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Conversación con Alfonso Sastre, dramaturgo y candidato de la ilegalizada Iniciativa Internacionalista

«Siempre he amado la justicia y la libertad, y con esas ideas he procurado siempre y procuro hoy untar todo lo que se pone a mi alcance»

Fuentes: Rebelión

El abogado general del Estado ha pedido al Supremo y éste ha confirmado la ilegalización de las listas de Izquierda Internacionalista, basándose en «conexiones personales, sobre todo del ‘número 1 de la candidatura europea, Alfonso Sastre», al que se relaciona con «el entorno de ETA». Alfonso Sastre, quizás el más grande dramaturgo vivo del mundo, […]

El abogado general del Estado ha pedido al Supremo y éste ha confirmado la ilegalización de las listas de Izquierda Internacionalista, basándose en «conexiones personales, sobre todo del ‘número 1 de la candidatura europea, Alfonso Sastre», al que se relaciona con «el entorno de ETA». Alfonso Sastre, quizás el más grande dramaturgo vivo del mundo, se ha convertido en una «fuente de contaminación» en el marco de un pensamiento primitivo, religioso, sacrificial, que ha sustituido la noción de «delito» -ceñida sólo a actos demostrables- por un conjunto de oscuras fuerzas nosológico-pecaminosas más contagiosas que los nuevos virus de la gripe y que imponen prácticas institucionalmente paranoicas, como las del Santo Oficio, orientadas a localizar «intenciones» o «analogías» o incluso sencillamente «miasmas» contaminantes más allá de la propia voluntad del sujeto bajo cuarentena. En este caso, II no incluye fuerzas ni candidatos vascos; reúne una serie de grupos y personas vinculados al activismo anticapitalista en el resto del Estado, lo que marca una nueva etapa en la política represiva de los gobiernos de España. La doctrina Garzón, el principio de analogía, el derecho penal del enemigo se expanden más allá del País Vasco. Alfonso Sastre, cuya extraordinaria obra literaria ha sido siempre inseparable -como la de su compañera Eva Forest, de cuya muerte se cumplieron precisamente ayer dos años- de una actividad incansable, valiente y solidaria, a favor de la libertad, la justicia y el socialismo, ha tenido la generosidad de responder a algunas preguntas.

¿Por qué Alfonso Sastre acepta ser candidato de una lista electoral como Iniciativa Internacionalista? ¿Qué hay en ella que te resulte particularmente afín? ¿Qué diferencia esa opción de otras con programas sociales y políticos semejantes?

Porque estoy de acuerdo con todos los puntos de su manifiesto; y por otro lado no he tenido ocasión de estudiar a fondo el pensamiento subyacente en las que ya he llamado, sin conocerlas, «candidaturas hermanas». Lo decisivo ha sido, sin duda, que quienes gestionaron la Candidatura de II fueron quienes llamaron a mi puerta.

En medio del naufragio general de las izquierdas del Estado español, la paradoja -o al menos esa impresión tengo- es que hay cada vez más malestar individual pero está cada vez menos representado a nivel político e institucional. En este contexto, frente a la necesidad de reconstituir un frente anticapitalista amplio, ¿por qué presentarse a las elecciones europeas? ¿A qué estrategia responde esa decisión? ¿Y por qué no ha sido posible unir a todas las fuerzas a la izquierda de IU? ¿Qué piensas de Izquierda Anticapitalista? ¿Habéis mantenido conversaciones con ellos y con el PCPE para buscar una candidatura conjunta?

Es ciertamente una paradoja, que no quiere decir una mentira sino, como dijo Gracián, y yo he repetido mil veces, «un monstruo de la verdad». ¿Por qué, en esta paradoja, presentarse a las elecciones europeas? Yo lo he visto bien como un modo de alzar la voz en el cuadro de esa paradoja en la que el PSOE y el PP poseen todas las cajas de resonancia y nos niegan la palabra. El resto de las preguntas no soy capaz de responderlo. No he participado en la elaboración de esta candidatura. Por Izquierda Anticapitalista y por el PCPE siento simpatía a través de las noticias que me llegan de su existencia.

El programa de II reclama «plenas libertades democráticas», evocando entre otras cosas -o especialmente- la situación de excepción que se vive en el País Vasco. Y parece que es justamente esa reclamación la que convierte a II en una fuerza sospechosa, hasta el punto de que el Tribunal Supremo acaba de confirmar la ilegalización de vuestra lista. ¿Cuánta democracia puede soportar el estado español?

El actual Estado Español es algo así como aquella democracia que Jack London ya prefiguró a principios del siglo XX en su gran profecía El talón de hierro, que no fue, como pensó Trotski, cuando la arribada del nazi-fascismo, una anticipación de éste sino, más allá, o sea, más acá, de esta democracia que nosotros padecemos desde la caída del «socialismo real».

¿Crees que la izquierda del Estado está lo suficientemente preocupada por las reiteradas violaciones del Derecho y lo suficientemente comprometida en la defensa de la democracia? ¿Cómo crees que deberían reaccionar las otras candidaturas de izquierda ante la ya confirmada ilegalización de II y su imposibilidad de presentarse a las elecciones? ¿Y qué crees que los izquierdistas españoles, por nuestra parte, deberíamos esperar de Batasuna y la izquierda abertzale?

La izquierda convencional, desde luego, no. En cuanto a la izquierda radical, me siento incapaz de dar cualquier consejo. ¿Y qué esperar, me preguntas, de la izquierda patriótica vasca? Yo estoy seguro de que se puede esperar de ella una firme lealtad a sus ideas, cuyas raíces más profundas tiene poco o nada que ver con el nacionalismo de Sabino Arana y mucho que ver, descontando e incorporando matices, con la voz de «patria o muerte» tal como sonaba en los labios de Ernesto Che Guevara. Raíces más lejanas las encuentro en el Lenin que a Rosa Luxemburgo le recordó que ella era polaca y que debería partir de esa base, o sea, de una convicción inter-nacionalista, y no de un cosmopolitismo proletario abstracto y, menos, místico.

Insinuar la vinculación de II al «entorno aberztale» equivale a cuestionar el derecho inalienable de ese llamado «entorno» a participar de la vida política y pública. El que acepta o sencillamente especula con ese vínculo se hace a mis ojos cómplice de la Ley de Partidos y de los atropellos que la acompañan. Pero no cabe duda que es la «cuestión vasca» -la cuestión española- la que está detrás de las presiones mediáticas y judiciales contra II. ¿Cómo debería tratar la izquierda del Estado esa cuestión? ¿Y hasta qué punto y por qué -si es eso lo que piensas- las izquierdas no vascas deberían dar prioridad a esta cuestión sobre otras de carácter económico, político o social?

No estoy seguro de que las izquierdas radicales no vascas tengan que dar prioridad, en sus trabajos y temas, a la «cuestión vasca», pero sí tenerla muy en cuenta como una realidad política compleja no reductible, desde luego, a la existencia de una lucha armada, por lo demás de baja intensidad; como a una realidad, pues, que sólo podrá resolverse en la paz (que no en el curso de «una pacificación»), y esta paz sólo será viable en una mesa de negociación, como todas las paces que en el mundo han sido, que no pueden confundirse, como muy bien dijo el gran maestro Kant, con la «paz» propia de los cementerios; y esta paz, digo, sólo será viable si se consigue la gran hazaña de establecer una mesa de negociaciones. Cualquier comparación entre ETA y las Brigatte Rosse o la Rote Armee Fraction conduce a la falsa idea de la derecha más reaccionaria y, por el momento, del PSOE, de que esta violencia puede acabarse por medios policíacos-militares o prácticas como la tortura (¿volvemos a acordarnos de la «columna infame»?). Ayudar a esa conciencia/consciencia es un objetivo que debe entrar, eso sí, creo yo, entre las prioridades de la izquierda radical no vasca.

Se puede ser de ETA sin saberlo; y se puede ser muy «peligroso» -como lo demuestra el sumario 18/98- sin haber hecho nada. El «terrorismo» es una enfermedad contagiosa. En este contexto, Alfonso Sastre es ahora, por el sólo hecho de respaldar una candidatura de izquierdas, como uno de esos «untori» de la «Historia de la columna infame» de Manzoni, acusados en el siglo XVII de transmitir la peste a través del contacto de sus manos. ¿Cómo explicas este retroceso del Derecho hacia formas «primitivas» -o por lo menos pre-modernas- de control social, no sólo en el País vasco sino en el conjunto del planeta? ¿Y cómo podemos luchar contra esta deriva?

Has descrito magistralmente la situación. Esa descripción es una respuesta a gran parte de la cuestión que planteas. En cuanto a cómo explicar este retroceso al Milán de los «untatori», es seguro que tiene que ver con la degradación general que ha comportado en el mundo (una vez hundida la Unión Soviética) la implantación generalizada de la doctrina neoliberal untada (valga la palabra) de una «posmodernidad» que ya está mostrando -ahora muy claramente: con la actual crisis económica mundial- su vocación de «futura antigualla», como yo mismo, que no soy ducho en estos temas, decía ya desde los principios de tal fenómeno cultural; lo cual no quiere decir, desde luego, que la solución de los problemas profundos y, claro está, de los colaterales, como la paradoja que señalábamos al principio, esté próxima en el tiempo.

En «Los intelectuales y la utopía» hablas de esos «intelectuales y artistas que se agrupan bajo la bandera del partido en el gobierno y se instalan tan ricamente en el pensamiento único, diciéndose, sin embargo, independientes», y los acusas de «oportunismo e hipocresía». No son sólo los políticos y los periódicos los que te consideran un elemento «contaminante»; precisamente algunos intelectuales, como Fernando Savater, son particularmente activos en la aplicación de este «pensamiento primitivo» y en la militancia a favor de las prácticas inquisitoriales nosológico-religiosas. Recientemente Savater ha declarado, por ejemplo, que no cree «que haya ninguna otra razón por la que Alfonso Sastre se interese por Europa más que por apoyar a Batasuna» y ha apoyado la ilegalización de la lista que encabezas. ¿Hay otras razones por las que te interesa Europa? ¿Y por qué tanta gente inteligente apoya hoy al Santo Oficio y el fin de las libertades públicas y colectivas?

Yo te decía que pienso en Europa como una posible caja de resonancia de unas voces que aquí no pueden oírse porque sencillamente las ideas que quieren transmitir convierten ipso facto a sus locutores en muertos civiles. Sabemos que, como temimos y denunciamos desde el principio (¿hace sesenta años?) es una «Europa de los mercaderes» y no, como nosotros deseábamos, una «Europa de los pueblos», pero al menos esta «Europa» puede prestar sus altavoces alguna vez a las voces de quienes no tienen voz. Esa es la principal razón por la que me interesa Europa. ¿Por qué tanta gente inteligente…? La misma pregunta podría formularse referida a temas muy concretos como el llamado «Plan Bolonia» para las universidades. Y la respuesta sería la misma: porque vivimos en el marco, que ya hemos definido someramente, de una situación de degradación y mercantilización de la inteligencia.

Tu candidatura maneja como eje prioritario la autodeterminación de los pueblos, ¿qué crees que diferencia la lucha por la independencia en el País vasco de -por ejemplo- la de las regiones ricas de Santa Cruz en Bolivia y Zulia en Venezuela, donde los movimientos separatistas se enfrentan al gobierno central de Evo Morales y Chávez? ¿O del caso europeo de la Liga Norte en Italia?

Sin conocer lo que pasa, a este respecto, en Bolivia y Venezuela, aventuro, por el contexto en el que se mueven estos fenómenos, que allí se trata de movimientos propiciados por el Imperialismo norteamericano contra los procesos revolucionarios que se desarrollan en aquellos países. En cuanto a la Liga Norte en Italia parece una reclamación propia de ricos que quieren ser más ricos.

Entendemos la lógica según la cual el más importante dramaturgo español se convierte en un peligrosísimo transmisor de la peste y es silenciado, ignorado, excluido de los teatros -mientras sigues escribiendo y publicando en Hiru para generaciones más libres y democráticas. Pero quizás deberías explicar por qué, a pesar del coste personal que ello entraña, sigues empeñado en trasmitir la peste a través de tus obras y de tu compromiso político. Y también qué clase de peste es la que sigues queriendo contagiar, generalizar, compartir con los demás.

Suena muy ampuloso, pero siempre he amado la justicia y la libertad, y con esas ideas he procurado siempre y procuro hoy untar todo lo que se pone a mi alcance, pero no se lo digas a nadie, ¡que ya bastantes problemas tengo!