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Reflexiones aleatoria y sarcásticas sobre el fantasma de la tecnocracia estalinista: el Partido Comunista Checo

Fuentes: Laberinto

«Más adelante, Miguel Strogoff llegó a una alta situación en el Imperio. Pero no es la historia de sus éxitos, sino la de sus sufrimientos, la que merecía ser contada.» (Julio Verne) En Chequia los comunistas (sean lo que sean, aunque desde luego son otra cosa) constituyen todavía una fuerza política temida, pero no sé […]

«Más adelante, Miguel Strogoff llegó a una alta situación en el Imperio. Pero
no es la historia de sus éxitos, sino la de sus sufrimientos, la que merecía ser
contada.» (Julio Verne)

En Chequia los comunistas (sean lo que sean, aunque desde luego son otra cosa) constituyen todavía una fuerza política temida, pero no sé si temible. Tal vez algún día lleguen a una alta situación en el Imperio. Para un marxista, fatalmente, lo que está claro es que el objetivo no es una parcela de poder en el Imperio, sino su destrucción. ¿O es que han olvidado que el socialismo no es posible en un solo país? Aunque es cierto -suele decirse-: primero llegar al poder, y jugando las reglas del juego de la democracia burguesa. La democracia burguesa se ha convertido en un mito incuestionado: noli me tangere (Nuevo Testamento, Juan 20:17), ¡no me toques! Cada vez que, tímidamente, uno se cuestiona el juego publicitario y monetario de las cíclicas épocas electorales, tu interlocutor, masculino o femenino, te escupe en la cara y te espeta: ‘¿Pero cómo puedes cuestionar la democracia? La democracia es la democracia’. Es esta una tautología intocable, como la Virgen María para los cristianos o Mahoma para los fundamentalistas islámicos. Cualquier tipo de crítica es sólo permitida bajo sanción universitaria (academicismo), y aún ni eso; incluso si intentas distinguir entre la democracia ateniense, donde había esclavos, las votaciones amañadas de la Restauración y la democracia burguesa, donde campan (ancha es Castilla) la explotación salvaje y la precarización generalizadas.

Lo que sigue es una lectura de cómo los comunistas checos (más bien el partido comunista checo, el KSČM) juegan el juego de la democracia burguesa o cómo esa (otra) diosa del Panteón Liberal juega con ellos. [1]

En Chequia, el comunismo existe como memoria, claro que como memoria distorsionada y (o bien) trágica. Pero puesto que no se trata de Occidente (Europa) ni de Estados Unidos, el fantasma comunista existe, de la misma forma que en América del Sur, como alternativa real al capitalismo. Claro que en Chequia sucede de forma inversa. En la República Checa (y en Eslovaquia, aunque cuatro políticos le dieran un tajo a ambas regiones hace algo más de una década) el fantasma del comunismo no asusta sólo a los banqueros. Si en Bolivia o Venezuela el socialismo es esperado, aquí es desesperado, temido, odiado. En vísperas de las últimas elecciones generales, el ODS (el partido de la derecha, equivalente al PP), pegó miles de carteles de «propaganda electoral» en las calles de toda la República, en los que se leía: ‘Prosím nevolte komunisty!’ (‘¡Por favor, no votéis a los comunistas!’). El boicot, evidentemente, no venía firmado, si bien todos sabíamos quién lo había financiado, organizado y realizado. Esos miles de carteles los pagó un partido que también había pegado otros carteles de publicidad política barata (en el capitalismo contemporáneo de las superficies y el espectáculo, no se puede hablar ya de propaganda política, sino de publicidad) como los siguientes: ‘Budeme pracovat pro vás’ (‘Trabajaremos para vosotros’); o esos otros en que un futbolista famoso o una cantante de varietés afirma, sonriente: «Yo también voto al ODS». En el primer cartel había una alusión / elusión a la corrupción socialdemócrata (la cual, por cierto, para un español, evoca la cultura del pelotazo del PSOE): trabajaremos para vosotros, no para nosotros. En el segundo cartel («yo también voto al ODS») una alusión a una subjetividad especial y triunfadora (joven, ric@ y famos@). Publicidad barata, rumores de boicot y manipulación, cuando los commies tenían un 40% de votos en los sondeos. Finalmente, el KSČM sólo obtuvo alrededor de un 13%, y ahora el ODS, los cristianos y los verdes (que ahora han expulsado a su sector de izquierdas) luchan por el poder con el ČSSD, los socialdemócratas. Evidentemente, todos negaron cualquier posible pacto con los comunistas, contentos estos de estar en el parlamento. ¿Quién gobernará?

En la política burguesa la amistad mediática, por tanto el dinero y la publicidad, juegan un papel clave. Los comunistas lo saben, como también saben o quieren creer que saben que hay una posibilidad de que volver al poder suceda de nuevo (en otras elecciones futuras no se sabe cuándo), si bien se contentan con un estar y no estar al mismo tiempo, lo que los convierte en partido de conciencia dolida y «víctima» del rollo del «voto útil», como IU hace años: esos cientos de miles de votantes de «izquierdas» que oscilan entre el ČSSD y el KSČM. [2]

Lo que no sé es si ese volver al poder sería marxismo o comunismo. Claro que hay que matizar mucho (luchamos siempre por el matiz, dice J. C. Rodríguez): en América del Sur hay un proceso en marcha en algunos países que todavía no sabemos qué es, aunque parece socialismo. ¿Proponen los comunistas checos una alternativa real al capitalismo? ¿Es cierto que, como dice su eslogan, tienen «la solución»?

Obsérvese con un poco de atención la página del Partido Comunista de Chequia y Moravia (http://www.kscm.cz/index.asp?thema=2665&category ), el KSČM (Komunistická strana Čech a Moravy). Pese a que la palabra «partido» en checo («strana») es de género femenino (salvo los verdes, no sé por qué), lo primero que uno se encuentra en esa página es la foto de una familia, abuelos incluidos, en la que las mujeres ocupan un lugar subalterno respecto a los hombres. Para nosotros, hijos -en definitiva- de la época en que la familia como unidad comenzaba a desintegrarse en el ámbito hispánico, la imagen que corona la página del KSČM está cargada de ecos tradicionalistas y conservadores. La fotografía está estructurada, de izquierda a derecha, de la siguiente forma: papá, mamá cum hijita, el abuelo, y la abuela cum nieto. Una familia con la parejita (niñita y niñito), todos sanos, rubios (excepto papá, de pelo castaño, y los abueletes, canosos) sonrientes y hermosos. El hombre, fortachón, feliz y con camisa azul, posee la apariencia de un trabajador salido de un cartel de la propaganda estalinista de los años cincuenta, si bien podría haberse escapado de un cartel de breadwinners americano de la misma época. De pecho amplio, alto y musculoso, este Atlas familiar no descamisado parece sostener sobre sí el peso del resto de la familia. El hecho de que babička (la abuela) y matka (mamá) sujeten a los hijos, sugiere a cualquier lector lo siguiente: de los hijos se encargan ellas. En principio, el lector occidental, marxista o no, se sorprende de la presencia de la unidad familiar tradicional como corolario del mensaje comunista (una presencia que, sorprendentemente, incluye a los abuelos, desterrados al asilo en las sociedades occidentales [3]). Pero es que ni siquiera hay estrellas rojas, hoces cortantes o martillos nietzscheanos, sino dos cerecitas como símbolo del partido, si bien es innegable que las cerecitas son rojas (¿no es la cerecita un símbolo también ecologista, además de sugerir la creación-reproducción, el jardín epicúreo?); cierto que hay una estrellita -blanca- por ahí, pero tan pequeña que a primera vista ni siquiera la notas: parece un parásito, un piojo, una lapa. ¿Por qué tanta cerecita y familia feliz?

Una hipótesis: el KSČM dirige su mensaje a aquellos que quieren sobrevivir, a la clase trabajadora con una familia que casi nunca llega a fin de mes, pero también a los jubilados, cuyas magras pensiones, por debajo de lo deseable y racional, les convierte en votantes potenciales, además de ser memoria viva de las luces y sombras de la época estalinista (casi todos los viejos con los que he hablado me dicen: ‘Con los comunistas estábamos mejor’).

En esa fotito familiarista de la página web, lo que choca al lector marxista occidental es, precisamente, la ausencia de lenguaje marxista, una ausencia que provoca extrañamiento, como si no estuviéramos ante unos compañeros de viaje: nada se dice de la explotación, de la lucha de clases, de la revolución. Conclusión directa: los comunistas checos han dejado de ser revolucionarios. Ahora bien, ¿lo fueron alguna vez?, ¿fue alguna vez el estalinismo revolucionario?

Por lo poco que sé de la República Checa, los lazos familiares son relativamente fuertes. Tal vez porque durante el comunismo no había otra cosa que hacer que pasar tiempo con la familia, o más bien en grupos de familias; [4] o bien tal vez porque el capitalismo no había comenzado a flexibilizar a todo dios y por tanto a romper unidades familiares mandando a sus miembros a distintas partes de la geografía. La entrada en el capitalismo de estos países ha sido una entrada directa en la que ha sucedido lo que en el juego de Monopoly cuando te toca -en la tarjeta de «suerte»- ir a la cárcel: vas directamente, sin pasar por la casilla de salida y sin cobrar 10 euros. En esta triunfal victoria sobre la oscuridad de las fuerzas del mal, los checos han reforzado los lazos familiares, pues sobrevivir es más difícil, al mismo tiempo que, en ciudades como Praga -en las que el capitalismo contemporáneo comienza a destruir la familia tradicional-, se asiste al fenómeno contrario. [5]

En su cartel virtual (¿se trata de un mensaje publicitario o de propaganda política?) los comunistas checos, con la imagen de familia y cerecitas y la ausencia de lenguaje marxista, apelan también, por otro lado, a la pequeña-burguesía. Saben que a los pequeño-burgueses (a los que llamaré desde ahora, sin ánimo de ofender a nadie, sísifos impenitentes) odian a los comunistas, pero temen el capitalismo salvaje. Y es un odio feroz, cargado de mitemas. No es raro en un bar oír de un sísifo el siguiente comentario: «El comunismo destruye el espíritu». El tipo, de unos cuarenta años, lo dice a su amigo, el cual menea su cabeza en señal de aprobación mientras sorbe un vaso de medio litro de cerveza. El comentario choca, teniendo en cuenta que Chequia es el país más ateo del Este, por contraposición a Polonia, donde ser nacionalista, católico (y no sé si sentimental) forma parte de la mitología identitaria. ¿Qué «espíritu» ni qué corchocuartos si tú no crees en ningún «espíritu»? A no ser que, curiosamente, la ideología del Espíritu Humano (tan burguesa, como se sabe) ya sea moneda corriente en el imaginario ideológico de los sísifos checos. Pero los comunistas saben que estos pequeño-burgueses son un sector importante y creciente (al menos ideológicamente) en la sociedad checa y que cuando hablan del pasado «comunista» se ponen tan serios que parece que van a llorar… y algunos lloran, y con razón: hubo cárceles llenas de presos políticos, y alrededor de unos tres mil se electrocutaron o fueron tiroteados intentando pasar las alambradas electrificadas del telón de acero; nadie podía viajar al extranjero, no se podía leer determinados libros, no se podía hablar. Claro que lo de viajar y leer es un estereotipo creado en los noventa: se podía viajar y salir del país (aunque las mamás debían dejar sus bebés en casa, por si no volvían), y los libros, de todo tipo, eran baratísimos. Arriesgándose un poco, se podían conseguir sin problemas, de forma clandestina, libros «prohibidos» (además existía la literatura en samizdat [6]). Lo que sí faltaba realmente eran cosas de higiene y demás necesidades cotidianas; algo que, realmente, da vergüenza recordar. [7] El aspecto positivo es la cantidad de organizaciones culturales y eventos gratuitos para todo el mundo.

Pero el aire de sótano sin ventilación se respira en la novela de Bohumil Hrabal Una soledad demasiado ruidosa (1976), donde se narra la historia de Haňt´a, un hombre que trabaja en una planta de reciclaje donde destruye y prensa balas de papel, entre las que hay libros censurados, algunos de los cuales intenta salvar; es la historia de la destrucción de una cultura, y el personaje lo siente, y está absolutamente solo, una soledad quijotesca de libros y locura. En esta novela corta, escrita en primera persona, el personaje sufre alucinaciones en las que hay ratas luchando por el poder en las alcantarillas, como dicen los historiadores que trabajan en ellas (obviamente una parodia del discurso marxista, además de las luchas intestinas del partido), alucinaciones en las que Praga entera es aplastada por una gigantesca prensa. En las alucinaciones emergen también Lao-tsé y Jesucristo, como alegorías de la conciencia desgraciada y de la conciencia soñadora: dos tesis sublimadas en el mismo personaje de Haňt´a. Este se suicida en la prensa aplastándose junto a unos libros. Los personajes de Hrabal tienen tendencias suicidas (se dice que él mismo se tiró por una ventana, aunque hay quien dice que se cayó mientras daba de comer a las palomas). En Trenes rigurosamente vigilados (1967), también en primera persona y ambientada en la segunda guerra mundial, Miloš Hrma se mata haciendo saltar por los aires un tren de municiones alemán: aquí la intención realista se entrelaza al sarcasmo, y se analiza por qué se va a morir saboteando al invasor. Contrasta este sacrificio-suicidio buscado-forzado (el personaje tenía tendencias suicidas) de la novela, publicada antes del 68, con el suicidio de Una soledad demasiado ruidosa, como si hubiera una Chequia antes de 1968 y otra después. Como si antes de la invasión soviética mereciera la pena luchar y morir por algo (aunque la sociedad de la novela no sea la comunista, pues los comunistas llegaron al poder en el 48). Y es así. Todos los checos con los que he hablado del pasado coinciden en señalar que el «socialismo con rostro humano» (como lo llaman) fue una experiencia fallida pero hermosa: se podía viajar, publicar, hablar. Claro que la bota soviética acabó con todo y se volvió a un comunismo sin rostro. Otra época de descanso empezó a mitad de los 70 y terminó con Charta 77.

Todos los sísifos que he conocido y que trabajan en educación, casi todos, son anti-comunistas. Y el KSČM debe saberlo. Cierto que en las fotos de los candidatos a las elecciones había jóvenes ingenieros (ellos, ellas) y jóvenes profesores (ídem), pero no sé hasta qué punto es real. Nadie quiere volver atrás. ¿Volver a las ratas, a las alcantarillas, al miedo? ¿Volver al reino donde «se destruye el espíritu» (aunque yo no crea en dioses, reyes ni tribunos)? Por eso la publicidad electoral del Partido debe apelar a la familia y las cerecitas y no hablar de la lucha de clases. La explotación no hace falta mencionarla, porque la conocemos todos.
No sé quién ha elaborado la fotito, si fue un panel de psicólogos o de publicistas, pero desde luego es un texto desafortunado. Revela bien la mentalidad imaginada de aquellos a los que va dirigida, es cierto, pero ahora hace falta hacer una lectura inversa: revela la mentalidad de los arquitectos de tan sublime cerecita familiar.

En primer lugar, ya hemos comentado lo del familiarismo checo, algo que está en el imaginario de los arquitectos de la publicidad comunista, por lo que no hay que insistir en ello. Hay que añadir, sin embargo, un elemento: si tenemos en cuenta que muchos de los tecnócratas del partido son ellos, los del pasado, y que ellos no son marxistas al estilo occidental, la familia se entiende. Hay que mencionar de paso que muchos de los antiguos tecnócratas estalinistas todavía están en el poder, esto es, se quedaron, y se han cambiado la chaqueta con una naturalidad terrorífica. Sé de algunos jefes de departamentos universitarios que están donde están por haber sido quienes eran. Igualmente sé que si no eras comunista no podías estudiar en la universidad o incluso en la secundaria. Toda una lección de organización del capitalismo de Estado.

En el KSČM, realmente, no les interesa hablar de marxismo porque, tal vez, no saben marxismo. Si saben algo es escolástica estalinista y, puesto que marxismo es igual a lo que hemos vivido, por tanto – quod erat demonstrandum – hay que borrar el pasado. Este borrar el pasado es característica incuestionable de toda la cultura checa actual. Hace poco una amiga me regaló una edición de textos sobre la guerra civil española titulada Španělské reportáže, una colección de informes de guerra escritos por Iliá Grigórievich Ehrenburg (1891-1967) cuanto estuvo de corresponsal en España durante el conflicto. Me dijo: ‘Los han tirado a la basura en la biblioteca central’. Y me pregunto: ¿Qué tiene que ver Ehrenburg con la prensa aplastadora de Hrabal? Y, ojo, intenten encontrar una edición de Marx en cualquier librería: lo pasarán mal. Con todo, hay que recordar que también se tira a la basura la literatura infantil, junto a Tácito y Zósimo.

Lo que sí parece claro es que siguiendo la seducción de la ideología de los sísifos impenitentes (la pequeña burguesía, tan espiritual, tan temerosa de la proletarización como deseosa de ascender socialmente), no vamos a ninguna parte. Cabe la posibilidad de que en un futuro no muy lejano los comunistas checos sean tragados por el sumidero de los tiempos modernos y fagocitados por la social democracia, el ČSSD, unos social-demócratas que han desengañado a todo el mundo por su corrupción, su laisser faire al capital extranjero y su flexibilización del mercado de trabajo. Pero si entra el ODS, la destrucción del Estado del bienestar, ya comenzada, está cantada. La historia es familiar a los españoles que vivimos la cultura del pelotazo y el hundimiento de una IU lastrada de sísifos que se creían periféricos y dinosaurios. (Afortunadamente, aquí no hay terrorismo nacionalista y por tanto no habrá nadie que pueda defenderlos y alienarse a cientos de miles de ciudadanos.) La cuestión nacionalista ya fue solucionada en el 93 dándole un tajo al mapa y dejando a los políticos eslovacos, que provocaron la situación, contentos con su Estado, más pobres que ratas y condenados a suplir de mano de obra barata a los demás. Hoy en día preguntas sobre el tema y te contestan, en la mayoría de los casos, lo siguiente: ‘La separación de la República Checa y la Eslovaca la hicieron unos políticos, y yo no entiendo por qué ha sido así’.

Parece como si nadie en Chequia estuviese preparado para enfrentarse al pasado. Mientras eso no suceda, no saldrá de este centrifugado capitalista que avanza a una velocidad de vértigo. El lavado de cerebro televisivo y consumista es rápido y las nuevas generaciones son, ideológica y políticamente, del ODS. Sintomático que se haya querido suprimir la juventud comunista (en cuyo escudo sí hay estrellas, hoces y martillos).

Una metáfora, clásica y quizás inoportuna: en la Anábasis , el historiador griego Jenofonte (c. 430-c. 355 a .C.) nos cuenta cómo Ciro de Persia el Joven (424- 401 a .C.) quiere machacar al Gran Rey Persa y arrebatarle el poder (por cierto eran hermanos, pero esa es otra historia). Ciro contrató un ejército de 10.000 mercenarios griegos (entre los que estaba el mismo Jenofonte, que se convierte en el héroe del texto), a los que dijo que iban de campaña contra una tribu revoltosa. Los pobres soldaditos no sabían que iban a luchar contra el Gran Rey, el más poderoso del mundo conocido. Hay un momento en que Ciro y el espartano Clearco – comandante de los griegos – se ven obligados a engañar a los soldaditos: ‘No vamos a luchar contra el Gran Rey, sino contra otro, menos fuerte’. Al final los llevaron adonde ellos querían. Desgraciadamente, Ciro murió en batalla y hubieron de retirarse a través de un país desconocido, luchando contra una geografía enorme y difícil, contra obstáculos desalentadores, el tiempo, enemigos de todo tipo y la falta de provisiones. Pero eso es otra historia, y aquí sólo nos sirve como metáfora (en Grecia había esclavos). Los griegos sobrevivieron porque estaban juntos y sabían lo que querían: volver a Grecia. Yo no sé si los comunistas checos saben adónde van, ni si los mandamases de la cúpula organizativa del partido los engañan, diciéndoles que el capitalismo es una tribu revoltosa… y no el Gran Rey.

Por otro lado, es cierto que estos comentarios son aleatorios, sarcásticos y fundados en la especulación. Habría que estar algunos años en el Partido Comunista Checo y ver. Un problemilla: ser extranjero. Hay mucho racismo en Chequia. ¿Han oído a un checo hablar de los gitanos? Da miedo. Claro que siempre hay una minoría no racista, como el personaje de Hrabal, Haňt´a, que tuvo una amante gitana de la que no sabía su nombre y que murió en Auschwitz. El racismo es un fantasma de manipulación de la lucha de clases en la República Checa (también en Alemania, Polonia, pero de otra forma). El nuevo fetiche en Chequia es culpar al capital extranjero, a los gitanos que no trabajan o a los ucranianos et alii que vienen a robar el trabajo y vienen (¡O tempora, o mores!) sin papeles. El enemigo no son los bancos, no es Komerční Banka, ni Česká spořitelna, no es la explotación, el problema es «que no hay trabajo». Ese significante amo de las discusiones de los sísifos y las mentiras de los dominantes: «no hay trabajo». Como si el pleno empleo fuese el objetivo del capital. El objetivo del capital es producir más capital, y que todo el mundo trabaje o no trabaje no es su problema. El enemigo es más listo. Como me dijo una vez un votante del ODS: ‘El ejército de parados es necesario para la dinámica del capital, porque abarata el coste de la mano de obra y al empresario le es posible así crear más trabajo’. ¡Toma ya!. Es duro para un marxista oír un análisis marxista de labios de un neoliberal anti-comunista. Pero en los últimos años sucede cada vez más: la «izquierda» chic (de la que habla Žižek) se dedica a buscar el rostro humano del Espíritu, incapaz en su correctitud de ver las orejas a la lógica de la explotación. Un baile de máscaras.

En Chequia el KSČM (sean lo que sean) es todavía una fuerza considerable. Tal vez algún día llegue a una alta situación en el Imperio. Pero con ciertas estrategias no se va a ninguna parte; con determinadas estrategias, la historia de las aspiraciones anti-capitalistas del marxismo va a ser la de siempre: la historia de la derrota, a manos de la burguesía capitalista o a manos de los tecnócratas del Partido, sea el que sea (léase Weber). En el centro del imperio, un analista imperial usamericano ha dicho que la alternativa al capitalismo es… ¡el fundamentalismo islámico! (la versión sacralizada del Islam): y es cierto, porque se trata de la vieja lucha del capitalismo laico (mitificado como lo único posible) frente a la sacralización (teocrática). Nosotros sabemos que la alternativa al capitalismo es el marxismo. El votante del ODS que he mencionado antes me lo dejó claro frente a un cafetito y gastando flema: ‘Hoy sabemos que la única alternativa es el marxismo, pero yo creo en la democracia’. Como si el marxismo no lo fuera… y es que este, como todos, está marcado y traumatizado por el pasado. Tal vez sería mejor que ilegalizaran todos los partidos comunistas del mundo. Entonces les quedaría claro a muchos contra qué se lucha, y se saldría del juego publicitario y banal de la sociedad de las superficies. Pero el capital es inteligente y no ignora. Por eso no se terminó ilegalizando a nadie. Que hablen, que critiquen: mañana los bancos abren y el charco podrido de la vida cotidiana continúa.

Ostrava, a 16 de junio del 2006


[*] Este artículo fue escrito antes de la ilegalización de las Juventudes Comunistas checas. Dado su interés, el Consejo de Redacción decidió su publicación, al tiempo que trabajamos con nuestros colaboradores para aportar información que pueda arrojar luz sobre este hecho que consideramos de la máxima gravedad y relevancia.

[1] Este texto fue escrito en junio del 2006, después de las elecciones generales. A finales de agosto, no se habían producido los acuerdos entre partidos para establecer un gobierno estable. Obviamente, habría que actualizar algunas cosas. Por otro lado, los que hemos escrito esto no somos miembros del Partido Comunista de Chequia y Moravia.

[2] Esto aquí se denomina plovoucí hlasy («votos flotantes»), y son unos 100.000 (casi el 1% de los posibles votos y mucho más en realidad). En las elecciones anteriores estos votaron por el ČSSD o el KSČM para crear una fuerte y funcional oposición al ODS. Hoy, después del sondeo y de 4 años de gobierno del ČSSD, votaron por la derecha o los verdes. Por otro lado, la democracia cristiana sobrevive por inercia gracias a sus fieles votos devotos.

[3] Claro que los abuelos también fueron desterrados por los comunistas. Durante el socialismo, inventaron una palabra despectiva para los más mayores: přestárlí, «los demasiado viejos», «los sobreviejos». Esta palabra cayó en desuso en los 90. Contaba una abuelita lo mal que lo pasó en su 75 cumpleaños cuando vino un comité del partido a felicitarla y en la felicitación apareció esta palabra. Ella, una mujer fuerte, campesina y obrera, fuera de sí, los mandó a la porra: ‘No me vengáis con insultos’, y se acabó la historia de los comités en su casa.

[4] La diversión solía hacerse en grupos de familias. Los comunistas inventaron varios tipos de pasatiempos colectivos. P. ej. la organización Pionier, encargada de los juegos colectivos para niños; el Sindicato (ROH- revoluční odborové hnutí, movimiento revolucionario sindical) organizaba excursiones para grupos de hombres y mujeres, excursiones temáticas para grupos con niños, juegos «Spartakiáda» para todo el mundo, trabajos colectivos «Brigadas del trabajo socialista». No había tiempo libre. Mucho menos para pasarlo en una familia independiente. Todo era un sueño colectivo.

[5] Actualmente se dice que una de las maneras socialistas de dominar la gente consistía en romper los lazos familiares. Los estudiantes eran aceptados en escuelas (secundarias o universitarias) en otra punta de la región o de la República. Después de graduarse obtenían los umístěnky (de umístit, «colocar», «situar») lo más lejos de su pueblo natal (hay que tener en cuenta además el servicio militar). Si el trabajador socialista se comportaba de forma inadecuada, lo trasladaban a Sudety; los buenos trabajadores con méritos a Ostrava (el corazón de acero de la República ) y los buenos activistas a Praga, etc.

[6] Samizdat: nombre que recibe una forma de distribución ilegal de la literatura no oficial y anti-sistémica, en la Unión Soviética entre 1950 y finales de la década de los 80. La palabra se compone del pronombre reflexivo sam y las últimas dos sílabas del acrónimo de la editora estatal Gosizdat. Se mecanografiaban los libros y se intentaba también hacer el mayor número posible de copias con papel carbón; se distribuía de mano en mano, al principio entre un grupo de amigos de confianza. A partir de ahí otros mecanografiaban más copias (en esos años las fotocopiadoras estaban estrictamente controladas) y las distribuían clandestinamente.

[7] Un chiste: ¿por qué el periódico Rudé právo («El derecho rojo») era tan enorme? Para que toda la familia tuviera bastante papel para limpiarse el culo leyendo la sección deportiva (los jugadores de hockey y los ciclistas tenían que dejar ganar a los deportistas ruso-soviéticos).

Noticia original: http://laberinto.uma.es/lab22/valderas.htm