«Con la semilla de buena calidad coseché 20 quintales, mientras que con la normal solo saco 10», explica Vilma Rodríguez, una beneficiaria del programa especial de asistencia a los productores de pequeña escala en el noroccidental departamento nicaragüense de Estelí. Rodríguez, de 34 años y con cuatro hijos pequeños, recibió como parte del programa «Semillas […]
«Con la semilla de buena calidad coseché 20 quintales, mientras que con la normal solo saco 10», explica Vilma Rodríguez, una beneficiaria del programa especial de asistencia a los productores de pequeña escala en el noroccidental departamento nicaragüense de Estelí.
Rodríguez, de 34 años y con cuatro hijos pequeños, recibió como parte del programa «Semillas para el Desarrollo» capacitación de parte de una cooperativa local para el cultivo de frijoles de buena calidad en un predio pequeño, así como un paquete de insumos de fertilizantes, fungicidas y otros elementos en concepto de crédito por un monto equivalente a 220 dólares.
Durante la primera cosecha del grano, entre mayo y junio, logró recolectar 20 quintales, de los cuales vendió 18 a la cooperativa a un precio de 37 dólares cada uno, con lo cual pagó la deuda y logró utilidades. Además, guardó dos quintales para su consumo.
«Uno no tiene para producir, pero con el préstamo puede salir adelante. Además, la cooperativa me paga 850 córdobas por quintal (37 dólares), mientras en el mercado pagan hasta 600 córdobas (26 dólares)», detalló Rodríguez a IPS. «Ahora quiero sembrar un poco más», añadió.
Las semillas van del pequeño productor a la cooperativa, la cual se encarga del proceso de beneficiado que conlleva limpiar el fríjol, secarlo, hacer pruebas de humedad y prepararlo para su almacenamiento.
Luego, inspectores de la estatal Dirección General de Semillas extraen muestras de los lotes para evaluarlas en el laboratorio y certificarlas de modo que puedan ser comercializadas, según la ley y el reglamento de producción y comercio de semillas que datan de 1998.
Así, un quintal de semilla de fríjol certificada de buena calidad cuesta hoy 90 dólares, mientras que una que no lo está puede costar solo 40 dólares.
Rodríguez es sólo un eslabón de este programa promovido en seis países de América Central por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en el cual también participan cooperativas, asociaciones y organismos de gobierno.
Su objetivo es impulsar la comercialización de semilla de buena calidad, generar ingresos para las familias de escasos recursos, aumentar la producción y combatir la inseguridad alimentaria en esta zona con elevados niveles de pobreza.
En Nicaragua, por ejemplo, una encuesta realizada por la no gubernamental Fundación Internacional para el Desafío Económico Global indicó que la pobreza general alcanzó el año pasado a 44,5 por ciento de sus 5,8 millones de habitantes, concentrada principalmente en el área rural.
«El proyecto surge de la crisis del alza de precios de los alimentos en el mundo y de granos básicos en América Central en 2008», explicó a IPS el experto en conservación vegetal Allan Hruska, de la FAO. «Parte del problema era la falta de semillas de buena calidad, porque la gente usa cualquier grano como semilla y eso implica una bajísima productividad», apuntó.
Según el Instituto Nicaragüense de Tecnología Agropecuaria, apenas entre 18 y 20 por ciento de la semilla de granos básicos en el país es certificada como buena tras comprobarse que reúne estándares mínimos de calidad genética, física, fisiológica y sanitaria, características que aumentan su productividad.
De este modo, la FAO determinó la necesidad de asegurar la disponibilidad, acceso y uso de semillas de buena calidad por los pequeños productores.
Este proyecto regional, financiado con cerca de 12 millones de dólares por la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECID), comenzó a fines de 2009 y concluirá a fines de 2012.
«Definimos como eje central crear o fortalecer la capacidad de pequeñas empresas que tengan la capacidad técnica, tecnológica, administrativa para producir y vender semillas de buena calidad en sus comunidades», explicó Hruska.
En Nicaragua, la iniciativa se ejecuta con cooperativas de productores en los cultivos de fríjol, maíz y sorgo en cinco áreas: Las Segovias y Jinotega, al norte; Matagalpa, al centro; la región Atlántico Norte, al noreste, y la región Atlántico Sur, al sudeste del país.
«El trabajo se enfoca en promover la conformación de empresas semilleristas; la formación para la producción y la certificación; el aumento de la productividad y el desarrollo empresarial», dijo a IPS el experto Juan Bosco, del programa de semillas en FAO-Nicaragua. Por ahora, el proyecto promueve la creación de cinco federaciones de cooperativas, las cuales se constituirán como empresas para producir y comercializar el producto terminado y lograr su sostenibilidad una vez concluido el proyecto en 2012.
En la actualidad, como cooperativas independientes producen y comercializan semilla, la cual venden al mercado local y a países como Costa Rica y Honduras, pero con muchas dificultades, entre ellas, la falta de capacidades para comercializarla.
«Son buenos productores de semillas de granos básicos pero también son malos gestores del proceso de compra y venta», reconoció Bosco sobre unos 6.000 productores semilleristas, 30 por ciento mujeres, asociados a cooperativas nicaragüenses. Socorro María Olivas, de 57 años, productora de frijoles originaria de Estelí, dijo a IPS se quejó porque «hay veces que las cooperativas no nos compran el grano y los comerciantes lo pagan muy barato y tenemos que caer con ellos».
La circulación de falsa semilla certificada en el mercado también ha generado mucha desconfianza en los productores.
Aldo Rojas, director del programa de Semillas y Biotecnología del gubernamental Instituto Nicaragüense de Tecnología Agropecuaria, indicó a IPS que «mucha gente, por hacer negocio, empaca cualquier semilla y la vende como certificada y el productor pierde la confianza».
Al final, el no uso de semilla de buena calidad «significa menos comida y menos ganancia, lo cual tiene implicaciones sociales y económicas», matizó.
La falta de inspectores capacitados que certifiquen el producto, de laboratorios regionales para descentralizar la certificación y la apertura a certificadoras privadas, lo cual implicaría reformas a la ley de semillas, también se hacen necesarios para empujar esta industria, según Rojas.
Otro de los desafíos es hacer llegar la semilla de buena calidad a los más desposeídos o a quienes no pertenecen a alguna cooperativa.
«Tenemos la idea de que, por cada dos quintales de grano que nos entreguen, nosotros les podamos dar uno de semilla de buena calidad», dijo a IPS el productor Jairo Videa, de la Federación de Cooperativas Semilleristas del Norte, que abarca los departamentos de Estelí, Madriz y Nueva Segovia.
Así, el proyecto Semillas para el Desarrollo pretende producir este año 9.040 quintales de semillas de buena calidad de fríjol, maíz y sorgo para aumentar la productividad y disponibilidad de granos básicos en Nicaragua.
* Este artículo fue producido con apoyo de la FAO.