Aunque usted, lector, no lo haya leído en la prensa o visto en las mayores cadenas de televisión u oído en las radios de mayor difusión, el hecho es que hoy estamos viendo unos cambios muy sustanciales de las izquierdas en varios países europeos, resultado de una protesta generalizada frente a las políticas que han […]
Aunque usted, lector, no lo haya leído en la prensa o visto en las mayores cadenas de televisión u oído en las radios de mayor difusión, el hecho es que hoy estamos viendo unos cambios muy sustanciales de las izquierdas en varios países europeos, resultado de una protesta generalizada frente a las políticas que han caracterizado gran parte de los partidos de izquierda gobernantes en estos países, políticas que, en lo esencial, no fueron distintas de las que aplicaban las derechas gobernantes, presentándolas como las únicas posibles.
Lo ocurrido con el PSOE en España es un claro ejemplo de lo que ha ido sucediendo en muchos partidos socialdemócratas europeos. La elección del nuevo candidato del PSOE para la presidencia del gobierno español, el sr. Pedro Sánchez, es un ejemplo del continuismo de las políticas neoliberales de tal partido. El nombramiento como su principal asesor económico, del sr. Julio Segura, el mismo que asesoró al candidato y más tarde Presidente Rodríguez Zapatero, en sus políticas de rebajas de impuestos («bajar impuestos es ser de izquierdas») y de reducción de gasto público social, es un indicador de esta continuidad. La justificación para el continuismo de estas políticas es que, además de ser las únicas posibles, el electorado no aprobaría ningunas otras. En realidad, su idea de modernizar el partido era, y continua siendo, centrarse, lo cual quiere decir moverse más y más a la derecha, con lo cual, este partido está dejando de ser un partido de izquierda.
Otro caso destacado ha sido el Partido Laborista británico que, en su transformación (con la Tercera Vía o Blairismo) al socialiberalismo, ha sido percibido más y más como un partido socioliberal, es decir, un partido liberal (en otras palabras, neoliberal), que ha sustituido el universalismo (es decir, la extensión de los derechos civiles y laborales a toda la población) con el asistencialismo, abandonando su compromiso con las medidas redistributivas. Ese cambio al Blairismo significó un enorme coste electoral, pues todas las elecciones consecutivas a su primera victoria electoral se tradujeron en unas pérdidas considerables del apoyo electoral (cuatro millones de votos en las votaciones siguientes), que no se manifestaron en una pérdida de las elecciones debido a un sistema electoral escasamente proporcional además de a unas pérdidas incluso mayores del partido conservador, consecuencia de sus luchas internas resultado de la rebelión de sus bases hacia la dirección no europea de sus dirigentes.
Uno de los mayores mitos reproducidos en los mayores medios de información es que el Blairismo fue altamente popular, responsable de que fuera reelegido tres veces. Los datos, sin embargo, presentan lo contrario (ver mi artículo titulado Tony Blair y el declive de la Tercera Vía en la revista digital Sistema, 16.11.12, y publicado en mi blog). La Tercera Vía, que no es ni más ni menos que la conversión de los partidos socialdemócratas al liberalismo, fue un desastre electoral, causa de que la mayoría de los partidos socialdemócratas hayan sido desplazados del gobierno hoy en la Unión Europea.
Frente a esta situación, había dos alternativas. Una era el declive de tales partidos, que ha ido ocurriendo no solo en España y en el Reino Unido, sino también en Francia, Alemania, Italia, Grecia y Portugal, entre otros. La otra alternativa era la rebelión de las bases de estos partidos, lo que está ocurriendo hoy en el Reino Unido. Estas bases están ya más que hartas del Blairismo y de sus sucesores, los hermanos Milliband, y ello explica la aparición de un candidato cuyas propuestas sean típicamente socialdemócratas, referidas por los Blairistas británicos y españoles como «socialdemócratas tradicionales» (que es la manera amable de decir anticuadas).
El candidato Jeremy Corbyn, que ha sido una de las voces más críticas con la Tercera Vía, y que el aparato del Partido Laborista creía que era una voz irrelevante, meramente testimonial, sin tener la oportunidad de alcanzar el más mínimo apoyo popular para poder entrar en la liza electoral, se ha convertido en el candidato con mayor popularidad, muy por encima de los otros candidatos «más respetables», «más modernos» y «más centristas» que están quedando muy por detrás. Lo que caracteriza al candidato Jeremy Corbyn es su ruptura radical con los recortes de gasto público social, con las privatizaciones y con las reformas laborales que han afectado muy negativamente el bienestar y los derechos laborales de la clase trabajadora, además de otros componentes de las clases populares. Es un candidato que ha dicho «¡Basta ya!», y que quiere recuperar el sentido de unas políticas claramente comprometidas con el bienestar de tales clases populares. Quiere anular las privatizaciones del transporte ferroviario (que fueron, y no hay otra manera de definirlo, un desastre) y nacionalizar sectores de la industria energética del país.
La movilización a su favor ha sido impresionante. El 15 de junio se presentó a las elecciones de Secretario General del Partido Laborista. El impacto fue casi inmediato. El número de militantes (expresión que casi había desaparecido de la cultura del partido laborista) aumentó exponencialmente. El 5 de julio consiguió el apoyo del mayor sindicato británico, UNITE, y el 15 de julio apareció en la primera encuesta de las elecciones al Secretario General, muy por delante de los candidatos que el establishment laborista (así como el establishment político-mediático británico) había considerado como los más respetables.
Como era de esperar, tal establishment entró en pánico. Y como ocurrió en España con la aparición de Podemos, la hostilidad de los medios alcanzó niveles hiperbólicos, nunca vista antes en la vida y cultura placenteras británica. Y lo que ocurrió es, como también sucedió en España, que tal hostilidad movilizó todavía más a la población hastiada con el establishment político-mediático, con lo cual la militancia del partido laborista ha crecido enormemente de manera que un tercio del total de la militancia de este partido se ha apuntado desde el 15 de junio. Una encuesta que intentó averiguar por qué este fenómeno estaba ocurriendo lo mostraba claramente. Tal encuesta (la YouGov Poll) señalaba que la gente está ansiosa y deseosa de tener a «dirigentes políticos que estén próximos y sean responsables de los problemas y preocupaciones de gente normal y corriente» y que no sean figuras aprobadas por el establishment político-mediático que identifican correctamente como responsable de sus males.
Ninguno de los candidatos en el partido laborista aprobados y promovidos por los mayores medios británicos ha tenido ningún apoyo en estas encuestas. Y mientras, el candidato más desaprobado por estos medios es, con mucho, el más popular de todos los candidatos. Esta situación se va repitiendo en varios partidos socialdemócratas y/o progresistas, hecho que muestra el deseo de cambio de las bases de tales partidos, situación que, por desgracia, no ha ocurrido con el PSOE en España.
Fuente original: http://blogs.publico.es/vicenc-navarro/2015/08/25/que-esta-pasando-en-el-partido-laborista-de-reino-unido/