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Entrevista a Maurizio Musolino, miembro de la Dirección Nacional del PdCI-Federazione della Sinistra

Sobre la crisis en Italia

Fuentes: Rebelión

La crisis actual, con sus tiempos cada vez más acelerados y confusos, nos empuja a mirar allí donde esperamos obtener ejemplos claros, soluciones directas, o en todo caso alguna clave que nos permita entender la coyuntura política interna y europea: miramos hacia Grecia o Francia, y en sus últimos procesos electorales intentamos encontrar algunas respuestas. En este sentido la situación italiana se muestra más compleja, menos transparente. Quizás podamos entenderla mejor comenzando «desde abajo», a partir de los procesos materiales más esenciales, más allá de lo que se suele llamar en Italia la «gran política», las políticas más institucionales.

¿Cuál es el balance económico y social de estos seis meses de gobierno «tecnócrata» en Italia?

Es público y notorio que la situación real de las mujeres y hombres italianos ha empeorado en éstos seis meses. Sobre todo falta una mirada hacia el futuro, o al menos hipótesis que vislumbren un futuro mejor. Las víctimas de esta situación son sobre todo los jóvenes. De esta situación gran parte de la responsabilidad recae sobre la clase política que ha gobernado Italia en éstos últimos años.

El paso de Berlusconi y su «cohorte» ha sido devastador, no solamente por las decisiones que no han sido tomadas a nivel político y económico, sino sobre todo por lo que sí han hecho en el campo cultural y moral. En este contexto Monti generó la expectativa de que con él se pudiese marcar (en una suerte de retorno burgués ilustrado) una ruptura con el pasado, algo que precisamente no ha ocurrido: no se ha dado paso alguno en favor del trabajo, contra la evasión fiscal, o en favor de una auditoría pública. Ninguna política por la educación o en favor de quienes ya han pagado con creces los costes de la crisis. Nada de nada. Por el contrario, hemos asistido a una aceleración del ataque contra los trabajadores y las trabajadoras a través de la puesta en cuestión de derechos fundamentales como los consignados en el artículo 18 del Estatuto de los trabajadores.

Dicho esto, no se puede obviar que parte del problema es la ausencia de una oposición seria dentro del Parlamento. El PD se ha mostrado incapaz, desde hace demasiado tiempo, de dar representación política a las voces de descontento social que se incluyen en su propio electorado. Hablamos de un partido que por una parte representa una fuerza política ineludible a la hora de construir un gobierno progresista, pero que no consigue deshacerse de los cantos de sirena de posibles gobiernos de concentración o coaliciones amplias con sectores importantes de la industria y la alta burguesía nacional. Una contradicción que en tiempos de crisis corre el riesgo de ser una auténtica bomba de relojería capaz de romper en mil pedazos todo el panorama político nacional.

He aquí la razón, a diferencia de Francia y Grecia -donde existen fuerzas progresistas con aspiraciones hegemónicas, como PCF y Syriza-, que explica la enorme incertidumbre y la imposibilidad de debatir ahora mismo sobre alianzas futuras. Existe sin embargo una poderosa certeza: la dificultad que se le presenta a un partido comunista a la hora de incidir realmente, en el marco de esta crisis y con estas relaciones de fuerza, en la gestión de las políticas económicas, dirigiéndolas hacia opciones radicalmente diferentes de las puestas en juego por el BCE, el FMI y la UE.

El Istat (Istituto nazionale di statistica) da cifras preocupantes de desempleo (aún lejos, sin embargo, de la tasa española de paro) …

Seguramente la situación de Italia a día de hoy -y subrayo a día de hoy – es ligeramente mejor que la de España y Grecia, pero esta situación, como se ha visto estos meses, ha demostrado que puede cambiar rápidamente. En lo que respecta a los datos de paro querría hacer sólo algunas observaciones. La primera es que hay un vínculo muy estrecho entre los diversos países de la Unión europea, y el aumento del desempleo en España tiene repercusiones muy fuertes en otros países, por ejemplo Rumanía, e influye también en aquellos que por el momento pueden considerarse a salvo. La segunda es que hay una enorme cantidad de jóvenes que no solamente no tienen trabajo, sino sobre todo no consiguen imaginarse un futuro y un porvenir laboral en los próximos años. Una situación desesperada que podría provocar respuestas hoy imprevisibles y dramáticas. En tercer lugar, creo que ha llegado el momento de replantearnos completamente el concepto de trabajo. Es necesario una redistribución de las riquezas y el trabajo, sin excluir una reducción substancial del horario.

En el plano de la contestación popular podemos mencionar, por ejemplo, las movilizaciones en defensa del artículo 18 del Estatuto de los trabajadores. ¿Puedes explicarnos qué significa para los trabajadores italianos?

Hace menos de diez años tres millones de personas llenaron el Circo Massimo en Roma porque Berlusconi había intentado tocar el artículo 18. Encabezando el movimiento estuvo la Cgil. No es la única normativa especialmente significativa; hay otras, sin embargo, volviendo al art. 18, es necesario recordar que relata una historia, un decenio de fuertes choques políticos, que se extiende desde finales de los años ’60 hasta la mitad de los ’70. Un arrollador empuje de conquistas obreras: desde el fin de los «reparti confino» de la Fiat [secciones creadas para aislar y finalmente despedir a los trabajadores más conflictivos] a las primeras luchas unitarias en la provincia de Brescia, que arrancaron a la Cgil del aislamiento, hasta el reconocimiento de la clase obrera como clase dirigente que se quitaba de encima el pesado fardo secular de humillaciones, chantajes, segregación y explotación. El artículo 18 es esa historia.

Después llegaron los años ’70 y ’80. Desde aquellos años hasta ahora, el Estatuto de los trabajadores se ha convertido poco a a poco en algo más que una ley. Se ha convertido en la bandera a la que hay que agarrarse. Y las banderas no se tocan, no se rompen, ni siquiera las de los adversarios.

Monti, en unos pocos meses, bajo dictado de la UE, el FMI y el BCE, ha conseguido destruir las pensiones y borrar el artículo 18, una responsabilidad imperdonable. Pero lo que está siendo atacado en estos meses es sobre todo el convenio colectivo nacional: la cancelación del contratto nazionale significa el final de la igualdad de trato entre trabajadores y conlleva el fin de la dignidad del trabajo.

Nos llegan noticias de huelgas y acciones diversas en toda Italia… pero también otras protestas difíciles de explicar. ¿Qué sucede con Equitalia?

Equitalia nace como una agencia nacional pública encargada de la ejecución de las deudas tributarias. Por una parte es normal que en momentos de fuerte crisis esta agencia se convierta en chivo expiatorio ante un Estado que oprime y por tanto se convierte en objeto de cólera y protestas. Pero el auténtico problema nace de una ambigüedad de fondo: Equitalia es una agencia de propiedad pública mayoritaria (y esto sin duda representa un factor positivo) pero desde su nacimiento arrastra una política de gestión ultraprivada.

Una pregunta sobre un tema que en España ya se está dando, por ejemplo en Madrid: ¿es el agua otro objetivo dentro de la estrategia de shock económico diseñada para Italia?

El agua, y más en general los bienes públicos, hoy están bajo asedio. Son muchos los que piensan hacer caja a costa de la sociedad en su conjunto, liquidando estos bienes; en ésta dirección la presión viene por parte del BCE y el FMI. En Italia, por lo demás, hace un año que se celebró un referéndum sobre la necesidad de mantener el agua bajo propiedad y gestión pública, que acabó con una mayoría aplastante contra la privatización. Aquél referéndum, sin embargo, es ignorado; empezando por Roma muchos alcaldes piensan en ganar algún euro vendiendo a precio de saldo bienes públicos de valor inestimable. Si se consiguiese, sería la premisa para negar al Estado cualquier posibilidad de control y por consiguiente condenarnos a todos a un futuro de dependencia y subdesarrollo.

Después de las últimas elecciones parece que la Federazione della Sinistra da un paso adelante. ¿Cómo se valoran los resultados de la izquierda?

La manifestación organizada en Roma por la FdS ha sido un gran éxito que nos ha dado esperanza y confianza a todos. Después, los recientes resultados electorales han demostrado una vez más -ya se había dado en las anteriores elecciones administrativas- que pese al silencio absoluto de los medios de comunicación en Italia sigue existiendo una fuerza de izquierdas y comunista. La FdS está presente en todo el territorio y los datos reales le otorgan una fuerza muy por encima de los sondeos. Esto ocurre -no lo olvidemos- en una fase en la que todas las fuerzas políticas tradicionales se ven cuestionadas y en la que parece prevalecer una corriente antipartidos y qualunquista.

Aclaro que la expresión italiana «qualunquismo» refiere a la «anti-política» practicada especialmente por el «Fronte dell’Uomo Qualunque», partido de posguerra en ocasiones acusado de filo-fascista, que finalmente desembocaría principalmente en el Partito Liberale pero también, de hecho, en el MSI . Pero volvamos a los resultados electorales…

Un buen resultado en todo caso, pero con el que no podemos darnos por satisfechos. El desafío que nos aguarda es épico: la necesidad de construir alianzas para volver a las instituciones y al mismo tiempo saldar cuentas con un Partito Democratico que pasa por una grave crisis de identidad y continúa demasiado apegado a un gobierno Monti que día a día se muestra antipopular y elitista.

¿Qué representa el Movimento5Stelle? ¿Algunos consideran a sus candidatos, los «grillini» [por el líder del movimiento, Beppe Grillo] como algo similar a los «Indignados», pero quizás las diferencias son demasiado grandes… su política «des-politizada» ¿no esconde posiciones acaso no tan nuevas desde el punto de vista económico?

No se puede negar que los verdaderos vencedores de las últimas elecciones han sido precisamente los «grillini». Un movimiento nacido de la anti-política que ha sabido representar bien un descontento generalizado y en ciertos aspectos transversal. Dicho esto, sin embargo, debe intentarse analizar algunos aspectos de este movimiento a partir de ese halo de «qualunquismo» que lo caracteriza y que en otros momentos históricos tuvo un éxito notable en Italia. Grillo no es ni de izquierdas ni de derechas, porque así elige verse, como mentor y santón de su pueblo; pero sus ideas en favor de las leyes contra los inmigrantes, y sus silencios sobre la implicación de los soldados italianos en los diferentes conflictos bélicos hablan por sí solos. Y también son elocuentes sus silencios sobre los derechos negados cotidianamente al mundo del trabajo. De aquí parte su abismal lejanía respecto a movimientos que, pese a estar cargados de contradicciones, tienen su reflejo en los Indignados. Grillo es la anti-política y en ciertas fases históricas este pensamiento puede ser totalmente compatible con las políticas que apuntan contra partidos y movimientos sindicales para poner en su lugar a «técnicos».

¿Cómo interpretar la repentina reaparición de grupúsculos terroristas? ¿Es casual que sus objetivos hayan sido los «amos del átomo», como afirmaba hace poco uno de los terroristas?

Creo que hay cierto terrorismo que es hijo de todos los que, tanto ayer como hoy, temen que puedan producirse cambios reales. El terrorismo en Italia siempre ha bloqueado toda posibilidad de una «nueva política», y en la práctica, más allá de sus proclamas, ha estado siempre de parte de la restauración y la conservación de lo existente. Muchas películas que se ven hoy en día relatan tramas ya vistas, a partir de la obsesiva mención de los anarquistas, mantra repetido incluso a finales de los años sesenta. Pero las reacciones de repulsa, como la posterior al atentado en la escuela de Brindisi, nos parecen buena señal; los anticuerpos son fuertes y están alerta.

Un breve paréntesis sobre uno de los «grandes»: Il Manifesto advertía hace poco sobre la lectura espurea de la vida y obra de Gramsci que se viene promoviendo desde ciertos sectores e instituciones. Parece que el anticomunismo no forma parte del pasado berlusconiano…

Para nada. Berlusconi hacía una lectura de brocha gorda, paradójica, del comunismo. Todo aquél que le criticaba era comunista y debía ser combatido. Una especie de obsesión. Pero desde hace tiempo existe también un pensamiento todavía más peligroso y sutil. Un tipo de revisionismo que arremete contra todo y contra todos y que tiende a equiparar la historia del movimiento comunista y sindical con el de los fascismos y totalitarismos. De este modo, primero se intentó hacer de Gramsci un pálido protagonista del Risorgimento, y después una antigualla de un pasado ya carente de sentido. Pero de hecho la historia reciente y la crisis demuestran la actualidad de su obra y por tanto la necesidad de retomar sus ideas para construir un moderno partido comunista.

Recordando las palabras de Massimo Rossi, dirigente de la FdS, «la izquierda que está unida e innova, vence». ¿La oposición al gobierno Monti abre la puerta a una alternativa social más sólida? ¿Cuáles son los desafíos para comunistas y antineoliberales en el futuro inmediato?

El desafío principal es el de volver a ser vistos como útiles en las luchas sociales que lleva a cabo una parte importante de la sociedad. Si a los comunistas y más en general a la izquierda no se les percibe como necesarios, ninguna estrategia les garantiza un futuro. La FdS está llevando a cabo un trabajo útil, pero no puede pensar en ser autosuficiente. Son necesarias nuevas alianzas, es necesario conseguir implicar otras fuerzas que también trabajan en la izquierda y en el campo progresista. Se debe buscar obstinadamente un diálogo con Sinistra e Libertà y con Italia dei Valori, sin perder nunca de vista a la gente del PD. Hay que perseverar pacientemente en el apoyo a la Cgil, siendo conscientes de sus contradicciones pero también de su extraordinaria historia y su excepcional capacidad para ser todavía hoy la fuerza sindical central en nuestro país. Se debe construir una relación muy estrecha con los sindicatos de base más combativos. Hay mucho que hacer, por lo tanto. Pero entre tantas incertidumbres y dudas, una cosa es totalmente cierta: el pueblo comunista y de izquierdas difícilmente entendería nuevas divisiones y retornos al pasado.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.