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Bruselas

Semana de debate de los indignados europeos

Fuentes: Página 12

El movimiento que aglutina a dirigentes sociales de las principales capitales del mundo se dio cita en Bruselas para debatir y elaborar propuestas que combatan los males del planeta. Los une el hartazgo de la política tradicional.

«El peligro más grande que nos amenaza es la pasividad.» Con esa consigna en la conciencia, pintada en varios carteles, los indignados europeos terminan hoy en Bruselas la semana de reflexión y debate con una gran manifestación que apunta a reclamar más democracia y derechos para los pueblos, precedida por una marcha de cientos de kilómetros a través del Viejo Continente. Al igual que en Madrid, Barcelona, París, Nueva York o Washington, el brazo rígido del liberalismo los esperó con un severo dispositivo policial. Apenas llegaron a la capital belga y se instalaron en el Parque Elisabeth, la policía los desalojó manu militari y sin contemplaciones.

El Ágora de Bruselas internacional que debía celebrarse allí terminó con el arresto de decenas de personas y una negociación con las autoridades que desembocó en la instalación de los indignados en el edificio de la HUB, Hogeschool-Universiteit Brussel. Allí viven confinados desde hace casi una semana. La situación es a la vez surrealista y creativa: cientos de personas oriundas de muchos países diferentes comparten un espacio físico, moral e intelectual. Los carteles desplegados en varios idiomas testimonian el espíritu que rodea este encuentro que a lo largo de la semana debatió y elaboró propuestas sobre todos los males del planeta. «Bienvenida Dignidad», «Resistir no es un crimen», «Sé tú mismo el cambio que quieres para el mundo», «Reglas para nosotros, oro para ellos» son algunas de las proclamas que se leen en el recinto de la HUB.

Los indignados que se instalaron en Bruselas recorrieron más de 1.200 kilómetros en tres marchas: la Marcha Meseta, que salió de Madrid; la Mediterránea, que partió de Barcelona, y la Marcha Toulouse, que empezó en esta ciudad francesa del sur de Francia. Con el correr de los días fueron convergiendo en Bruselas gente de Gran Bretaña, Grecia, Alemania, Italia, Irlanda, Noruega, Dinamarca, Suecia, Holanda y Portugal. Pierre, un indignado francés que partió de Toulouse, celebra el apoyo popular recibido a lo largo del camino y repudia los palos policiales: «La gente se acerca a nosotros, nos alienta, nos da agua, comida, comparte nuestros problemas. En realidad, estamos todos en la misma: sin trabajo, pagando alquileres de mansión por un departamento caja de fósforo, con sueldos ridículos y un sistema financiero cuyos delincuentes siguen libres y festejando la catástrofe que provocaron. Ha sido una marcha dura, cada día nos hace falta encontrar un lugar donde comer y dormir. Además, la mayoría de los indignados son personas que están sin trabajo, tenemos pocos recursos, pero hemos salido adelante». Hoy es el gran día. Después de la Jornada Internacional del Anticapitalismo celebrada el 12 de septiembre, hoy es el día de ir «unidos por un cambio global». La fecha es tanto más emblemática cuanto que responde a la convocatoria lanzada por el movimiento español 15-M para este mismo sábado con unas 60 marchas en España y en 45 países, incluido Brasil. El manifiesto elaborado para este 15 de octubre, traducido a unos 18 idiomas que incluyen el hebreo o el japonés y accesible en la página de Internet http://15october.net/, resalta que «los poderes establecidos actúan en beneficio de unos pocos, desoyendo la voluntad de la gran mayoría, sin importarles los costes humanos o ecológicos que tengamos que pagar. Hay que poner fin a esta intolerable situación».

Jon Aguirre Such, portavoz de Democracia Real Ya, explica que las manifestaciones mundiales y la concentración emblemática en Bruselas se hacen contra cuatro poderes: el financiero, el político, el militar y el de los medios de comunicación. Bancos, agencias de calificación, paraísos fiscales, dirigentes políticos, la OTAN y los grandes grupos de medios encarnan el lado oscuro de la modernidad. Más profundamente, el eurodiputado irlandés Paul Murphy, integrante del grupo Confederal de la Izquierda Unitaria Europea/Izquierda Verde Nórdica en la Eurocámara, destaca la forma en que las revoluciones árabes han influenciado las movilizaciones en Occidente: «Las revueltas del mundo árabe nos han enseñado el poder del pueblo».

De allí la propuesta que plantean los organizadores de las marchas si alguien se acerca a preguntar: «¿quién está detrás de todo esto?». La respuesta es muy simple: «yo». Todos esos «yo» ya están en Twi-tter (#soy15O) explicando por qué les parece que ha llegado la hora de pugnar por el cambio: «Porque creo en la humanidad y en su capacidad para cambiar el mundo», escribe Blanca Mundele. Paco Arnau escribe en Twitter: «Porque hay que señalar a los culpables: grandes empresarios y banqueros; y no sólo a sus lacayos en la política y el gobierno». Lily anota: «Porque ya es hora de despertar de una vez, cambiar, tomar decisiones propias en vez de dejar que las tomen por nosotros».

Estos mensajes que circulan en Twitter están en carne y hueso en Bruselas. «¡Indignados, en la calle, en vez de callarse la boca, es mejor un taller a cielo abierto!», dice una pancarta expuesta en las puertas de la sede del banco BNP Paribas, donde los indignados organizaron un taller a cielo abierto sobre el tema «Las mujeres de Europa son las verdaderas acreedoras de la deuda pública». Según los promotores del taller, la crisis y los consiguientes planes de austeridad no harán sino acrecentar las ya palpables desigualdades de género. En Bélgica, por ejemplo, las diferencias salariales entre hombres y mujeres de alta calificación ascendían al 21 por ciento.

Albert, un indignado francés que se unió a la marcha de los indignados desde Toulouse, explicaba: «Las mujeres pagarán la crisis más que otra categoría. La pobreza las tiene a ellas como principales víctimas; los despidos en las empresas siempre empiezan por ellas y lo que se viene no presagia nada mejor». Las asambleas populares de los indignados cuentan con invitados «no gratos», según la expresión de Jan Slangen, miembro del Agora de Bruselas: «Está lleno de policías de civil que supervisan nuestras asambleas. Esto se parece cada vez más a un Estado policial», dice colérico Slangen. El tema central de las marchas y los talleres irrita a los poderes europeos. Como ocurrió cuando los indignados del sur llegaron a París, donde muchos fueron detenidos y brutalmente golpeados por la policía, cada escala da lugar a un caluroso recibimiento popular y a una movilización policial desproporcionada. Jordi, un militante de Barcelona, piensa que «nos tienen miedo, miedo de que esto se haga más profundo. Les venimos a reclamar todo lo que no hay y a denunciar a los privilegiados: democracia directa en Europa, el fin del monopolio de los tecnócratas, a quienes no hemos elegido. Queremos que las oligarquías políticas que guardan el poder bajo llave se disuelvan».

En la marcha hacia la capital belga muchos de los caminantes organizaron encuentros con los habitantes de las localidades que iban atravesando. De ese diálogo surgió El Libro de los pueblos. Se trata de cuadernos con las quejas, exigencias, ideas y reflexiones que se recogieron durante las asambleas populares celebradas en las localidades. Miguel Angel, uno de los protagonistas de la Marcha Mediterránea, resalta que «a nadie le sorprenderá la universalidad de las dolencias recabadas en El Libro de los pueblos. Desempleo, corrupción, derroche del dinero público, aumento de los impuestos, compresión de las inversiones en salud y educación, problemas medioambientales. Esa síntesis será presentada entre hoy y mañana a las instituciones europeas. Los tecnócratas de Bruselas no desconocen esas «ausencias» del sistema democrático, pero se han vuelto expertos en cerrar los ojos.

Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-178853-2011-10-14.html

rCR