El primer ministro de Grecia, Antonis Samarás, urgió ayer a las autoridades europeas a conceder el siguiente tramo del préstamo financiero antes de finales de noviembre pues para entonces el estado heleno se hallará en bancarrota. En declaraciones al diario económico alemán Handelsblatt, Samarás subrayó la necesidad de recibir cuanto antes los 31 mil millones […]
El primer ministro de Grecia, Antonis Samarás, urgió ayer a las autoridades europeas a conceder el siguiente tramo del préstamo financiero antes de finales de noviembre pues para entonces el estado heleno se hallará en bancarrota.
En declaraciones al diario económico alemán Handelsblatt, Samarás subrayó la necesidad de recibir cuanto antes los 31 mil millones de euros objeto de negociación actual, pues su país solo tiene dinero para completar el mes siguiente «después, la caja estará vacía», aseguró.
El dirigente sugirió las posibilidades de que el Banco Central Europeo (BCE) rebajase los tipos de interés de los 28 mil millones en bonos griegos que posee la entidad, que modificase la fecha de vencimiento de estos o que permitiera la recapitalización bancaria vía Mecanismo Europeo de Estabilidad.
Sin embargo, estas propuestas tienen pocos visos de concretarse ya que, precisamente ayer, el presidente del BCE, Mario Draghi, negó la posibilidad de reestructurar la deuda griega en manos de la institución pues ello supondría una «financiación monetaria», algo contrario al reglamento del BCE.
En su entrevista Samarás comparó el periodo de la República de Weimar en Alemania con la frágil situación político-social que vive Grecia, con una altísima tasa de desempleo y el auge del partido neofascista Amanecer Dorado como elementos desestabilizadores.
«La democracia griega se enfrenta tal vez a su mayor desafío, la cohesión social está en riesgo si las reformas fracasan», dijo, y advirtió que si el gobierno de coalición no cumple con su tarea, el «caos aguarda» al país.
Samarás aseguró que su gobierno seguirá adelante con las políticas de austeridad, acelerando el programa de privatizaciones y tratando de atraer a los inversores extranjeros, pero reconoció dificultades en la negociación, aún abierta, con los prestamistas internacionales.
«Nos exigen sobre todo nuevos recortes en las pensiones y los salarios, pero es muy difícil porque estamos en el límite de lo que podemos esperar de nuestra población», afirmó.
Desde que Grecia firmara en mayo de 2010 su primer préstamo financiero, asociado a un vasto programas de reformas estructurales, los salarios se recortaron un 30 por ciento de media, el desempleo se triplicó y la economía del país cayó un 20 por ciento.
Hipotecado por los préstamos internacionales, el país se halla inmerso en una perversa espiral en la que el dinero recibido de los acreedores se destina casi en exclusividad al pago de los intereses de la deuda y a la recapitalización de las entidades financieras privadas.
La otra posibilidad, en caso de no recibir los 31 mil millones de euros pendientes, es declarar su imposibilidad de pagar la deuda y, tal vez, abandonar el Euro.