Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Podría perdonárseles por creer que la crisis de refugiados de Oriente Medio y el Norte de África y los trágicos dramas en las costas de los Estados europeos del sur empezó sólo el 2 de septiembre de 2015. La desoladora imagen del cuerpo del niño de tres años, Aylan Kurdi, varado sobre la costa de Turquía ha conmovido a millones de seres.
Puede que muchos se pregunten por qué las fotos de todos los miles de cuerpos sin vida que hemos contemplado ya esparcidos por toda Siria e Iraq no han tenido el mismo impacto. Los asesinados con armamento químico en Siria estaban igual de indefensos y eran igual de inocentes. Si algo pone de relieve es el efecto de una imagen potente en el mundo eternamente conectado en el que vivimos cuando consigue sobresalir de entre los océanos de informaciones, noticias e incluso horror. Quizá el legado de Aylan Kurdi sea similar al de Muhammad Bouazizi, Khaled Said, Muhammad al-Durra y Hamza al-Khati. La diferencia fundamental entre ellos es que las muertes de estas personas desencadenaron protestas masivas en Oriente Medio mientras que la imagen de Aylan ha servido para acosar las conciencias europeas.
El repentino aumento de la simpatía popular pilló claramente con la guardia baja a muchos políticos europeos y a ninguno tanto como a David Cameron, el primer ministro británico. Su postura antiinmigración no parecía estar afectándole. Sus recientes comentarios acerca de los «enjambres» de emigrantes apenas le hicieron pupa en las encuestas de opinión ni entre el núcleo de sus seguidores situados a la derecha en la política británica. Esto podría explicar por qué fue tan lento a la hora de reaccionar ante un cambio tan importante en el estado de ánimo de la gente. Los consejos municipales empezaron a ofrecerse a acoger refugiados. Nicola Sturgeon, el primer ministro escocés, anunció que Escocia aceptaría a mil refugiados más. Famosos como Bob Geldorf anunciaron públicamente que abrirían sus hogares. Las entidades de beneficencia informaron de un enorme incremento en las donaciones para ayudar a los refugiados.
Así pues, ante este estado de cosas, el 4 de septiembre, David Cameron cambió de actitud. Los planes no se han publicado aún. El parlamento vuelve a su actividad habitual la próxima semana, por esto los funcionarios estarán trabajando duro durante el fin de semana sobre los detalles precisos para que el ministerio los apruebe. El primer ministro declaró que el Reino Unido iba a aceptar a algunos «miles» más.
Ese fue el segundo cambio de actitud respecto a los refugiados sirios tras el tardío anuncio del 29 de enero de 2014 que decía que Gran Bretaña iba a establecer un esquema propio a fin de reubicar a personas sirias vulnerables. Y entonces volvieron a echar mano de los mismos argumentos, ¿por qué no iban a hacerlo así? Finalmente, el gobierno transigió y el resultado fue que, veinte meses después, Gran Bretaña sólo ha incluido en ese esquema a una cifra miserable de 216 sirios. Además de los 5.000 sirios que han conseguido asilo en el Reino Unido.
¿Qué hizo que Cameron cambiara de postura? Reconoció que «Gran Bretaña tiene la responsabilidad moral de ayudar a los refugiados». Sin embargo, tal responsabilidad existía ya antes del 2 de septiembre, ¿por qué cambia ahora? La presión pública ha sido realmente importante, pero también ha habido otros aspectos. Cameron está inmerso en una delicada renegociación respecto al lugar que debe ocupar Gran Bretaña en la UE, donde hay muchos Estados que se sienten indignados por su posición respecto a los refugiados. Había peligro de que esto afectara a la imagen internacional del país, especialmente en muchos Estados árabes considerados amigos.
No obstante, el gobierno británico ostenta un record en la defensa de los refugiados sirios. Después de todo, ha donado más de 1.000 millones de libras para la crisis siria, mucho más que cualquier otro Estado de la UE, siendo el segundo mayor donante bilateral a nivel mundial. Según el reciente informe de Oxfam de marzo, mientras Gran Bretaña había contribuido con un 110% de su cuota equitativa respecto a Siria, Francia e Italia habían sólo enviado el 11% y Alemania el 38%. Parece que la posición del gobierno británico de ayudar a los refugiados en la región es un valor mejor que llevarles al Reino Unido. Sin embargo, las agencias dedicadas a la ayuda humanitaria piden con razón un enfoque híbrido que incluya la ayuda al desarrollo en la región pero también una política generosa de reasentamiento para los más vulnerables. No se trata de elegir un enfoque u otro. Las agencias más importantes pidieron el año pasado a Gran Bretaña que acogiera a 10.000 sirios, incluidos los que están ya en Europa. Es dudoso que los planes del gobierno contemplen ese objetivo.
Por esta razón, la región clama ante los dobles raseros. Especialmente Jordania y el Líbano están desbordados de refugiados sirios, así como las comunidades históricas de refugiados palestinos. La posición británica postula que estos pequeños Estados tienen que seguir acogiendo a más y más refugiados. El Líbano, con una población de 4,5 millones, tiene 1,5 millones de refugiados sirios. Si Gran Bretaña asumiera una porción equivalente, deberían acoger a entre 20 y 25 millones de refugiados.
Por otra parte, muchos se preguntan con toda la razón, ¿qué papel están jugando los Estados ricos del Golfo en la ayuda a los refugiados? ¿A cuántos sirios se les ha concedido asilo en Arabia Saudí, por ejemplo? El Reino Unido puede haber reasentado a sólo 216, pero esos 216 son más de los aceptados por los seis Estados juntos del Consejo de Cooperación del Golfo. Esos Estados ricos en petróleo todavía no han reasentado a un solo refugiado.
Gran Bretaña tiene también una responsabilidad más directa. Fue un actor importante en la decisión de intervenir en Libia. El caos y la agitación desencadenados en el Estado del norte de África fueron en parte consecuencia de la falta de atención prestada una vez que cesaron las acciones militares. En Siria, Gran Bretaña y sus aliados han fracasado de forma lamentable a la hora de impulsar una solución política, la única vía para que el flujo de refugiados pueda detenerse. Y el Reino Unido es uno de los principales exportadores de armamento al Oriente Medio, incluyendo a muchos Estados que han estado armando a las partes de los conflictos sirio y libio.
La cuestión de los refugiados constituye una tormenta perfecta de pesadilla para David Cameron, al encontrarse en el meollo de tres de las áreas políticas más complicadas para su gobierno: Europa, la inmigración y el Oriente Medio. A nivel interno y para mantener unido a su partido, Cameron tiene que ser duro con Europa y evitar cualquier nuevo esquema de cuotas europeas de refugiados, pero al mismo tiempo tiene que tender la mano a sus socios europeos. Por eso no puede aceptar a los refugiados de Calais y sólo tendrá en cuenta a los que en estos momentos se hallen en los campos de refugiados de Oriente Medio. Dice que no quiere socavar las regulaciones de asilo de la UE ni, como sostienen los ministros de su gobierno, impulsar el sector del contrabando de personas. Pero Grecia, Hungría e Italia, los Estados de la UE que se llevan la peor parte del aumento de refugiados, no van a dejarse impresionar. Tiene que ser duro con la inmigración pero deberá encontrar una forma de llegar a un acuerdo sobre la cuestión. Y necesita desesperadamente una política sobre Oriente Medio que le dé la oportunidad de trabajar por algún otro motivo que no sea el de detener el flujo de quienes escapan del conflicto. Incluso el plan de Cameron de ampliar los bombardeos sobre el grupo del Estado Islámico en Iraq para incluir a Siria (apenas una estrategia para ganar) fracasará probablemente a la hora de conseguir el apoyo parlamentario si el político antibelicista Jeremy Corbyn consigue esta semana el liderazgo del Partido Laborista.
Puede que esta ronda de argumentos haya obtenido una pequeña aunque significativa victoria para quienes quieren que el Reino Unido mantenga su record histórico como lugar de refugio. Sin embargo, el debate está lejos de finalizar. La extrema derecha y el lobby antiinmigración no se sienten precisamente intimidados. También es posible que algunos consejos locales no estén muy dispuestos a jugar a los anfitriones y exijan que el gobierno central apechugue con los gastos.
En general, Cameron tendrá que seguir cargando con la acusación de que todo esto es demasiado poco y demasiado tarde. Su gobierno ha aparecido de mala gana y con una actitud no muy acogedora. Está siendo arrastrado por su opinión pública, no dirigiéndola.
Pero quizá pueda alcanzarse un acuerdo. Durante gran parte de los últimos cuatro años, un gran segmento de la sociedad británica, y de la europea, ha sostenido que los acontecimientos en Oriente Medio no son nuestro problema. Ahora están un poco más callados. Tal vez sólo la amenaza de una crisis de refugiados en constante expansión sea la patada proverbial para que los políticos europeos se tomen en serio la resolución de los conflictos presentes en sus fronteras en vez de ignorarlos o incluso atizarlos. Eso sí sería un legado verdaderamente adecuado y justo para Aylan Kurdi y su familia.
Chris Doyle es el director del Consejo para el Entendimiento Árabe-Británico (CAABU, por sus siglas en inglés). Como principal portavoz del mismo y experto en la región suele intervenir como comentarista en radio y televisión, ofreciendo numerosas conferencias por todo el país sobre temas como la Primavera Árabe, Libia, Siria, Palestina, Iraq, la islamofobia y los árabes en Gran Bretaña, etc.