Recomiendo:
6

Serbia

¿Qué entendemos por “cambiar el sistema”?

Fuentes: Mašina

La magnífica manifestación organizada por los estudiantes en Belgrado y el temor a que fuera desviada por incidentes orquestados y tentativas de provocar la violencia ya han quedado atrás. Ni ćaciland 1, ni los siniestros disparos de un cañón sónico, ni las aspiraciones de algunos a desencadenar otro 5 de octubre lograron provocar el caos. La gente se mantuvo responsable y se unió, y los y las estudiantes lograron mantener el control de su concentración, decidiendo disolverla ante la primera señal de peligro, perseverando en su intención de no tomar medidas definitivas, sino más bien llevar a cabo cambios tectónicos. ¡La lucha continúa! Todavía queda mucho bombeo por hacer, así que sigamos, sin miedo, en el terreno de la ideología, el terreno de la peste.

Tras meses de confusión ideológica, es decir, de no declaración, últimamente se perfilaban orientaciones ideológicas más claras, tanto entre estudiantes como en la sociedad en general. Por un lado, son visibles en la aparición y la presencia creciente de banderas No Surrender 2 (así como de banderas del ejército ortodoxo ruso y símbolos chetnik) y, por otro, en los esfuerzos de la oposición y el público liberal —y de algunos grupos liderados por estudiantes— por reducir la rebelión estudiantil y el levantamiento social a un cambio de régimen, traducirlo al lenguaje de la política institucional, desviarlo hacia la democracia liberal, bajo la administración temporal de un gobierno de expertos que garantice las condiciones para unas elecciones libres y justas, etcétera.

Ambas posiciones evocan el relato de las dos Serbias —la nacionalista frente a la liberal—, el principal paradigma de los años 90 y principios de 2000, pero su tiempo también ha pasado. Contrariamente a las ideas preconcebidas sobre la política en Serbia (y más allá), esta dicotomía clásica no es inevitable. De hecho, es posible criticar ambas posiciones simultáneamente; en realidad, representan las dos caras de la misma moneda capitalista.

Ambas nos remiten a los principales pilares del sistema. Las banderas, y el hecho de que el estudiantado no se haya distanciado de ellas, revelan los puntos neurálgicos del orden existente: la razón de ser de primer orden del Estado serbio —Kosovo— y el marco etnonacional del Estado y su entrelazamiento con la Iglesia ortodoxa serbia; puntos negros, zonas peligrosas prohibidas que, en opinión general, no deben cuestionarse. Por el contrario, la insistencia en el marco político de la democracia liberal nos mantiene en la matriz del realismo capitalista.

No corresponde a los y las estudiantes plantear y articular todas las cuestiones. Ellos mismos lo dicen: “Las respuestas a las preguntas más generales sobre el Estado y la sociedad no conciernen solo a las y los estudiantes y, por lo tanto, no pueden recaer únicamente sobre sus hombros”. A muchos les cuesta asimilar lo que ya han planteado —con su cuarta reivindicación, la democracia directa, sus declaraciones (como la Carta al pueblo de Serbia, el Edicto de los estudiantes, la Carta a los estudiantes de todo el mundo)—, cuestionando la democracia liberal (representativa) y su marco económico neoliberal y reclamando un “cambio sistémico”. Lo que se entiende exactamente por este cambio sigue siendo en parte vago, de modo que las numerosas contradicciones de la lucha permiten a cada uno interpretar este cambio según sus preferencias.

¿Cambio de régimen o cambio de gobierno?

A primera vista, el cambio de sistema implica un cambio de régimen. Es en este nivel donde opera toda la oposición, incluidos los medios de comunicación y los comentaristas de todos los bandos. Las mismas voces autorizadas (o sus discípulos ideológicos) prometen de nuevo la misma democracia liberal, como si los últimos treinta años no hubieran existido, como si la democracia liberal no se hubiera derrumbado hasta lo más profundo de sí misma. Como dice Boris Buden, para ellos “el objetivo final de la manifestación es claro e indiscutible: limpiar el Estado de los elementos corruptos y proceder así a una especie de revisión general, tras la cual quedará como nuevo”. Supongo que, según el razonamiento de la tercera vez, Serbia se convertirá por fin en un país normal.

Desde esta perspectiva, que reduce la política al sistema político de la democracia liberal, la protesta estudiantil es criticada por ser antipolítica. “La solución debe encontrarse en la arena política”, dicen, es decir, a través de los partidos políticos, las elecciones, el parlamento, etc. Para tener éxito, la rebelión de las masas amorfas y políticamente no articuladas debe pasar por los canales adecuados: el sistema político y la sociedad civil.

Afortunadamente, la política es mucho más amplia que la política institucionalizada y el agente de la rebelión en Serbia no son ni las masas amorfas ni el sector civil que traduce las demandas de las masas en beneficio de los llamados responsables de la toma de decisiones, sino la sociedad. Esto es lo que Partha Chatterjee, al analizar las acciones políticas de las comunidades que “transgreden las estrictas líneas de la legalidad en su lucha por vivir y trabajar”, ha denominado sociedad política, en contraposición a sociedad civil.

Esta misma sociedad se ha autoorganizado políticamente en los últimos cuatro meses más allá de las instituciones políticas formales. Actúa políticamente en el día a día: en los plenos estudiantiles, en las nuevas asociaciones informales de profesores en huelga, en las iniciativas Culture in Blockade en Belgrado y Kikinda, en el pleno de la Biblioteca Nacional, en diversos grupos vecinales y de padres que apoyan a profesores y estudiantes, en las ocupaciones de universidades privadas, en las protestas y reivindicaciones de trabajadores del transporte público de Belgrado, del GSP, de farmacéuticos de Belgrado, Kragujevac y Užice, en los bloqueos de  agricultores en Bogatić y Rača, en las reivindicaciones de las y  los ingenieros de Serbia, en los boicots a las grandes cadenas de distribución, en el movimiento contra el proyecto Jadar, en los grupos formales e informales que luchan contra los  proyectos de desarrollo como la EXPO y el hotel de Jared Kushner, en el esfuerzo de los trabajadores y trabajadoras del sector de las tecnologías de la información por proporcionar ayuda financiera a las y los educadores en huelga 3, y la lista sigue. Con la excepción de algunos sindicatos y asociaciones profesionales comprometidos, todas estas iniciativas políticas no son  institucionales. Con la rara excepción de la ciudad de Kraljevo, donde la oposición política goza de suficiente legitimidad como para contar con el apoyo de la sociedad.

En su carta al pueblo de Serbia (me llena de esperanza que los y las estudiantes no se dirijan al pueblo serbio, sino al pueblo de Serbia), el movimiento conecta literalmente los puntos de lo que se ha ido expresando en sus acciones durante meses, pero que las y  los comentaristas y supuestos representantes políticos ignoran constantemente. A la pregunta  “¿Cuál es el siguiente paso?”, los y las estudiantes responden sin ambages “Todos a las asambleas”, llamando a la democracia directa en otros ámbitos públicos.

Es evidente que la comprensión que tienen los estudiantes del cambio sistémico va más allá de un simple cambio de régimen. Abogan por un cambio en la forma en que se gobierna la sociedad, por instituciones que se construyan desde la base.

Las y los políticos y las y los líderes de opinión en el poder están fallando estrepitosamente en esta prueba de apoyo a los estudiantes, a pesar de que se supone que deben apoyarlos plenamente. Lo mismo ocurre con actores más progresistas, como el Centro Cultural de Belgrado (KCB), la primera institución no estudiantil que fue parcialmente ocupada. Resulta que apoyan la rebelión en la medida en que esta no los cuestiona a ellos también, optando por hacer alarde de su virtud en lugar de apostar por lo que realmente está en juego. Si bien la liberación del KCB tiene sin duda sus propios problemas importantes, no se puede negar que, al ocupar un espacio físico, ha abierto una brecha en el orden habitual de las cosas y nos ha permitido hablar de ello, confirmando que, como señala Christine Ross siguiendo a Cherniyshevski, “las acciones producen sueños e ideas, y no al revés”.

Jacques Rancière  insiste en este punto en su carta de apoyo a los estudiantes: “El movimiento de los estudiantes y los jóvenes en Serbia nos recuerda que no podemos separar el fin de los medios y que la democracia no es un objetivo externo, sino una práctica”. La belleza y los sueños de la rebelión se derivan todos de la práctica misma de la democracia estudiantil.

En el contexto de la democracia liberal

La exhibición de la virtud es una postura favorita del público liberal preocupado, que desaprueba las banderas No Surrender y otros recuerdos de la derecha, al tiempo que alimenta el mito de Zoran, canonizando acríticamente, en lugar de problematizarlo, el legado del político que asimiló a los chetnik a los partisanos, introdujo la enseñanza religiosa en las escuelas y se mostró propenso a concluir alianzas pragmáticas. En definitiva, en lo que respecta a Kosovo, la política del Gobierno que dirigió no se apartó significativamente de la proclamada en la Constitución de 2006, cuya adopción fue apoyada por sus sucesores políticos e ideológicos. Por no hablar del balance de sus políticas económicas.

Además, sus principales bazas, la normalidad que promete desde hace décadas y los valores europeos, es decir, el estilo de vida europeo que defiende, han sido entretanto militarizadas por la derecha radical. No olvidemos el eslogan electoral de la AfD alemana en las últimas elecciones federales: “Alemania, pero normal”. En la misma línea, la defensa del modo de vida europeo es la principal herramienta discursiva utilizada por la UE y sus Estados miembros para justificar la muerte de refugiados en el Mediterráneo.

A pesar de toda la bravuconería lingüística, especialmente visible en la yuxtaposición del nacionalismo civil y étnico, el fundamento de la democracia liberal europea (así como nuestros propios intentos) no es otro que el Estado-nación, fiel hasta la médula a “la ecuación fundacional del Estado republicano moderno”, como la llamó Étienne Balibar: nacionalidad = ciudadanía.

La oposición y el público liberal se mantienen al margen de estas aguas nauseabundas. ¡Que no se miren al espejo! Prefieren permanecer a salvo en los caparrones de las instituciones políticas formales, donde no hay política. Ni siquiera en la maleza; la política está en otra parte.

Al igual que los estudiantes, a diferencia de la oposición, consideran que la democracia “no es un objetivo externo, sino una práctica”, también ellos han iniciado esta conversación. Gracias a su lucha, podemos ver lo que está pasando en Novi Pazar 4, podemos ver a las y los bosnios, eslovacos, valacos y romaníes no como caricaturas de sus representantes políticos, ni como minorías, sino como miembros iguales de la sociedad.

Todo esto no le concierne a la oposición. Esta deambula perdida, incapaz de encontrar su papel. ¿Quizás podría intentar desempeñar un papel de mediadora en lugar de representante? En lugar de hablar en su nombre, podría abrir un espacio para que la sociedad hable por sí misma (lo que, por cierto, ya está haciendo). En lugar de intentar formar un gobierno de transición entre ellos, que difícilmente tendría legitimidad para representar a nadie más que a ellos mismos, podría intentar mantener este debate con la sociedad política autoorganizada.

Y cuando digo sociedad, no me refiero solo al sector civil (que, de todos modos, está amenazado por un colapso inminente, tras la retirada de los fondos estadounidenses), ni a ProGlas 5. Y desde luego no me refiero a los grupos de derecha (radical) y a sus esfuerzos por dar una nueva imagen o tomar el control de la lucha estudiantil (como ha sido el caso en Čačak).

Pienso en la Asociación de Escuelas en Huelga, en las y los farmacéuticos en rebelión, en el profesorado y las y los trabajadores sociales y culturales, pienso en las y los agricultores, en la Asociación de Organizaciones Medioambientales de Serbia (SEOS) y en otros grupos de defensa de la naturaleza, en las numerosas asambleas ciudadanas que no dejan de formarse. Pienso en todos los trabajadores y trabajadoras de estos sectores vitales a los que aún hay que convencer o ayudar a rebelarse. Pienso en el aparato represivo.

Si quiere ser relevante y, sobre todo, si quiere ser útil, la oposición podría dialogar con estos grupos, escucharlos, responsabilizarlos y conectarlos entre sí, acordar con ellos estrategias, soluciones transitorias, representantes y prioridades. La oposición podría esforzarse por estar presente en los lugares donde se perfila la nueva política, donde se construyen nuevas instituciones y nuevos puntos de vista. Podría plantear allí cuestiones, incluso dolorosas y desagradables, sobre el pasado y los fundamentos del Estado.

La economía política y el punto negro de las manifestaciones estudiantiles

El abandono del realismo capitalista está implícito en la lucha de los y las estudiantes y otros grupos sociales rebeldes. Todos parten de la constatación de que la época feliz de la globalización hace tiempo que pasó y que el capitalismo, especialmente en su forma neoliberal, no ha traído prosperidad, sino destrucción, lo que indica que es necesario un cambio de paradigma económico. Las y los estudiantes, trabajadores culturales, sanitarios y sociales exigen mayores inversiones públicas; las y los farmacéuticos y trabajadores del transporte público exigen el fin de las privatizaciones y la revisión de los contratos público-privados existentes. SEOS exige la suspensión total del proyecto Jadar y los trabajadores de Proleter en Ivanjica bloquean la fábrica, exigiendo el pago de los salarios que se les adeudan.

La reticencia a cuestionar el statu quo económico es evidente en la tendencia a ignorar a los actores y elementos de la lucha que lo cuestionan. Así, los bloqueos de las universidades privadas han sido silenciados, a pesar de la presión ejercida por sus estudiantes. Como ha escrito Tatjana Rosić, plantean la cuestión de si la libertad académica puede existir en una empresa privada, cuyo único objetivo, en última instancia, es obtener beneficios. Y, en términos más generales, ¿puede existir una ágora privada, una propiedad privada dedicada a las libertades públicas? La respuesta debería estar más que clara para nosotros y nosotras si observamos la rápida transformación del difunto Twitter en el fascista X. Más recientemente, la detención y expulsión planificada del activista pro palestino Mahmoud Khalili en Estados Unidos, llevada a cabo con el apoyo de la Universidad de Columbia, su institución académica, nos dice todo sobre la posibilidad de la libertad académica en el marco de una empresa privada.

Con la lente de la economía política, ahora podemos volver sobre los puntos negros de las protestas estudiantiles, el indiscutible Kosovo y la formulación nacional del interés del Estado. Al igual que las banderas No Surrender dominan el espacio porque la Constitución las fomenta, el interés nacional, por inercia, tiende a suprimir el carácter de clase de la rebelión social. La divergencia entre el interés nacional y el interés de clase, es decir, la cuestión de si prevalecerá la perspectiva de clase o la perspectiva nacional de la lucha, es crucial para el futuro de la rebelión y de Serbia.

Tomemos un poco de distancia para examinar el rendimiento de los proyectos nacionales antisistema. En su análisis de los programas económicos de los partidos de la derecha radical en Europa, Jan Rettig concluye que sus políticas pueden considerarse parcialmente antisistémicas, ya que rompen con la fe ciega en el mercado. Sin embargo, esta ruptura tiene como único objetivo proteger el capital privado nacional. Mientras se introducen medidas de protección, el saqueo neoliberal del sector público y la privación de los derechos de las y los trabajadores no solo no se detienen, sino que se intensifican.

Esta trayectoria quedó claramente de manifiesto durante los primeros meses de la presidencia de Trump. El guerrero más consecuente contra el establishment concede miles de millones en contratos públicos y subvenciones a su mano derecha (y al hombre más rico del mundo), al tiempo que cancela programas de apoyo a los pobres, detiene la financiación de universidades y proyectos científicos y reduce drásticamente el sector público, dejando a miles de personas sin trabajo y sin ingresos.

En Europa, los gobiernos de derecha y de centro (incluido el peocupantemente decepcionante Die Linke), en su frenesí belicista, inyectan dinero en las industrias militares privadas, revelándose, en medio de su conmoción por la traición de Trump, como fieles seguidores de su giro imperial. En las calles de Berlín se ven por todas partes vallas publicitarias que promocionan los drones militares de fabricación alemana de la empresa Quantum Systems. Uno de sus principales inversores es el propietario de Palantir, el financiero de toda la vida de Trump y conocido seguidor de la derecha radical, o debería decir del fascismo, Peter Thiel. Según los medios de comunicación, Quantum Systems duplicará su producción de drones para la guerra en Ucrania en 2025.

El rechazo abierto de Trump al derecho internacional y al orden basado en normas de la posguerra, en favor de una política imperial sin disfraz, ha dejado al descubierto a Europa como una periferia, no como un socio, sino como una esfera de interés, el proverbial Oriente Medio o América Latina, donde el antiguo hegemón benévolo hace lo que quiere, mientras busca llegar a un acuerdo con otro imperio potencial (Rusia) sobre el reparto del botín (Ucrania).

La tierra, no el territorio

¿Dónde encontrarán estos militaristas los recursos necesarios para sus empresas imperiales? ¿A quién utilizarán como carne de cañón? Desde luego, no a sus hijos, sino a los nuestros. Y por nuestros hijos no me refiero solo a los serbios, sino a todos los periféricos, todos los marginados, todos los obreros, todos los niños de las fronteras, como los niños de Ucrania; todos los niños sobrantes, como los niños de Palestina, que ocupan un espacio que podría convertirse en una hermosa Riviera.

Si los intereses nacionales, encarnados en las banderas No Surrender, prevalecen en la lucha por el sentido y los objetivos de la revuelta social, Serbia no tendrá más remedio que alinearse con una primera, segunda, tercera o quinta potencia imperial a la que ofrecerá todo lo que tiene: personas, tierras, recursos. En este escenario, solo las élites compradoras, políticas y económicas, pueden salir ganando.

A diferencia de la perspectiva nacional, que, según mi conocimiento, solo está presente de manera simbólica, la perspectiva de clase y la perspectiva interseccional impregnan todos los aspectos de la rebelión estudiantil y social. Sus consignas son la justicia, la solidaridad, la igualdad, la ayuda mutua y una vida digna para cada ser humano.

A diferencia de la derecha antisistema, que se basa en el esencialismo y el nativismo, las jerarquías de género, clase, raza y etnia, la carga antisistema de la lucha estudiantil es profundamente feminista, ya que pone en primer plano la ética del cuidado. La atención a las personas excluidas, las débiles, las oprimidos, las invisibles y las olvidadas. Valora profundamente la vida (y no solo la vida humana), promueve la no violencia, la unidad y la preocupación por el bien común. La lucha estudiantil es antifascista, porque se preocupa por el bienestar de los demás. Es anticolonial y antiimperial, porque rechaza la lógica de la supremacía (blanca), y es sin duda una lucha de clases porque no acepta el carácter “natural” de la apropiación y la explotación.

No importa que nuestros políticos redundantes se esfuercen por establecer una nueva versión de la democracia liberal, el sistema internacional en el que Serbia existe, nolens volens, ha cambiado irreversiblemente. No podemos volver atrás. ¿Y por qué deberíamos hacerlo? Ese pasado es responsable del apocalipsis que estamos viviendo actualmente —político, económico, ecológico— que priva a los jóvenes de hoy de su derecho a un futuro. En lugar de elegir perecer en una guerra nuclear o quemarse bajo el sol, la juventud elige al menos luchar por la posibilidad de un futuro diferente.

Este texto puede leerse, por tanto, como un llamamiento a los liberales para que, si no quieren o no pueden ayudarles, al menos no deberían ponerles trabas. No hay ningún modelo, y desde luego no debemos seguir el que ya ha fracasado. No hay caminos trillados, el camino a seguir es muy arriesgado y el resultado incierto. El movimiento estudiantil es políticamente rudimentario, a veces torpe en la articulación de sus principios, condenado, como el resto de nosotros y nosotras, a la terminología y al aparato conceptual heredados de un sistema moribundo. Sus ideales no están completamente desarrollados, pero el carácter concreto de su lucha produce ideas y sueños.

Al pensar e imaginar colectivamente realidades económicas y políticas diferentes, podríamos querer elevar nuestras cabezas por encima de nuestras luchas individuales. Mirar al pasado, a la experiencia de la Comuna de París, hacia lo que se llama el Sur global, a Rojava, una sociedad sin Estado, a la Bolivia plurinacional. Hacia la resistencia palestina que toma el olivo como símbolo y sitúa la tierra en el centro de su lucha, no como territorio estatal ni como propiedad, sino como suelo portador de vida. “Los países y las fronteras son todos inventados, lo verdadero es la tierra, y la tierra nos acepta dondequiera que muramos”, como dice la sabia Yusra, en la serie Mo. La tierra nos pertenece no porque seamos originarios de ella, ni porque sea nuestra, sino porque asumimos la responsabilidad de cuidarla, de restaurarla, porque solo restaurando la tierra podemos restaurarnos a nosotros mismos.

https://www.masina.rs/eng/with-largest-protest-in-serbia-behind-us-what-do-we-mean-by-changing-the-system/

Traducción: viento sur

  • 1 Ćaciland, término coloquial utilizado para describir un campamento de estudiantes que quieren estudiar, que se instaló en el parque frente al Parlamento en los días previos a la manifestación estudiantil. Además de los “estudiantes 2.0”, el campamento estaba lleno de partidarios del SNS y funcionarios.
  • 2 Nema predaje, banderas que significan que Serbia no ha renunciado a recuperar Kosovo.
  • 3 Las y los profesores de primaria y secundaria, y más recientemente los profesores profesoras y el personal de las universidades, han visto reducidos sus salarios en un intento (ilegal) del Ministerio de Educación de presionarlos para que pongan fin a su huelga de varios meses (unos 20 000 profesores y miembros del personal no han recibido su salario o lo han recibido reducido). Hasta ahora, se han distribuido alrededor de medio millón de euros a más de 1500 educadores.
  • 4 Ciudad y municipio de mayoría bosnia en el oeste de Serbia.
  • 5 Grupo de profesores, académicos y personalidades públicas que, desde finales de 2023, llevan a cabo una campaña contra el control del SNS sobre el Estado y las instituciones.