Hasta 1960, los sacerdotes de la iglesia Nuestra Señora de la Caridad en San Cristóbal de las Casas, solían celebrar misas para dar gracias a Dios por la derrota de una insurreción indígena en las montañas que rodeaban en ese entonces la ciudad real del imperio Español. El distinguido historiador marxista, Severo Martínez Peláez, relata […]
Hasta 1960, los sacerdotes de la iglesia Nuestra Señora de la Caridad en San Cristóbal de las Casas, solían celebrar misas para dar gracias a Dios por la derrota de una insurreción indígena en las montañas que rodeaban en ese entonces la ciudad real del imperio Español.
El distinguido historiador marxista, Severo Martínez Peláez, relata cómo los indígenas Tsotsiles y Tseltales se levantaron en 1712 contra las demandas onerosas de tributos por los hacendados – y contra la Iglesia Católica represiva, cuyos curas actuaban como soldados en primera línea de la dominación colonial de la monarquía.
Los indígenas tenían que trabajar para autosustentarse, y para producir con su esfuerzo y labor – a cambio de nada – telas, manteles, cosechas y cultivos, para sostener a los ricos colonialistas de la ciudad hasta que ellos no pudieron aguantar más y se rebelaron.
Un intento de organizarse en comunidades autónomas para suprimir la explotación – y el intento de los oprimidos para reinterpretar el catolicismo como una religión de justicia para justificar su lucha – fue aplastado en una reconquista viciosa de los indígenas por los militares españoles.
‘Es un error que las clases sociales oprimidas vivan su vida ‘normal’ cuando están resignadas a su suerte por imposibilidad de cambiarla, y que su vida se torna ‘anormal’ cuando se rebelan’, Martínez Peláez escribió. ‘Esto sólo puede parecerle así a quienes están interesados en que no se altere aquella pretendida normalidad’.
Durante 250 años, la jerarquía Católica siguió dirigiendo a los descendientes de los colonialistas oraciones de gracias por esta reconquista, pero lo que ha cambiado en la década de los sesentas, fue la llegada del Obispo Samuel Ruiz García a las montañas de los Tsotsiles y Tseltales.
La iglesia que construyó jTatik (Padre) Ruiz fue una iglesia que pone en práctica las palabras de la teología de la liberación. Los primeros serán los excluidos, los marginados y los indígenas. La enseñanza de una fe que ‘no se trata solamente de anunciar el evangelio, sino de construir una nueva comunidad donde se viva en la justicia, con una Iglesia que tenga una opción por los pobres’, él declaró.
Después de aprender de la lucha de los pueblos Tsotsil, Tseltal, Ch’ol y Tojolabal por el territorio, la justicia y el respeto, Ruiz organizó un Congreso Indígena con representantes de más de mil comunidades para denunciar el trabajo forzado, la negativa del estado mexicano a reconocer sus derechos, y el sometimiento a los finqueros – dueños de casi todo los territorios ancestrales de los indígenas.
Los católicos en el Congreso Indígena también se pronunciaron por la conformación del ‘Pueblo Creyente’, organizaciones comunitarias que promueven una ‘iglesia autóctona’, cuyos adherentes ayudaron a aumentar la conciencia política de los campesinos, y a la larga contribuyó al ascenso del movimiento guerrillero Zapatista.
Para evangelizar a los indígenas que no hablaban español, el Obispo Samuel Ruiz nombró catequistas indígenas, y para alcanzar a todos los pueblos de las montañas remotas de la selva fronteriza mexicana, él tomó la initiativa de nombrar diáconos indígenas, quienes llevarían a cabo oficios religiosos y algunos sacramentos en sus comunidades sin abandonar sus vidas matrimoniales y comunitarias.
Esta iniciativa creativa – junto con la labor de jTatik Ruiz de traducir la Biblia al Tsotsil y Tseltal – fue rechazada por los Papas Juan Pablo y Benedicto al mismo tiempo que la élite política mexicana denunciaba el obispo como un ‘comunista’, y lo acusara de ponerse del lado de la guerrilla.
Esta semana, cinco años después de la muerte del obispo Ruiz, un nuevo Papa, un Papa latinoamericano, viene por primera vez a la antigua ciudad imperial de San Cristóbal para poner fin a décadas de exclusión y estigmatización de la Iglesia del jTatik Samuel.
En San Cristóbal, ante 100.000 indígenas Tsotsiles, Tseltales, Choles y Tojolabales, el Papa Francisco, vistió ornamentos bordados a mano con motivos indígenas – y durante una misa en la cual sus palabras fueron traducidas a los idiomas de estos pueblos originarios – pronunció un duro sermón contra ‘el dolor, el maltrato y la inequidad’ sufrida por ellos.
‘Muchas veces, de modo sistemático y estructural, los pueblos indígenas han sido incomprendidos y excluidos de la sociedad. Algunos han considerado inferiores sus valores, su cultura y sus tradiciones. Otros, mareados por el poder, el dinero y las leyes del mercado, los han despojado de sus tierras. ¡Qué tristeza! Qué bien nos haría a todos hacer un examen de conciencia y aprender a decir: ¡perdón! El mundo… los necesita’.
Después de reconocer como legítima la demanda de los oprimidos de vivir ‘en una tierra prometida donde la opresión, el maltrato y la degradación no sean la moneda corriente’, el Papa se comprometió con los indígenas en nombre de una jerarquía de la iglesia que ha colaborado en ‘excluirlos, menospreciarlos y expulsarlos de sus tierras’, que esta ‘desvalorización sea superada por la fraternidad y la injusticia sea vencida por la solidaridad’.
Con el reconocimiento y reivindicación del Papa Francisco con la iglesia autóctona – representada por su autorización de nuevos diáconos – líderes indígenas católicos le entregaron ejemplares de la Biblia traducidas al Tsotsil y Tseltal.
Tras las palabras del Papa, el actual obispo de San Cristóbal de las Casas, Felipe Arizmendi, presentó un mensaje escrito por las comunidades indígenas: «Aunque muchas personas nos desprecien, tú has querido visitarnos y nos has tomado en cuenta’.
‘Llévanos en tu corazón con nuestra cultura, con las injusticias que sufrimos, con el dolor de nuestros enfermos. Gracias por haber aprobado el uso en la liturgia de nuestros idiomas. Queremos hablarle a Dios en nuestra lengua’, Arizmendi proclamó.
La importancia histórica e inmediata de las palabras – y de la presencia – de Su Santidad en el corazón de un territorio en disputa, fue emocional e impactante.
José Avilés Arreola, el cura de Bachajón, un pueblo Tseltal en las montañas donde Jorge Bergoglio visitó hace 47 años, cuando el obispo Ruiz estaba aprendiendo de las condiciones de vida de los indígenas – y el futuro Papa no era más que un cura – dijo: ‘Con la gran riqueza de caminar en defensa de nuestros derechos, una pastoral integral que hemos llevado por muchos años, eso es lo que viene a fortalecer jTatik Francisco, a hablarnos del perdón, a decirnos que podemos seguir caminando con las ilusiones de este pueblo, de seguir luchando por nuestra propia tierra, desde la palabra de Dios. A eso nos invita jTatik Papa Francisco’.
‘Nunca nadie había venido hasta acá, nunca nadie nos había tomado en cuenta, por eso sé que es sincero’, dijo despúes de la misa un campesino Tsotsil de Zinacantán, un pueblo que fue una de las fortalezas del alzamiento indígena en 1712 contra el imperio español. ‘Ya era hora de que llegara alguien que hable nuestro idioma y nos explique cuál es ese mensaje de Dios para un país tan lastimado, donde la miseria y la explotación siguen’, él enfatizó.
Los sacerdotes de los pueblos de estas montañas, que han dedicado su trabajo pastoral a continuar la digna labor de jTatik Ruiz, también sintieron la fuerza de las palabras del Papa, y declararon que la presencia del primer Papa latinoamericano en la Catedral de San Cristóbal, frente a la tumba del Obispo tan menospreciado por la jerarquía del Vaticano, significó el reconocimiento de la Iglesia Católica a su lucha.
Padre Gonzalo Ituarte, quien trabaja con el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas en esta ciudad, aseveró que la oración del Papa Francisco frente a la tumba, ‘ratificó la validez de la forma – la teología de la liberación – en que el religioso practicó el evangelio hasta el día de su muerte’.
‘La bendición y sabiduría siempre estuvieron del lado de la gente que es víctima en la historia; por eso Samuel Ruiz fue objeto de un extraordinario ataque’, él añade.
El sacerdote jesuita Pablo Iribarren declaró que el mensaje del Papa también es una reinvindicación ‘por la liberación espiritual, en la que debe luchar cada creyente, así como la liberación social del pueblo que sufre’.
‘Nuestra visión como profetas que sea la liberación, que sea plena y total, para que toda la misericordia de Dios caiga sobre nuestros gobernantes, para que enderece los caminos equivocados por los que van caminando y levante a su pueblo’, él insistió. ‘Contribuyamos a paliar el sufrimiento de los pobres, de los maltratados, de los marginados, de los olvidados de este mundo. Que a ellos también les llegue la liberación’.
Durante la represión militar de la insurrección indígena de 1712, la jerarquía católica en San Cristóbal se reveló como el agente más importante de la dominación española. Severo Martínez Peláez nos cuenta que la iglesia ‘fue abiertamente estatal y monárquica’, donde los curas vigilarían a los indígenas para informar a los militares ‘todo lo necesario para controlar y reprimir al pueblo’.
La iglesia garantizará que los pueblos originarios han sido ‘explotados en forma sistemática y segura para convertirse en trabajadores dóciles para el enriquecimiento del régimen colonial’, Martínez Peláez finalizó.
Gracias a la paciente labor del jTatik Samuel Ruiz; al trabajo poco conocido de los curas y sacerdotes que continúan siguiendo sus enseñanzas a cerca de la teología de la liberación, y la determinación valiente de los organizadores indígenas del Pueblo Creyente, la Iglesia Católica ahora en este territorio es una vez más ‘una religión de justicia’ para justificar la lucha de los pobres.
Las palabras del Papa en este territorio en disputa ‘fortalecerán la lucha de los excluidos’, dice el obispo Raúl Vera, quien trabajó con Samuel Ruiz durante sus últimos años, y quien oró junto con el Papa Francisco frente a su tumba.
‘Francisco es un latinoamericano, y su deber ahora es recoger el trabajo que los hombres como Ruiz han hecho’, Vera declaró.
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