El próximo 25 de mayo se realizarán las elecciones al parlamento europeo. Unos comicios que, según todos los sondeos, pueden estar marcados por un importante aumento electoral de la extrema derecha, convirtiéndose en el grupo que mejor conecte con el voto de protesta contra la crisis y el actual modelo de construcción de la UE. […]
El próximo 25 de mayo se realizarán las elecciones al parlamento europeo. Unos comicios que, según todos los sondeos, pueden estar marcados por un importante aumento electoral de la extrema derecha, convirtiéndose en el grupo que mejor conecte con el voto de protesta contra la crisis y el actual modelo de construcción de la UE. De esta forma, las encuestas les dan casi una quinta parte de la Eurocámara, frente al 12% actual.
La presencia de la extrema derecha en el parlamento europeo no es nueva. Desde que el Frente Nacional consiguiera en las elecciones europeas de 1984 el 10% de los votos, la extrema derecha francesa nunca ha dejado de estar presente en el parlamento europeo y, en cierta medida, ha sido la punta de lanza para la renovación e irrupción electoral de la extrema derecha europea. Sin embargo, la diferencia más importante respecto a las últimas contiendas electorales no solo reside en el aumento del porcentaje de voto; sino también en la extensión territorial de su representación. Así, los países sin una extrema derecha con representación parlamentaria ya no son la norma sino la excepción. De producirse la consolidación de sus principales referentes partidarios, éstos ya no podrán ser considerados como partidos relámpagos aupados por el voto de protesta.
La extrema derecha europea es una amalgama entre la que debemos de diferenciar tres grandes bloques: una, la «tradicional», mas ligada a la ideología fascista y que preconiza la instauración de un «nuevo orden», generalmente corporativo, otorgándole un papel relevante al Estado, y con mecanismos de representación no individuales. Esta extrema derecha ha obtenido éxitos electorales fundamentalmente en la Europa del Este, siendo especialmente conocidos el caso de Jobbik hungaro, que es quizás el más importante de este espectro con tres representantes en el Parlamento Europeo y 44 escaños en el órgano legislativo húngaro, así como con una organización para-militar llamada Guardia Nacional. En Grecia nos encontramos con el llamativo caso de Amanecer Dorado que, a pesar de mantener a seis de sus dieciocho diputados en la cárcel a espera de juicio, si se realizaran ahora elecciones en el país helénico los sondeos publicados a mediados de enero vaticinan que obtendrían entre un 8,9% y un 10,3% de los votos. A estos dos principales partidos hay que sumarles el Ataka Bulgaro que se ha consolidado como la cuarta fuerza política tras obtener el 7% de los votos; El Partido Popular Nuestra Eslovaquia» (LSNS), Marian Kotleba, que obtuvo el 55,7 % de los votos y será el nuevo gobernador de Banska Bystrica, la región más grande del país. Esta formación heredera del ilegalizado partido nazi Slovenská Pospolitost» (Comunidad Eslovaca) se dedica a incitar al odio y el racismo fundamentalmente contra la comunidad romaní a la que suele llamar «parásitos».
La añoranza del pasado y la falta de «modernización» del discurso de este tipo de formaciones han ejercido una escasa atracción sobre el electorado en la Europa occidental. Frente a esta extrema derecha «tradicional» ha emergido otra de nuevo cuño: la «postindustrial» o «nacional-populista». Su éxito se ha basado en responder a retos de la sociedad actual sin identificarse con mitologías del fascismo histórico[1], pero con un retorno a los valores íntimos y a los agentes de movilización que el fascismo tuvo en cuenta.
La totalidad de estos partidos emergieron electoralmente a partir de una profunda renovación ideológica, discursiva y estética que han conformado los puntales fundamentales de su éxito electoral. A pesar de que mantienen importantes diferencias, producto de sus dispares contextos políticos, sociales y económicos, también mantienen características comunes que nos permiten hablar de una nueva ultraderecha, entre los que destaca la construcción de un populismo multiforme.
Sus partidos insignia son: El Frente Nacional, punta de lanza y referente de la extrema derecha Europea, que de manos de Marie Lepen ha conseguido situarse como el primer partido francés en las encuestas para las elecciones europeas con el 24% de intención de voto y un 34% de Popularidad; El Partido Popular Danés, Demócratas de Suecia y Verdaderos Finlandeses son ya la tercera fuerza más votada en sus respectivos países; En Austria, el Partido de la Libertad (FPÖ,) en las últimas elecciones ha superado el 20% de los votos; en Holanda el Partido por la Libertad y en Bélgica el Bloque Flamenco (Vlaams Belang) han perdido terreno, pero los sondeos dicen que lo pueden recuperar en las europeas. Y en Italia se mantiene, envuelta en diversos casos de corrupción, la Liga Norte como principal opción electoral de la extrema derecha transalpina.
Por último hay que mencionar a los Eurófobos que, en cierta medida, forman un grupo propio dentro de la derecha radical, con especial importancia en el Reino Unido donde, según los resultados del sondeo para el diario The Independent, El Partido por la Independencia de Reino Unido (UKIP), conocido por su política contra la inmigración y la participación en la Unión Europea, recibe el respaldo del 27% de los encuestados, frente al 26% que obtiene el Partido Laborista y el 25% de conservadores.
A pesar de la pujanza electoral de la extrema derecha en las últimas dos décadas, su asignatura pendiente ha sido estabilizar un grupo propio en el parlamento europeo. Desde que el Frente Nacional francés obtuviera representación en 1984 este ha sido uno de sus principales objetivos, pero la heterogeneidad de este espectro político y las rencillas históricas han impedido la consecución del grupo propio. Solo una vez la derecha radical consiguió formar grupo propio, Identidad, Tradición y Soberanía (ITS 2005-2007), pero esta experiencia se truncó como consecuencia de unas polémicas declaraciones sobre los rumanos de la eurodiputada italiana Alessandra Mussolini, nieta del «Duce», Benito Mussolini y la partida de cinco miembros del Partido de la Gran Rumania.
En las próximas elecciones al parlamento europeo de mayo de este año, el gran reto de la extrema derecha no solo será aumentar sus resultados electorales, como parecen indicar todos los sondeos, sino el de conseguir formar grupo parlamentario propio. En este sentido, se perfilan dos grandes coaliciones. De un lado, la «Alianza Europea de la Libertad» liderada por el Frente Nacional y que puede atraer a la mayoría de los partidos nacional populistas del espectro de la derecha radical. Por otro lado se postula una alianza, entre otros, del BNP (británico), Amanecer Dorado y Jobbik que representaría el espacio con mas reminiscencias neo-fascistas.
Analizar los discursos y los elementos claves en los éxitos de la ultraderecha Europea es una tarea urgente e imprescindible para poder afrontar los retos que entre otras cosas pueden venir debajo de la mano de la crisis. Porque como decía Gramsci cuando «el viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claro oscuro surgen los monstruos»
[1] Casals X. ¿Qué era? ¿Qué es? El fascismo. Destino, Barcelona, 1998.
Fuente: http://blogs.publico.es/dominiopublico/9527/radiografia-de-la-extrema-derecha-ante-las-europeas/