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Sobre relatos y fin de ciclos, a diez años del No al Alca

Fuentes: Rebelión

En los últimos meses, diversos analistas políticos de la región se han embarcado en la tarea de intentar caracterizar a la nueva etapa que atraviesa América Latina, luego de las profundas transformaciones operadas por el «cambio de época» en nuestros países. Una parte de estos intelectuales, a contramano de lo que indican las urnas, se […]

En los últimos meses, diversos analistas políticos de la región se han embarcado en la tarea de intentar caracterizar a la nueva etapa que atraviesa América Latina, luego de las profundas transformaciones operadas por el «cambio de época» en nuestros países. Una parte de estos intelectuales, a contramano de lo que indican las urnas, se atreven a caracterizar el «fin de ciclo» de los gobiernos posneoliberales. Otros, con audacia pero sobre todo con datos empíricos, dan cuenta que ello no es así. El objetivo de este artículo es plantear algunos puntos particulares al debate ya enunciado, para enriquecer el mismo, contextualizando la coyuntura latinoamericana actual con el décimo aniversario de la derrota del ALCA.

1) Es importante analizar la vigencia político-electoral de los procesos de cambio en la región.

Hay que partir de este punto: en 2014, seis de cada diez bolivianos eligieron al Movimiento al Socialismo, y cinco de cada diez uruguayos y brasileños hicieron lo propio con el Frente Amplio y el Partido de los Trabajadores, respectivamente. En este 2015, el FPV argentino ha logrado una victoria holgada en las PASO, lo que abre la posibilidad de un triunfo en primera vuelta. Algo similar podría ocurrir con el PSUV venezolano, en caso de que la amplia votación interna -más de 3 millones de votantes- se expanda en las elecciones legislativas de diciembre próximo. Por ende, el primer rechazo al hipotético «fin de ciclo» regional estaría dado por las propias herramientas político-electorales que estos movimientos nacional-populares, progresistas y de la izquierda regional construyeron.

2) El reacomodamiento discursivo de las derechas expresa precisamente que no hay «fin de ciclo».

Hay que prestar atención particular a este dato: son justamente los sectores más conservadores de la región los que intentan reacomodarse ante el nuevo escenario, luego de una década que los encontró desorientados ante el avance de los diversos procesos de cambio. ¿Por qué Mauricio Macri intenta defender a la Asignación Universal por Hijo o las políticas de nacionalizaciones/estatizaciones llevadas adelantes por los gobiernos de Néstor y Cristina Fernández? Porque sabe que estas políticas tienen una extendida simpatía popular, y que sin aquellas sería imposible siquiera intentar arribar a la Casa Rosada. ¿Por qué Henrique Capriles afirma que mantendría las Misiones Sociales del chavismo en caso de llegar a Miraflores? Porque entiende que sin construir una mayoría popular es imposible confrontar con el propio chavismo. ¿Por qué Aecio Neves no confronta abiertamente con el programa Bolsa Familia? Porque, en definitiva, sería un suicidio político contrariar al programa que ha beneficiado a más de 50 millones de brasileros -con énfasis particular al nordeste del país-.

3) El «fin de ciclo» regional tampoco se expresa en las instancias internacionales y en el discurso del Papa

Pretendemos ahora abordar un nuevo punto: el de las relaciones internacionales. ¿Se expresa allí, finalmente, el «fin de ciclo» latinoamericano? Es decir: ¿aparecen nuestros países aislados ante el contexto internacional? La respuesta, a juzgar por lo que viene sucediendo con el G77+China en el marco de la Organización de Naciones Unidas, es claramente no a ambos interrogantes.

Un ejemplo concreto: el Papa Francisco llevó a la Asamblea General de la ONU su preocupación sobre la desigualdad global. Esto fue retomado por los presidentes posneoliberales de la región, particularmente Cristina Fernández de Kirchner, quien destacó que «el 1% de la población concentra el 50% de la riqueza a nivel global. ¿Cuánto tiempo puede sostenerse un mundo con tanta inequidad?».

La «agenda política papal» no va a trasmano de los gobiernos del «cambio de época» sino más bien lo contrario: aquel discurso es contraproducente para las políticas neoliberales, que extendidas en el mundo provocan una situación de inestabilidad global, como se puede evidenciar en los países de la periferia europea. Y, justamente, son los presidentes de la región los que, en conjunto con sus pares de los BRICS, conducen instancias como el G77+China, que precisamente ponen en cuestión el orden financiero y económico internacional, promovido decisivamente por el hegemón en declinación (EEUU) y sus socios de la UE y Japón.

4) Para construir un mundo multipolar, América Latina debe seguir con hegemonía posneoliberal

Emir Sader caracterizó a nuestra región como un «oasis antineoliberal» en un mundo cada vez más liberalizado. Algo de real hay en esas palabras: si bien la aparición de los BRICS en el escenario internacional y el propio discurso antineoliberal del Papa plantean una creciente puja con el status quo, lo cierto es que la firma de un acuerdo como el reciente TPP significa que EEUU y sus socios continuarán dando la pelea para seguir impulsando el librecambismo.

¿Puede la región tomar «medidas anticíclicas» en este contexto global? Sin dudas. En primer lugar, fortaleciendo las instancias de integración autónoma: Unasur, CELAC, ALBA y Mercosur -repotenciado-, cuestionando desde allí los TLC que los países de la Alianza del Pacífico (cuando no, aquellos que también firmaron el TPP) emprendieron con EEUU.

En segundo lugar, sosteniendo a los gobiernos posneoliberales ante el intento de «restauración conservadora» que denunciara Rafael Correa. Como vimos, las estadísticas electorales favorecen con creces para desmentir el supuesto desmoronamiento de los gobiernos del cambio de época. Sin embargo, el cambio discursivo de las derechas regionales también puede significar un desafío potencial a mediano plazo.

Por último, la región deberá mantener el nivel de intercambio y vinculación -estratégica- con los países de los BRICS, quienes a pesar de estar en la actualidad enfrentando una verdadera guerra de divisas, serán los motores del crecimiento de la economía mundial de acá a las próximas cinco décadas.

En definitiva, asistimos a un mundo cada vez más pluricéntrico y multipolar, cuya construcción también se define en la región. Por ende, para constituir un mundo que no se defina sólo en Washington y Bruselas, América Latina deberá seguir aportando con la acertada actuación internacional de los gobiernos del cambio de época regional. Sólo de esa se podrá verificar un «fin de ciclo»: el del hegemón reinante desde la caída del Muro de Berlín.

Juan Manuel Karg. Politólogo UBA / Analista internacional CABA

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.