Las iniciativas de México y Argentina para fortalecer la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), la resistencia patriótica de Cuba, Nicaragua y Venezuela frente los embates norteamericanos, la recuperación popular y liberadora de Chile, Perú y Bolivia y el repunte político de Lula da Silva en el Brasil permiten advertir la recuperación estratégica de una geopolítica de unidad e integración latinoamericana y caribeña orientada a tener un rol internacional soberano frente a las principales potencias mundiales que se disputan el futuro de la humanidad sometiendo a los pueblos y países más débiles.
Esto no significa reconocer que el poder y acciones de Estados Unidos sobre América Latina y el Caribe se hayan aquietado, por el contrario, en el contexto mundial, con sus retrocesos económicos, comerciales, militares y diplomáticos frente a Rusia, China, India, Irán o Turquía en Asia, Europa y África, está desarrollando una política de agresión, bloqueo e intervención más perversa en alianza con los sectores más conservadores y racistas de la región. Tanto demócratas como republicanos, tanto Trump como Biden representan los intereses más profundos del imperio norteamericano, sus transnacionales y elites económicas y políticas.
Si bien la Organización de Estados Americanos (OEA) y el Grupo de Lima impulsados por el lacayo Luis Almagro y los Sebastián Piñera, Iván Duque, Lenin Moreno, Jair Bolsonaro o Mauricio Macri para aplicar las determinaciones de la Casa Blanca han perdido legalidad y el poder ejercido en los pasados cinco años, se han instalado redes de dirigentes políticos, expresidentes, medios de comunicación, ONGs y Fundaciones que sirven a los intereses norteamericanos recibiendo millonarios financiamientos a través de los gusanos cubanos de Miami como los parlamentarios Rubio, Menendez y Cruz y de la ultraderecha europea.
Las acciones de desestabiización y golpes contra los gobiernos de Bolivia, Cuba, Venezuela y Nicaragua si bien han sido frenados, los mercenarios pagados por la ultraderecha norteamericana siguen en acción como en el asesinato del Jefe de Estado de Haití, Jovenel Moise, o la preparación de nuevos contingentes paramilitares en Colombia y Estados Unidos. En esta perspectiva la guerra virtual mediante el control de las redes de internet, así como los medios empresariales de comunicación se han convertido en instrumentos muy peligrosos de intervención.
En la nueva coyuntura se trata de reposicionar no solamente a CELAC, sino de recuperar la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR) y fortalecer la Alternativa Bolivariana de los Pueblos (ALBA) concebidas y articuladas por los comandantes Hugo Chavez y Fidel Castro, el obrero Lula, los peronistas Kirchner, el sandinista Daniel Ortega, el indígena Evo Morales y Rafael Correa, entre otros. Ahora con el profesor Pedro Castillo ganador de las elecciones del Perú, el bloque emancipador se fortalece. El canciller de este último, Hector Bejar, de larga trayectoria antiimperialista, ha marcado ya la perspectiva latinoamericanista y liberadora de la política exterior del flamante gobierno peruano.
Paralelamente se ha constituido la coordinadora de movimientos sociales del sur, RUNASUR que, junto a los movimientos populares del ALBA y otras organizaciones sindicales, comunitarias, campesinas, de mujeres e indígenas, impulsan la integración de las luchas nacional-populares en la perspectiva de la liberación nacional y la unidad de América Latina y el Caribe. De la misma manera el Grupo de Puebla que reúne a personalidades, intelectuales y dirigentes políticos de la región desarrolla una tarea importante para contrarrestar las acciones y provocaciones del imperialismo.
El fortalecimiento del doble rombo (México, Nicaragua, Cuba y Venezuela hacia el norte y Venezuela, Perú, Bolivia y Argentina hacia el sur) permitirá avanzar sostenidamente en los procesos de liberación y autonomía latinoamericana y caribeña, con posibilidades mayores con el potencial ascenso de Lula Da Silva al gobierno de Brasil y de Gabriel Boric en Chile. La estrategia de la unidad e integración de la Patria Grande está en el primer plano de los objetivos estratégicos fundamentales de América Latina y el Caribe en el siglo XXI.
Eduardo Paz Rada. Sociólogo boliviano y docente de la UMSA.