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Referéndum 20-F: «Vamos a contar mentiras…» o «Falsas ideas en una campaña gris»

Fuentes: Espacio Alternativo

La actual campaña del referéndum sobre la Constitución Europea se está caracterizando tanto por la gran desinformación ciudadana existente en relación a los contenidos y posibles efectos del nuevo texto constitucional, como por el notorio falseamiento de la realidad en los principales argumentos utilizados por el PSOE y los defensores de la Constitución. Las contradicciones […]

La actual campaña del referéndum sobre la Constitución Europea se está caracterizando tanto por la gran desinformación ciudadana existente en relación a los contenidos y posibles efectos del nuevo texto constitucional, como por el notorio falseamiento de la realidad en los principales argumentos utilizados por el PSOE y los defensores de la Constitución. Las contradicciones del discurso oficial con los hechos y con la letra misma del Tratado constitucional son tan evidentes y tan fácilmente demostrables que el PSOE renunció ya de entrada a cualquier tipo de debate público sobre el tema. Al tiempo se estimaba una participación en el referéndum de en torno al 35% del censo electoral, descartándose también cualquier intento de conseguir una «legitimación» masiva de la Constitución en las urnas.

En esta singular y apagada campaña- realizada de forma mediática, con escaso interés ciudadano y poca presencia de los movimientos sociales -se repiten, de diferentes maneras, una serie de ideas básicas que pretenden justificar la necesidad del ‘Sí’ en el referéndum del próximo 20 de febrero. Veamos algunas de las principales.

Idea primera: «Europa garantiza el bienestar ciudadano»

La Europa presente en el discurso de la gente defensora de la Constitución, corresponde principalmente a una imagen fantaseada por la ciudadanía española en la época del aislamiento franquista: la Europa del alto nivel de vida, del estado del bienestar y de los derechos y libertades políticos, de los que se carecía en el estado español por aquel entonces. Esta imagen no puede ser reputada como completamente falsa, ya que se corresponde en cierta medida con la Europa nacida después de la Segunda Guerra Mundial y que se fue desarrollando hasta los años setenta del siglo XX. Sin embargo la Europa real de nuestros días es la que tiene su origen en las políticas neoliberales de los gobiernos de Margaret Tatcher en el Reino Unido, a principios de los años ochenta, y en su progresiva extensión y aplicación al conjunto de Europa. Es la Europa de las privatizaciones, del desmantelamiento de los servicios públicos, de la flexibilización del mercado de trabajo, del paro y de los recortes salariales, de las deslocalizaciones y el «dumping» social, de los ataques contra el seguro de desempleo y las pensiones, y , últimamente, de la obsesión «securitaria y antiterrorista» con sus recortes de libertades…

Justamente es esta última Europa neoliberal, y no la fantaseada en el imaginario ciudadano, el modelo que representa y afirma la actual Constitución Europea que se pretende ratificar en referéndum. No en vano prácticamente toda la parte Tercera de la Constitución (321 artículos sobre un total de 448 del texto íntrego) está dedicada a fijar con claridad meridiana los principios básicos de las políticas económicas neoliberales. De más está decir que ello no aparece para nada en la propaganda oficial…

Idea segunda: «Europa es la paz, la democracia y la seguridad»

El enunciado del encabezamiento suele complementarse con afirmaciones del tipo «Europa ha de servir como freno a las políticas imperialistas y militaristas de los EEUU de Bush». No estaría mal que así fuese, sin embargo los hechos apuntan en dirección opuesta: en los últimos años Europa se ha adaptado de manera cómplice a la mayor parte de las guerras emprendidas por los EEUU (Golfo, Yugoslavia, Afganistán) y se ha mostrado dividida (¡y de qué manera!) en el caso de la guerra de Irak.

Después del 11-S en los EEUU- y del 11-M en Madrid -la obsesión antiterrorista ha sido aprovechada para recortar derechos y libertades y para destinar millones de euros a las actuaciones militares y policiales. El informe presentado por Solana «Una Europa segura en un mundo mejor», aprobado por el Consejo Europeo en su cumbre de Bruselas de diciembre de 2003, comparte elementos fundamentales de la doctrina de «guerra preventiva» de Bush y de los EEUU.

Además en su artículo 41, apartado 2, la Constitución consagra de manera explícita el respeto a las obligaciones contraídas con la OTAN (hegemonizada política y militarmente por los EEUU). En el mismo artículo 41, apartado 3, se afirma sin tapujos que «Los Estados miembros se comprometen a mejorar progresivamente sus capacidades militares.» y se crea la llamada «Agencia Europea de Defensa» que, entre otros, tiene el objetivo de «reforzar la base industrial y tecnológica del sector de defensa» y «asistir al Consejo en la evaluación de la mejora de las capacidades militares».

¿En alguna mente sensata puede caber la idea de que todo lo anterior es garantía de paz, democracia y seguridad?

Idea tercera: «Esta Constitución es la mejor que se podía conseguir. Si se paraliza sobrevendrá una gran crisis»

No podía faltar, como en todo referéndum que se precie, el argumento catastrofista. Hay que reconocer que, efectivamente, una no ratificación del Tratado constitucional en uno o varios países de la UE supondría una crisis. ¿De qué dimensiones? Vaticinamos que nada parecido a un «tsunami» político. La UE ha funcionado hasta ahora mediante Tratados y podría continuar haciéndolo hasta que se renegociase una nueva Constitución. La Constitución que se pretende imponer tiene dos aspectos: el primero, técnico-político, guarda mucha relación con la ampliación hacia el Este y a los 25 miembros, que requería de un nuevo andamiaje normativo e institucional para asegurar su funcionamiento. El segundo aspecto, el simbólico, se vincula a la voluntad de los promotores de la Constitución de dotar al nuevo Tratado de una carga simbólica y de legitimidad importante entre la ciudadanía europea. Aunque ambos aspectos han ido juntos hasta ahora, pueden separarse, y de hecho se separarían en caso de necesidad, para permitir un funcionamiento provisorio de la Unión sin que ésta «cayera en el caos».

En cuanto a la afirmación de que la Constitución «no es mejorable», no se sostiene en absoluto. Igual es cierto que en las actuales circunstancias, con una ciudadanía entre desinformada y apática en relación al texto constituyente, las fuerzas conservadoras presentes en las instituciones de la UE no permitirían la redacción de «otro tipo» de Constitución. Pero esta situación no tiene por qué mantenerse si la ciudadanía toma consciencia de la importancia de las decisiones que se adoptan en el seno de la UE y abandona la actitud de distanciamiento fatalista con respecto a ella. Tal coyuntura se podría producir con mayor facilidad en el caso de que la presente propuesta constitucional sea rechazada. La crisis, en lugar de una catástrofe, sería pues condición sine qua non para «mejorar» la Constitución.

Importancia del voto ‘No’

Es preciso finalizar este artículo recalcando la importancia que para el futuro de Europa y de la gente trabajadora europea tiene que la Constitución que se pretende refrendar no obtenga los apoyos y legitimación que se solicitan. Una legitimación masiva del actual Tratado constitucional puede suponer la imposición sobre tod@s nosotr@s de una losa neoliberal durante decenios. Por ello es muy importante que el voto ‘No’ se exprese el 20-F, en el estado español, con contundencia y de la forma más amplia posible, abriendo el camino a otras expresiones de rechazo a lo largo y ancho de Europa.