La ansiedad por saber el resultado no esperaba ni por asomo un corolario adverso. Los mercaderes del rating, desesperados por traficar primicias alentaron un primer festejo al adelantar un «seguro» triunfo del SÍ. Minutos después, asestaron un golpe seco destemplando al más fuerte. La sensación fue de dolor sin más. Pero el dato es el […]
La ansiedad por saber el resultado no esperaba ni por asomo un corolario adverso. Los mercaderes del rating, desesperados por traficar primicias alentaron un primer festejo al adelantar un «seguro» triunfo del SÍ. Minutos después, asestaron un golpe seco destemplando al más fuerte. La sensación fue de dolor sin más. Pero el dato es el dato, y a la mañana se esperaba conocer la información oficial completa. Entonces una nueva oleada de mensajes entre compañeros anunció que Martínez Zimarioff, Ministro de la Corte Electoral, daba ganador al SÍ. La espera íntima de un triunfo no fue capaz de prever tanta mezquindad en manos de un «señor de la justicia». La información era falsa: la derecha festeja distinto, hace tiempo sabemos que disfrutan del dolor ajeno. A diferencia de nosotros, no descansa ni desaprovecha la más mínima oportunidad para golpear y avanzar. Ellos, los más rancios defensores del statu quo, festejaron una vez más su rango de ciudadanos AAA.
El estado de ánimo que se produjo es absolutamente entendible. Costó mucho llegar a esta coyuntura y era mucho lo que se estaba definiendo. La última gran victoria de la dictadura podía llegar a su fin y con ella se podían concretar un cúmulo muy significativo de objetivos largamente acuñados por el movimiento social. Se configuraba un punto de inflexión histórico favorable a los intereses populares, que, desde el punto de vista estratégico, iba mucho más allá que el propio e importante logro de la anulación.
La desazón es entonces comprensible, e inevitable en un primer momento. Pero luego al sentimiento de derrota se le debe anteponer la fuerza de la reflexión orientadora. Porque la frustración es ese lugar en el que nuestro corazón no sabe vivir y desde el que hay que salir bien y lo más rápido que sea posible.
Pocas horas después de conocidos los resultados primaron las reacciones espontáneas: lutos, marchas, concentraciones. Sin firma, ni organizadores. Pero ¿Quién/es está evaluando lo que ocurrió? ¿Por qué ocurrió? ¿Cómo sigue la lucha por verdad y justicia? ¿Cómo se supera la situación coyuntural y se recomponen las fuerzas, sin perder lo que se acumuló? Queremos ser claros, no pasa por nosotros cuestionar la intención de estas iniciativas a las que en muchos casos adherimos. Tampoco tenemos pretensiones iluministas. Si nos parece imprescindible encarar un análisis explicativo de lo ocurrido para evitar la fragmentación y el debilitamiento de las movilizaciones, y fundamentalmente para proyectar cuál es la manera más eficaz de continuar esta pelea. No aprender de las derrotas es la peor y más fatal de todas las derrotas, porque la lucha sigue.
Estamos convencidos que el resultado del plebiscito fue una derrota de la izquierda, no una victoria de la derecha. Es imprescindible esta dimensión del análisis. La inexistencia de la papeleta del NO impide que cualquier análisis serio sostenga que el pueblo uruguayo se pronunció por la ratificación de la ley de la pretensión punitiva del estado. Por el contrario, la única información que intenta conocer esta opinión en base a encuestas demuestra que menos de un 35% de orientales tenían decidido no poner la papeleta del SÍ, es decir expresamente querían mantener la ley de impunidad. Por otra parte, la derecha no creció electoralmente como para justificar tal conclusión. El problema entonces no está en la superficie electoral.
Una mirada menos coyuntural muestra que el Frente Amplio confunde sistemáticamente acceder al gobierno con disputar el poder. Una izquierda con estas características podrá ser opción electoral a la derecha, pero ya no una alternativa al sistema. Esta es la base fundamental y profunda de la derrota.
Fue una derrota de la izquierda porque la máquina electoral es capaz de desdibujar todas las luchas de fondo. A excepción de algunos dirigentes y de buena parte de las bases, la gran mayoría de la dirigencia del FA vinculada directamente a la campaña electoral, evidentemente optó por evitar toda asociación de la fuerza política con el plebiscito, el que queda ausente del discurso y la propaganda. Se limitan a ensobrar… No cabe duda alguna que un posicionamiento claro y decidido del FA hubiera alineado una proporción superior de sus votantes, proporción que seguramente hubiera dado el triunfo al SÍ.
Sin embargo, lejos de la mera queja y de solamente buscar responsabilidades externas, creemos que es hora de pensar en serio acerca de este problema. Como nueva generación de militantes de izquierda no debemos ni podemos mirar para el costado
El factor FA en el resultado adverso no es el único ni necesariamente el de mayor peso como aprendizaje. Las debilidades que expresó la propia organización de la campaña por el SÍ, el escaso dimensionamiento temporal del trabajo propagandístico, la llegada tarde de muchos de nosotros, el descanso en las estructuras pre-hechas, fueron aspectos que también jugaron su papel. Subestimamos la fuerza del vacío generado por la institucionalidad política y mediática, nos embarullamos en nuestro propio ruido, nos ensalzamos en nuestros propios anhelos. Nos quitó rigurosidad para dimensionar el esfuerzo necesario, el tiempo necesario, los medios y los recursos.
También es preciso evaluar el impacto de la inexistencia de la papeleta del NO, que es en sí misma una falta constitucional [1]. Su efecto más terrible fue multiplicar el vacío mediático del debate y ocultar a las figuras defensoras de esta ley, ya desgastadas y enjuiciadas popularmente. Logró invisibilizarlas. Lejos de ser una acción inocua de la Corte Electoral, la inexistencia del NO, evitó la disyuntiva que trae aparejada la opción popular, elemento que sin dudas despierta la necesidad de informarse y tomar una decisión. No podemos saber cual hubiese sido el resultado, pero otra hubiese sido la campaña, otro el debate y otro el aprendizaje.
Por otra parte, la orfandad partidaria de la lucha por el SÍ nos muestra nuevamente la potencia de la movilización social comprometida. La campaña movilizó un número muy importante de compañeros orejanos, acercó a muchos jóvenes a la militancia social, generó nuevas organizaciones, dinamizó barrios y sindicatos, dio sentido acumulativo a muchas fuerzas dispersas. Estas fuerzas desbordaron largamente la continentación partidaria, y explican en parte el incremento de 41,3 a 48% respecto del voto verde de 1989.
Enseña enormemente la potencia de la organización y movilización popular el resultado diferencial obtenido por los plebiscitos: el rosado acuñado por organizaciones sociales, con enrome esfuerzo de base desde su gestación y posteriormente en su propaganda arriba a un 48% de votos; el blanco, gestado en el parlamento, sin fuerza motora, arriba a un 37,4%. Cabe destacar que parten de una base de opinión en primera instancia más desfavorable al voto rosado que al blanco.
Una mención particular merece el rol jugado por los medios de comunicación. Éstos, en su cargada agenda de «temas relevantes» jugaron su carta política con mucha precisión. La ausencia de debate público en la mayor parte de los medios de comunicación masivos acerca del plebiscito, generó un claro vacío informativo. Se hizo política expresamente en contra de este plebiscito llevando a una mínima expresión el abordaje de la campaña por el SÍ. La grosera falta legal, al no transmitir el Jueves 22 de octubre a las 22 la cadena nacional decretada por el Presidente de la República, no hizo más que refrendar su accionar anterior y dar muestras de que la lucha contra la impunidad transciende la dictadura cívico militar, y tiene sus manifestaciones de poder antipopular impune cotidianamente.
Como generación nos llevamos un golpe duro, pero recogemos el guante en la medida que nos sentimos dentro de esta batalla, no fuera. Y la pelea continúa, porque hay razones, voluntades e instrumentos concretos, palpables para continuarla.
Es preciso mantener viva la movilización y exigir el cumplimiento del artículo 4º de la Ley de Caducidad, aprovechando el escenario que abre la declaración de inconstitucionalidad realizada recientemente por la Suprema Corte de Justicia ante el caso de Nibia Sabalsagaray. Ya hay varios casos presentados que traerán aparejados nuevos juicios y nuevas declaraciones de inconstitucionalidad. Debemos despejar el terreno para abrir nuevamente el escenario de la nulidad. Tenemos más de un millón de voluntades en esta causa que hay que expresar en la calle en cada caso, en cada audiencia.
Es necesario seguir denunciando, reclamando y sobre todo concientizando, desde abajo y junto al pueblo, porque la derecha gana cuando la izquierda calla o cuando habla para no decir nada.
Más temprano que tarde el árbol retoña. La ley caduca caerá ya seca sin siquiera un vaso de irrigación dentro de la sociedad que se anime a defenderla. Porque es inconstitucional, ilegítima e inmoral. Porque no hay libertad sin justicia. A seguir luchando cada vez más preparados, más comprometidos, más organizados.
La rabia convertida en estrategia
El dolor en maniobra organizada
Y esta lucha de abajo hecha conciencia
Gabino Palomares
Nota:
[1] W alter Pernas, nota en el Semanario Brecha del 30/X/2009 (página 9): «`Los votantes se expresarán por Sí o por No´, reza el artículo 331 de la Constitución».
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa de los autores, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.