Ya está claro, la campaña electoral, el gobierno la hace así. Con la ostentación publicitaria de las expulsiones de los emigrantes. Con la evocación impúdica del apartheid. Con la exhibición de la dureza «sin contemplaciones» -es más, con la exhortación explícita a ser «malvados»- contra los emigrantes. En suma, poniendo sobre el tapete aquel recurso, […]
Ya está claro, la campaña electoral, el gobierno la hace así. Con la ostentación publicitaria de las expulsiones de los emigrantes. Con la evocación impúdica del apartheid. Con la exhibición de la dureza «sin contemplaciones» -es más, con la exhortación explícita a ser «malvados»- contra los emigrantes. En suma, poniendo sobre el tapete aquel recurso, poderosísimo en el plano emotivo y peligrosísimo en el civil, constituido por las «retóricas de lo inhumano». Y precipitándonos así siempre más abajo, por la pendiente de la civilización y de los derechos sobre la cual, ya ahora desde hace años, pero últimamente con gran celeridad, Italia está deslizándose.
Existe dentro de cada uno de nosotros, y en la conciencia colectiva, una línea de demarcación impalpable pero fundamental, que distingue entre el modo de ver al Otro como «uno de nosotros» (distinto pero, al menos semejante en algo) o como una «naturaleza extraña». Perteneciente a otro «reino»: «animal», «vegetal», «mineral». O simplemente a la Nada. Las «retóricas de lo inhumano» trabajan sobre esta línea de demarcación. La desplazan «hacia aquí», reduciendo el área de los incluidos en la dimensión de los «hombres», y ensanchando el ejército de los «no hombres». De los no – reconocidos. No de los «invisibles», fijémonos bien. Sino de aquellos que se ven pero no tienen importancia. Pueden ser indiferentemente usados o abandonados a sí mismos. Acogidos (si, y mientras, sirven) o rechazados (como cosas inútiles o dañinas). «Salvados» o «hundidos» según sea el interés del momento. Esto es lo que está haciendo el ministro del interior Maroni. Con la tosquedad que lo caracteriza. Pero también con absoluta carencia de escrúpulos, desplazando la línea de demarcación de la política más allá de un límite jamás alcanzado hasta ahora, cuanto menos, en la Italia republicana, por ninguna otra fuerza de gobierno: hasta el interior de la delicada trama que une la dimensión de lo biológico y la del sentido moral. La naturaleza de las relaciones «genéricamente humanas» y el ejercicio del poder público. Se puede comprender fácilmente qué eficacia tan terrible puede tener en una sociedad que se está empobreciendo rápidamente, y en la cual estratos cada vez más amplios de población perciben el riesgo inminente de su propio desclasamiento y de la pérdida de posiciones fatigosamente conquistadas, una retórica de este tipo: qué devastadora capacidad de movilización negativa pueda tener un mecanismo fundamentado en la creación de una porción, limitada, de humanidad explícitamente privada, por vía estatal, mediante el instrumento universal de la Ley, del estatus de hombres.
Esto permite un aparente, pero sicológicamente eficaz, «resarcimiento» de los «penúltimos» -de aquellos que han perdido buena parte de sus propios derechos sociales- a través de la exhibición de la privación más radical de los «últimos», de aquellos que carecen por completo de derechos. Gratifica a quien lo ha perdido (casi) todo o teme perderlo -trabajo, casa, renta, salud…- pero ha mantenido el estatus de «hombre», gracias a su pertenencia territorial, al mostrarle en clave publicitaria el espectáculo de quien ha sido destituido de aquella prerrogativa. Y puede ser públicamente declarado «exterior». Y en consecuencia «inferior». Es, y no podemos ocultárnoslo, un mecanismo políticamente «irresistible». Al poner en acción un sentimiento ambiguo, pero incendiario, como la «envidia social», en la época de la proclamada imposibilidad de realizar eficaces políticas redistributivas y de desafiar de modo creíble a quien «está en lo alto», éste se revela capaz de echar raíces en vastas áreas sociales, y potencialmente inmensas. A menudo en los asentamientos tradicionales de la vieja izquierda. Pasa a ser, una vez se acepta franquear aquel confín moral por parte de, por usar un eufemismo, políticos emprendedores sin prejuicios, un recurso decisivo. De hecho, Berlusconi y los suyos se han abalanzado sobre éste, en el momento en el que la prioridad parece ser la de vencer en la «guerra sicológica» de la crisis (y, cosa no secundaria de «olvidar a Verónica…» (1)). Y Franceschini (2) ha hecho bien al denunciar, con firmeza, el uso propagandístico de la desnuda vida ofendida, pero ya la inmediata, e imprevista jugada en contra de Fassino (3) nos dice cuánta atracción, o embarazo, ejerce en todos los frentes políticos, la puesta en acción de este nuevo perverso recurso. Y cuánta dificultad nos va a crear, ateniéndonos estrictamente al plano político, el proceso de petrificación de las conciencias que aquello conlleva
Si puede nacer hoy una resistencia, creo que no puede constituirse más que a partir de un frente, por así decir, «impolítico». Capaz de actuar sobre los registros trasversales de la moral, de la memoria, del sentido de la dignidad y sobre los residuos de la cultura, que no se miden según las relaciones de fuerza, las reglas de la razón de estado o de partido, según el maquiavelismo de la acción útil y de la eficaz.
El efecto principal de las «retóricas de lo inhumano» es el de deshumanizar en primer lugar a aquellos que las comparten. Es preciso juntar a quien continúa no queriendo renunciar a la propia residual humanidad. Y tiene la intención de defender esa pizca compartida que es el propio estado de hombres con el resto del género humano.
Notas del T.:
(1) Olvidar el dolor real. Hace unos años, los padres de una adolescente que había perdido la vida en un accidente de moto durante un fin de semana, crearon una asociación para recordar a su ser querido y no se perdiera su memoria. La asociación se llamaba «no olvidar a Verónica». (2) Dario Franceschini, actual dirigente del P.D. (3) Piero Fascino es ex secretario general del partido Demócratas de Izquierda
Marco Revelli , antiguo militante del autonomismo obrero italiano y celebrado estudioso del fordismo y el postfordismo, es profesor de ciencia política en la Universidad de Turín. Sus dos últimos libros más debatidos son La sinistra sociale (una investigación muy importante sobre el tránsito del capitalismo fordista al postfordista y la evolución de las bases sociales de la izquierda) y Más allá del siglo XX (traducido al castellano y publicado por la editorial El Viejo Topo, Barcelona, 2003).
Traducción para www.sinpermiso.info : Joaquín Miras