¿Cómo se puede valorar el lugar que ocupa actualmente y que puede esperar ocupar mañana el Frente Nacional (FN) en la escena política francesa? ¿En qué situación se encuentra la dinámica que ha permitido a ese partido mantenerse, cuarenta años después de su fundación y casi treinta años después de su entrada estrepitosa en esa […]
¿Cómo se puede valorar el lugar que ocupa actualmente y que puede esperar ocupar mañana el Frente Nacional (FN) en la escena política francesa? ¿En qué situación se encuentra la dinámica que ha permitido a ese partido mantenerse, cuarenta años después de su fundación y casi treinta años después de su entrada estrepitosa en esa escena, como un actor mayor del juego político, a pesar de la grave crisis que conoció a finales de los años 1990 y del declive de su líder histórico y carismático? Y , ¿en qué medida la nueva estrategia dirigida por su hija, que ha tomado su sucesión en la dirección del FN, le ha resultado provechosa? Tales son algunas de las preguntas que se pueden plantear tras la reciente secuencia electoral en Francia.
Algunas referencias indispensables
En un precedente artículo /1, tuve ocasión de analizar en detalle las principales dimensiones de la crisis general de la formación social francesa de las que se alimentan la irrupción y el mantenimiento del FN en su escenario político. No las recordaré aquí más que para tenerlas presentes. Tres de ellas son las consecuencias más o menos directas de la nueva fase del proceso de «mundialización» en el que entramos con la apertura de una crisis estructural del modo capitalista de producción durante los años 1970, fase que está haciéndonos pasar de una lógica de internacionalización a una lógica de transnacionalización, conducente a poner en cuestión el edificio, secular en Europa, de los estados nacionales. Esto se ha traducido en particular en la sacudida y, en definitiva, el estallido de los dos grandes bloques sociales (sistemas de alianzas de clases) que se habían constituido, a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Habían polarizado hasta entonces la escena política francesa: un bloque de derechas que solidarizaba a las «clases medias tradicionales» (campesinado, pequeña burguesía de artesanos y de comerciantes, profesiones liberales, pequeño capital) pero también a ciertos elementos asalariados (obreros, empleados y cuadros del sector privado) con la gran burguesía industrial, comercial y financiera, bajo hegemonía de esta última; y un bloque de izquierda que unía a la mayor parte del proletariado (obreros y empleados) y las direcciones (esencialmente su fracción pública) bajo hegemonía de estas últimas.
El estallido de estos dos bloques ha conducido a liberar de su lealtad política anterior, por un lado, a una parte de las «clases medias tradicionales», que se sienten abandonadas por las formaciones de derechas convertidas a un neoliberalismo que encarna los intereses de la fracción transnacionalizada de la burguesía, y del otro, a una parte (fluctuante) del proletariado que se siente no menos traicionado por una deriva semejante de la «izquierda de gobierno» (polarizada alrededor del Partido «socialista»- PS) y huérfana de un Partido «comunista» (PC) en plena delicuescencia.
Es en estos viveros donde el FN va a venir a constituir su base electoral durante los años 1980 y 1990, jugando con los efectos político-ideológicos de la crisis del estado nación, prometiendo volver a hacer del estado nacional un escudo que supuestamente defendería a los «pequeños» frente a los peligros y las agresiones de la transnacionalización (es el sentido fundamental de su eslogan culto: la «preferencia nacional») e instrumentalizando, mediante su propaganda sobre el tema de la inseguridad, a base de xenofobia y racismo, las diferentes facetas del resentimiento (herida narcisista, sentimiento de impotencia rabiosa, agresividad reactiva, angustia, búsqueda desesperada de chivos expiatorios) que alimenta el déficit crónico de orden simbólico que acompaña al creciente dominio de las relaciones, prácticas y estructuras capitalistas sobre la vida de los individuos, atomizados por la lucha competitiva entre ellos y la exaltación de su autonomía.
En ese mismo artículo, volví a analizar la crisis profunda que el FN conoció en 1998-1999, cuando no dejaba sin embargo de acumular los éxitos políticos y particularmente electorales. Crisis nacida de un conflicto violento entre su líder, Jean-Marie Le Pen, y su segundo, Bruno Mégret, cuya sustancia inmediata era la sucesión del primero (que tenía entonces ya setenta años), pero que trataba, de hecho, sobre la estrategia que debía seguir el FN para llegar al poder (ejercer responsabilidades gubernamentales).
Mientras que Le Pen pensaba poder acceder al poder completamente solo, a favor de una crisis política nacional mayor, Mégret defendía, al contrario, la idea de que solo una alianza con toda -o al menos una parte de- la derecha clásica (llamada aún «republicana» entonces) puede abrir el FN tal perspectiva. Se sabe que el conflicto acabaría con el estallido del FN con la exclusión de Mégret, seguida de la salida de los dos tercios de los cuadros del partido; y la constitución de una formación rival, el Movimiento Nacional Republicano (MNR).
Si la audiencia del viejo líder no se debilita inmediatamente (ver su proeza en las elecciones presidenciales de 2002 cuando se calificó para la segunda vuelta eliminando al candidato PS, Lionel Jospin, sin embargo primer ministro saliente), no ocurrirá lo mismo con el FN que, en todas las elecciones en la primera mitad de los años 2000, registra retrocesos notables. El punto más bajo es alcanzado en 2007: en las elecciones legislativas, sufre una pérdida del 60% en relación a las de 2002 y del 70% en relación a las de 1997, mientras que, en las presidenciales que las precedieron una semanas, por primera vez desde su instalación en el escenario político, el resultado del propio Le Pen está en claro retroceso, significando claramente que es el momento de que piense en pasar el testigo a otro u otra.
Resultados del FN en elecciones presidenciales y legislativas (1995-2012)
AÑO |
ELECCIÓN |
NÚMERO DE SUFRAGIOS EXPRESADOS |
PORCENTAJE DE SUFRAGIOS EXPRESADOS |
1995 |
Elecciones presidenciales 1ª vuelta |
4 570 838 |
15,1% |
1997 |
Elecciones legislativas, 1ª vuelta |
3 785 104 |
14,9% |
2002 |
Elección presidencial Le Pen (1er vuelta) Mégret (1er vuelta) Le Pen (2e vuelta) |
4 805 307 667 123 5 526 906 |
16,9% 2,3% 1 7,8% |
2002 |
Elecciones legislativas (1ª vuelta) FN MNR |
2 865 173 278 534 |
11,1% 1,1% |
2007 |
Elecciones presidenciales (1ª vuelta) |
3 834 530 |
10,44% |
2007 |
Eleccciones legislativas (1ª vuelta) FN Varios de extrema derecha (entre ellos el MNR) |
1 116 136 102 124 |
4,29% 0,39% |
2012 |
Elecciones presidenciales (1ª vuelta) |
6 421 426 |
17,90% |
2012 |
Elecciones legislativas (1ª vuelta) FN Varios de extrema derecha |
3 528 663 49 499 |
13,60% 0,19% |
Fuente: Ministerio del Interior
La necesidad de una renovación es entonces tanto más seria en la medida que el FN se encuentra simultáneamente confrontado a otro desafío: el que representa entonces la estrategia de Nicolas Sarkozy de conquista, y luego de ejercicio del poder, emprendida desde 2002, cuando se convierte en ministro del interior. La proseguirá tras 2007, una vez instalado en el Elíseo. Para intentar que se les sumaran la mayor parte de las capas populares que constituyen el electorado del FN, pero también el de la izquierda social-liberal (PS y consortes) y, sobre todo, para distraer, a golpe de propaganda insecuritaria y xenófoba, hacia una política neoliberal tanto más abiertamente hostil a los intereses de esas capas en la medida en que está enfeudada a los de la patronal, titulares de altas rentas y poseedores de grandes patrimonios, Nicolas Sarkozy y sus lugartenientes, se instalan deliberadamente en los terrenos ideológicos del FN, poniendo a este último ante el riesgo de perder su vivero.
El FN se encontraba así, a diez años de distancia, puesto de nuevo entre la espada y la pared, y en condiciones globalmente más desfavorables. De nuevo se planteaba la cuestión de estas relaciones, de rivalidad actual y de alianza potencial, con la derecha, cuando se encontraba peor armado frente a esta última que antes de la crisis de finales de los años 1990.
Es en estas circunstancias en las que toma sentido el acceso a la dirección del FN de Marine Le Pen, como vicepresidenta ejecutiva (noviembre de 2007) y luego como presidenta titular (enero de 2011). Tras la continuidad simbólica (¡e imaginaria!) de una hija que toma la antorcha frentista de manos de su padre, es claramente a un asesinato (¡también simbólico!) de este último a lo que se asiste entonces. Pues la estrategia de la Marine no es otra que la de … Mégret, el enemigo odiado de su padre: a través de la «desdiabolización» del FN, son las condiciones políticas e ideológicas de una convergencia, y luego de una alianza entre una parte de la derecha clásica, mientras tanto reagrupada por Nicolas Sarkozy en el seno de la Unión por un Movimiento Popular (UMP), y el FN lo que intenta realizar, permitiendo así a este último llegar al poder. Esto según un guión que se ha realizado ya, en particular en Italia (en beneficio de Alianza Nacional de Gianfranco Fini aliada a Forza Italia de Silvio Berlusconi en tres ocasiones (entre mayo 1994 y enero de 1995, entre abril de 2001 y abril de 2006, y entre abril de 2008 y noviembre de 2011), igual que en Austria (a favor del mal llamado FPO (Freiheitliche Parti Österreichs, Partido Liberal Austriaco) y del partido tradicional de la derecha austríaca, el ÖVP (Österreichische Volkspartei, el Partido Popular Austríaco) del otoño de 1999 al otoño de 2006.
FN-UMP: ¡2-0!
Tras la reciente secuencia electoral, ¿qué balance se puede hacer de la aplicación de esta estrategia? Los cerca de 18 meses transcurridos desde que Marine Le Pen tomó la cabeza del FN constituyen una primera fase del largo pulso que se anuncia entre derecha clásica y extrema derecha frentista del que solo el resultado final decidirá sobre el éxito o no de su estrategia. Pues, igual que en la izquierda en otros tiempos, en la derecha también, la unión se presenta como un combate…
Esta primera fase se ha desarrollado visiblemente favorable para el FN. Por dos razones. La primera hay que atribuirla al crédito menos del FN que de su adversario Nicolas Sarkozy. Pues, inspirado por su devoto Patrick Buisson, un tránsfuga de la extrema derecha, al que se suman sus esbirros Brice Hortefeux (diputado europeo, ministro del interior de junio 2009 a febrero 2011) y de Claude Guéant (alto funcionario, consejero de Sarkozy, ministro del interior de febrero 2011 a mayo 2011), el campeón de la derecha habrá llevado campaña -de forma latente primero y luego de forma manifiesta- sobre temas (inseguridad, inmigración, persecución de los «clandestinos» y los gitanos, ataques contra los supuestos parados vagos y sospechosos de defraudar a las asignaciones sociales, etc.) y en un tono que mezcla angustia y agresividad que se suponían iban a dejar a Marine Le Pen sin voz ni votos.
Evidentemente, es todo lo contrario lo que se ha producido, según el principio bien conocido de que se prefiere siempre el original a la copia. Haciendo así campaña sobre los temas predilectos de su adversario, el perfecto efecto perverso de la agitación sarkozysta habrá sido dar una contribución no desdeñable al relumbrante éxito logrado por Marine Le Pen en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, que la habrá visto recuperar el resultado realizado por su padre en 2002 en porcentaje de los sufragios expresados y capitalizar con su nombre cerca de seis millones y medio de tales sufragios, un resultado jamás realizado ni siquiera por su padre.
A lo que se añade, en segundo lugar, que enlazando de nuevo así con sus éxitos electorales anteriores a la crisis de 1998-1999, el FN ha encontrado de nuevo su capacidad de hacer daño hacia la derecha. Pues, si una alianza gubernamental entre derecha clásica y extrema derecha frentista debe realizarse un día, no podrá resultar más que de un proceso al término del cual la segunda habrá reducido a la primera a no tener ya otra opción, si quiere mantener sus oportunidades de acceder al poder, que de pasar por una tal alianza. Lo que implica para el FN, mientras tanto, trabajar a tope para cerrar a la UMP cualquier otra posibilidad, haciéndole perder elecciones cada vez que sea posible, es decir, cada vez que esta última se empeñe en presentarse sin él.
Y es claramente lo que acaba de ocurrir en dos ocasiones, en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, y luego en las consecutivas elecciones legislativas. Sin duda, se podrá objetar, este doble fracaso de la derecha se explica, en esto también, primero por el calamitoso balance de la presidencia sarkozista, lastrado tanto por los lamentables resultados obtenidos si se comparan con las promesas hechas y los objetivos proclamados como por el estilo de su principal ejecutor, cuyo amateurismo desordenado solo habrá tenido equivalente en su narcisismo estrepitoso. En suma, hasta en la forma en que él mismo habrá trabajado para preparar su fracaso, Nicolas Sarkozy se habrá revelado como un aliado objetivo de Marine Le Pen.
Pero no hay que obviar la parte que le corresponde en ese mismo fracaso a la estrategia frentista. Pues, no llamando a votar ni por uno ni por otro de los dos candidatos que permanecían en liza a la salida de la primera vuelta de las elecciones presidenciales -lo que equivalía a no llamar a votar por Nicolas Sarkozy-, Marine Le Pen ha privado a este último de la única oportunidad que le quedaba de ganar en la segunda vuelta: la mitad de los sufragios frentistas de la primera vuelta que se han refugiado en la abstención o han ido a François Hollande en la segunda vuelta habrá contribuido a establecer la diferencia en un escrutinio que ha sido finalmente más apretado de lo previsto.
Y el guión se ha repetido en las elecciones legislativas, aunque a una escala más reducida. Si el FN no ha sido finalmente capaz de mantener sus candidatos contra candidatos apoyados por la UMP más que en 29 circunscripciones, no habrá contribuido menos por ello en hacer morder el polvo a algunas de las figuras de la derecha, y no de las menores: Claude Guéant y Nadine Morano, que son sin embargo de los más marino-compatibles por su orientación derechista radical confesada y proclamada, deben al FN no tener su escaño en el Palais Bourbon.
Además, en algunas circunscripciones, el FN habrá sencillamente comenzado a entrar en una lógica de alianzas con candidatos de UMP, obteniendo su retirada o retirándose recíprocamente para derrotar al candidato de izquierda que se les oponía. Los dos electos frentistas, Gilbert Collard y Marion Maréchal-Le Pen, deben su elección a negociaciones de esa naturaleza.
Así, si el éxito que acaba de lograr la estrategia «marinera» [por Marine] ha sido facilitado por la debilidad intrínseca del adversario, no es por ello menos real. Y si los beneficios inmediatos que el FN saca de ello son en definitiva muy modestos (debe contentarse con dos electos, ciertamente los dos primeros en un escrutinio uninominal a dos vueltas que le había perjudicado hasta ahora), al menos esto le habrá dado la ocasión de hacer comprender a su rival de derechas que es capaz de hacer y deshacer las futuras mayorías parlamentarias de derechas. Lo que le era necesario precisamente demostrar, en este caso.
¿Y la continuación?
No hay duda alguna de que, en los próximos años, el FN va a proseguir la estrategia «marinera» que se ha revelado ganadora, hasta ahora. Su éxito ulterior va a depender sin embargo de un gran número de factores que no domina, lo que hace difícilmente previsible su futuro, tanto más en la medida que esos factores no son independientes unos de los otros, sino que pueden interactuar de forma compleja. Pero esto no debe impedir fijar algunas líneas directrices en cuanto a lo que hay que hacer y no hacer para oponerse al éxito de su aplicación.
Un primer elemento determinante será la forma en que la derecha clásica, actualmente unificada en el seno de la UMP, va a reaccionar ante el fracaso electoral que acaba de sufrir, dicho de otra forma, de las lecciones que va a sacar o no sacar. La derechización que ha sufrido a lo largo de todo el quinquenato sarkozysta, y muy en particular en la última fase de éste, va a dejar huellas duraderas en su seno y, más aún, en el seno de una parte de su base social y electoral, cuyos líderes, quienes quiera que sean, tendrán que tener en cuenta.
De hecho, dos tendencias se enfrentan ya. Según una de ellas, dirigida en particular por la Derecha Popular de Thierry Mariani (de Vaucluse y actual diputado de la XI circunscripción de los franceses establecidos fuera de Francia) y consortes, el fracaso de Nicolas Sarkozy y la remontada del FN se explicarían esencialmente por el hecho de que la derecha no habría estado suficientemente a la derecha. Propone por tanto radicalizar la derechización, lanzándose en una pugna con el FN, particularmente en su oposición a la nueva mayoría de «izquierdas»… aún a costa de no distinguirse en absoluto del FN.
A lo que se oponen evidentemente los elementos gaullistas sociales y demócrata-cristianos de la UMP reagrupados en el seno de la Derecha Social y, más aún, del Nuevo Centro (NC), que piensan por el contrario que su reciente derrota es precisamente debida a la deriva derechista anterior a la que sería urgente poner fin para permitir a la derecha reencontrar su identidad y sus «valores propios». En particular, los miembros del NC han vivido mal la derechización dirigida por Nicolas Sarkozy y un nuevo giro a la derecha podría llevarles a romper con la UMP, recuperando su independencia partidaria.
Las figuras de la derecha, candidatas a la sucesión de Nicolas Sarkozy como líder (François Copé, François Fillon, Alain Juppé, etc.) van evidentemente a intentar adoptar una posición intermedia, capaz de realizar la síntesis entre estas dos corrientes extremas apoyándose en la gran masa flotante de militantes y cuadros intermedios, cada uno según su propia sensibilidad y los apoyos de los que puede disponer. Lo que está en juego para ellos es poner a la derecha en orden de batalla para las próximas citas electorales y, principalmente, para las nuevas elecciones generales previstas para 2017.
La evolución de estas correlaciones de fuerzas internas en la UMP va a depender evidentemente de la presión que el FN va a continuar ejerciendo sobre ella, particularmente con ocasión de las próximas citas electorales. Comenzando por las elecciones municipales de 2014 que le proporcionarán un terreno particularmente propicio para hacer sentir a sus rivales de derechas su capacidad de hacerles daño… igual que la de someterles a la tentación de una alianza antiizquierdas. Apostamos a que se cederá a esta tentativa en algunos lugares.
Pero la evolución dependerá también de otro factor diferente: el éxito o el fracaso político de la actual mayoría de «izquierdas» dominada por el PS. Si, lo que es desgraciadamente más probable, con el trasfondo de la persistencia e incluso de la agravación de la crisis económica y política en el seno de la Unión Europea (UE), esta mayoría no logra salir de las sendas marcadas por la gestión neoliberal de esta crisis por la puesta en marcha de una política neokeynesiana a nivel de la propia UE /2, la impopularidad de las medidas de austeridad presupuestaria, pero también de los ataques directos contra los asalariados (particularmente bajo la forma de un aumento de la flexibilización de la relación salarial)- que realizará, le alienará una parte de su electorado popular que, volviendo a acantonarse en la abstención y dirigiéndose a la derecha e incluso a la extrema derecha, creará las condiciones de posibilidad de una vuelta de la primera al poder.
Saber si tendrá necesidad o no del apoyo de la segunda para este fin es por el momento imprevisible. Si tuviera que tener necesidad de ella, la alianza entre UMP y FN que sería su condición reactivaría todas las tensiones internas en el cártel de las derechas, hasta correr el riesgo de hacerle estallar, comprometiendo por consiguiente las posibilidades de éxito de la nueva alianza. Pues parejo estallido podría entonces ser aprovechado por un PS en retroceso, encontrando en este nuevo refrito de «tercera fuerza» (alianza entre «socialistas» y centristas) una plancha de salvación.
Se habrá comprendido que todos estos escenarios dependen de un tercer factor sobre el cual ninguno de estos actores tiene influencia directa o, al menos, sobre el que su capacidad de acción se encuentra muy limitada: la dinámica de la crisis económica y política actual en el seno de la UE, actualmente centrada en la autodenominada «crisis de las deudas soberanas» que es la forma que ha tomado, en Europa y en el curso de los últimos años, la crisis estructural en la que se debate el capitalismo mundial desde hace cuatro decenios.
Pues, a falta de romper radicalmente con el paradigma neoliberal de gestión de esta crisis, los estados miembros de la UE no tienen otra perspectiva que permanecer encerrados en una espiral recesiva sin salida, con la austeridad presupuestaria estrangulando una demanda ya átona cuya contracción agrava la situación de las finanzas públicas y engendra la necesidad de una acentuación de la austeridad, conduciendo todo ello a un empobrecimiento general de las poblaciones. Grecia ofrece hoy el ejemplo prefigurador de lo que espera a los demás estados europeos si persisten en seguir por ese camino. Una situación evidentemente apropiada para reforzar todos los elementos, recordados al comienzo del artículo, de la dinámica a la que el FN debe desde hace pronto tres decenios haber adquirido una audiencia de masas en la sociedad francesa y apropiada para reforzar su capacidad para influir en todas las recomposiciones políticas, tanto en la derecha como en la izquierda.
Pero el ejemplo griego nos muestra también actualmente que, incluso en circunstancias tan desfavorables, es posible oponerse a perspectivas tan sombrías. La crisis griega ha visto en efecto emerger una formación de la izquierda radical, Syriza, coalición de reformistas antiliberales consecuentes y de anticapitalistas no sectarios, que, apoyándose en una resistencia popular multiforme a la dictadura de la Troika y sus memorandos sinónimos de saqueo y de devastación del país, ha sabido formular un programa político alternativo a la vez coherente y conquistar una amplia audiencia en el seno de las capas populares, desacreditando con ello a las antiguas formaciones de izquierda impregnadas de estalinismo (como el KKE: el partido «comunista» griego), o gangrenadas por el clientelismo (como el PASOK: el partido «socialista» griego), a la vez que contiene el ascenso de la extrema derecha (Amanecer Dorado).
Dedicarse a construir en Francia una fuerza semejante, que tenga vocación de incluir todo el arcoíris político que va del Frente de Izquierdas a los libertarios pasando por lo que queda de la extrema izquierda articulándose alrededor de un programa político algunas de cuyas líneas de fuerza han sido expuestas en otra parte, es hoy una urgente necesidad para reforzar la capacidad política de las capas populares: su capacidad para oponerse a las agresiones de los partidarios de la prosecución y de la agravación de la austeridad neoliberal, ya sean de «izquierdas», como hoy o de derechas como podría ser el caso de nuevo mañana, como más en general su capacidad para volver a ser actores políticos mayores, portadores de una alternativa al capitalismo.
Y eso sería también el mejor medio para hacer fracasar la estrategia frentista, haciendo retroceder la miseria política, psicológica y simbólica de la que se alimenta.
Notas
1/ «Le Front national: le retour?» publicado en A l´encontre el 3/04/2012
2/ Ver en A l´encontre el artículo «A l´Ouest rien de nouveau?», de 17/05/2011
3/ «Las vías de una alternativa», en A Contre-Courant, n 229, noviembre 2011.
http://alencontre.org/europe/france/france-ou-en-est-le-front-national.html
Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR