Abogado y periodista, presidente de Unión Romani
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