Esta semana hubo un nuevo día de huelga general en Francia. Para contrarrestar la reforma del sistema de pensiones del gobierno de Emmanuel Macron, el pasado 31 de enero los franceses salieron a protestar en medio de una jornada de paro nacional. Se trata de la segunda huelga generalizada, tras la del pasado 23 del mismo mes, ambas convocadas por la totalidad de organizaciones sindicales, de forma unitaria. Si bien el seguimiento de la segunda huelga fue algo menor, el número de manifestantes aumentó. El Ministerio del Interior cifra en 1,27 millones el número de personas que salieron a la calle, cifra récord desde las movilizaciones del Plan Juppé sobre las jubilaciones de 1995.
Francia respira combatividad estos días. Los franceses sienten más que nunca en las últimas décadas que su reivindicación es justa. Philippe Martinez, secretario general de la CGT, ha afirmado con rotundidad que “el gobierno ha perdido la batalla ideológica”. Efectivamente, el 68% de la población francesa está en contra de la reforma, según la última cifra del Instituto Francés de Opinión Pública. Ante tal rechazo, el tono de la primera ministra, Elisabeth Borne, principal responsable gubernamental a cargo de la iniciativa, se ha endurecido desde el comienzo de la movilización, llegando a sentenciar que la reforma “no es negociable”.
Macron, que se oponía en 2019 al aumento de la edad legal de jubilación, hoy lidera un gobierno que quiere retrasarla de los 62 a los 64 años, alargando igualmente el periodo de cotización para disfrutar de una pensión plena. A modo de mantra, el macronismo, liderado por Borne, repite que esta medida es necesaria para salvar el sistema de pensiones. El discurso gubernamental entra en contradicción con el del presidente del Consejo de Orientación de Jubilaciones, quien declara que la situación de las pensiones francesas es estable. En cualquier caso, de haber déficit, la inevitabilidad de la reforma está en entredicho, pues otras medidas, como aumentar los salarios o las cotizaciones de las empresas, también podrían subsanarlo. Sin embargo, no solo están fuera de la discusión, sino que son juzgadas por el Ministro de Economía Bruno Le Maire como “irresponsables”.
Ante esta postura del gobierno, Francia se ha levantado. No es raro escuchar estos días en medios de comunicación testimonios de manifestantes que declaran no haber salido nunca a la calle, o no haberlo hecho en los últimos años, muchos de ellos de avanzada edad. Las circunstancias, además, han propiciado un auge de la solidaridad intergeneracional, ya que la juventud francesa se ha sumado a la movilización.
Dos días después de la huelga general del 23, numerosas asociaciones juveniles convocaban una manifestación nacional de rechazo a la reforma. Muchos jóvenes también se movilizan por primera vez, como Manès, de 15 años, que declaraba al micro de BFMTV: “Esta reforma va a repercutir sobre nosotros, porque alargando la edad de jubilación el gobierno aumentará el paro”.
En la Asamblea, el gobierno podría llegar a tener problemas para obtener una mayoría parlamentaria con la que aprobar la reforma. La única fuerza en la que puede encontrar los apoyos necesarios, la derecha conservadora de Los Republicanos, se encuentra dividida. Por añadidura, el gobierno tiene en contra a la totalidad de los sindicatos, que desde hacía tiempo no llamaban a la huelga general de manera unitaria. En el mundo del trabajo, los que secundan mayoritariamente el paro nacional abarcan educación, transportes, función pública y el sector de la energía. Incluso una parte del sector privado, normalmente ausente en estas ocasiones, ha secundado la huelga.
¿De dónde sale esta movilización masiva, precedida de altas cifras de abstención en las elecciones de los últimos años? Primeramente, hay varios indicadores que provocan que esta ley se perciba como profundamente injusta. Por más que el gobierno apele a la responsabilidad del conjunto de los franceses, los que se verán más afectados por la reforma son aquellos cuya vida laboral comenzó más temprano. Estos casos responden en gran parte a aquellas personas que no llevaron a cabo estudios superiores y cuyos empleos son más precarios. De igual forma, las mujeres se ven mucho más penalizadas que los hombres.
“Si vivimos más, tenemos que trabajar más”. Con esta consigna, el macronismo intenta convencer de la necesidad de la reforma. En la actualidad, los franceses varones viven de media 79 años, 6 años menos que las mujeres. Pero si es cierto que la esperanza de vida en Francia ha aumentado en los últimos años, no ocurre lo mismo con la esperanza de vida “en capacidad plena”, es decir, sin tener problemas de salud, que se sitúa en los 63 años para los hombres y en los 64 para las mujeres. Estas cifras son todavía más preocupantes, si se añade a la ecuación que la esperanza de vida disminuye a medida que lo hace el nivel de vida de los franceses.
¿Por qué tanto trabajo?
Más interesante aún es otro de los factores que parece explicar el rechazo de la reforma: la relación de los franceses con el trabajo. La filosofía de la “cultura del esfuerzo” está en crisis en el Hexágono. Un reciente informe de la Fundación Jean Jaurès muestra que, entre 1990-2021, los franceses que pensaban que el trabajo era una parte “muy importante” de sus vidas, ha pasado del 60% al 24%. Asimismo, si en 2008 un 62% de franceses prefería ganar más dinero frente a tener más tiempo libre, hoy la opción inversa ha ganado muchísimo terreno: solo el 29% se decanta por la primera, mientras que el 61% elige el tiempo libre. Así, la situación que se vive en Francia es muy extraña: hay una población que quiere trabajar menos en un país cuya tasa de paro lleva meses rozando el mínimo histórico y donde hay una alta demanda de mano de obra. Eso, para el gobierno, no es suficiente e insiste en buscar el pleno empleo. Y, claro, en que se trabaje más años.
Si tanta gente se manifiesta estos días en Francia es porque ven que el tiempo se les escapa entre los dedos, en empleos que les generan malestares físicos y mentales. La ansiada jubilación, con la que sueñan para poder finalmente disfrutar de la vejez, está cada vez más lejos y no acaba nunca de llegar.
La movilización, que se ha articulado en torno a reivindicaciones económicas, ha pasado a poner sobre la mesa cuestiones relacionadas con el sentido mismo de la vida más allá del trabajo. Con esta idea en mente, una amplia mayoría de franceses ha ido a la huelga general por segunda vez en las últimas semanas, en un ciclo de movilizaciones anormal por su transversalidad y que difícilmente olvidarán. El mundo entero, seguramente, debería prestar atención y preguntarse: ¿por qué se plantan los franceses?
Fuente: https://www.lamarea.com/2023/02/03/protestas-en-francia-la-vida-mas-alla-del-trabajo/