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Un eslogan posmoderno

«Sverige ut ur Afghanistan!»

Fuentes: Basta !

Traducido por Jose Luis Díez Lerma. Ilustración de Ben Heine.

¿Quién de aquellos, como yo, que marchaban por las calles de Estocolmo a finales de los 60, principio de los 70, gritando «¡USA fuera de Vietnam, Laos y Camboya!» habría podido imaginar que nuestros sucesores de las nuevas generaciones tendrían que bajar de nuevo a la calle, cuarenta años más tarde, gritando «Suecia fuera de Afganistán»?

La juventud sueca de 2007 aún no lo ha hecho (bajar a la calle para exigir la retirada de los soldados suecos de Mazar-i-Sharif) pero no tardarán. Los lemas de nuestra juventud tienen que ser por tanto modificados. En nuestro mundo globalizado, a partir de ahora ha de gritarse: «¡Dinamarca fuera de Iraq!», «¡Nepal fuera de Haití!», «¡Fiji fuera del Congo!», sin olvidar «¡Etiopía fuera de Somalia!».


Ilustración de Ben Heine

Hay 250 soldados suecos en Afganistán y se está discutiendo actualmente su aumento. Los cuatro partidos de la coalición gubernamental dirigida por el joven Fredrik Reinfeld (moderados, liberales, centristas y democristianos) han heredado este dossier de su predecesor socialdemócrata. La socialdemócrata y cristiana ministra de Defensa Leni Björklund había sido noticia firmando un acuerdo de cooperación militar con Arabia Saudí y también por acusaciones de nepotismo que no tuvieron continuidad. Pero la decisión de mandar soldados suecos a combatir a Afganistán, bajo mando de USA y en un marco, avalado en efecto por la ONU, pero sin embargo de la OTAN, no suscitó tanta polémica. Pero la muerte de dos soldados suecos, víctimas de un atentado en noviembre de 2005 no suscitó demasiados interrogantes o protestas. Y es que los suecos son duros de mollera tras cinco siglos de protestantismo luterano y un siglo de socialdemocracia. Vladimir Lenin concluyó tras una breve estancia en Estocolmo a principios del pasado siglo: «Cuando los socialdemócratas decidan hacer la revolución irán a pedirle permiso al Rey.»

Pero los socialdemócratas perdieron el poder en las elecciones de octubre de 2006 y fueron remplazados por una coalición dirigida por el «Partido de la concentración moderado», el antiguo partido conservador de derechas que ahora se presenta como el «nuevo partido de los trabajadores» y, para sacrificar lo «políticamente correcto» se permiten el lujo de tener en su gobierno a una bella Negra, la liberal Nyamko Sabuni, nacida en Burundi de padres congoleses y que es, como debe ser, ministra de Integración e igualdad de oportunidades.

Pero volvamos a Afganistán. La ISAF cuenta con 32.000 soldados que provienen de 37 países. Presentada como una «misión de paz y de reconstrucción» por sus promotores (el ministro italiano de Asuntos exteriores Massimo d’Alema la presentó, con motivo del debate en el Senado el pasado 21 de febrero como «misiones políticas y de paz»), esta misión es una misión de guerra. Baste recordar los numerosos muertos entre los combatientes y los civiles afganos y entre los soldados que la componen, ya sean británicos, daneses (389 soldados, 3 muertos) o noruegos (540 soldados, 1 muerto). Suecia no es miembro de la OTAN pero entró en la «Coalición para la Paz» en 1994 y en este marco participa igualmente en otras dos misiones, en Bosnia (IFOR, más tarde SFOR y hoy IFOR) y en Kosovo (KFOR). ¿Qué hacen entonces los soldados suecos en Afganistán? Nos han dicho que «reconstruyen», pero los dos soldados muertos en Mazar-i-Sharif en noviembre de 2005, Jesper Lindblom y Tomas Bergqvist, formaban parte de una unidad especial secreta, el SSG («Grupo de protección especial») sobre el cual es imposible tener la más mínima información teniendo en cuenta que sus actividades están clasificadas como secreto de defensa en virtud de la maravillosamente llamada sekretesslagen («ley del secreto»). Sería sorprendente que el SSG se ocupase de cavar pozos y dispensar cuidados médicos. Lo más probable es que se ocupe de la inteligencia y de las operaciones contra la insurgencia. Curiosamente, estas siglas, SSG, son también las siglas del «Special Service Group», una brigada independiente de comandos del ejército pakistaní compuesta de 2.100 hombres y encargada de las «operaciones especiales». El SSG pakistaní llevó a cabo operaciones clandestinas contra los ocupantes rusos en Afganistán durante los años 80 y estos últimos años en el marco de la operación usamericana denominada «Libertad duradera» («Enduring Freedom»).

De forma extraña, ningún periodista sueco de investigación (¿queda alguno?) ha investigado sobre el SSG sueco. Otro argumento para denunciar el carácter bélico de la misión sueca: el gobierno pretende utilizar cazas JAS Gripen (los famosos aviones fabricados por SAAB) en Afganistán. En este caso también estamos lejos de la excavación de pozos, de los cuidados médicos y otras actividades civiles de reconstrucción. Al igual que el uso previsto por Alemania de 8 aviones de reconocimiento Tornado en Afganistán, ahí hay material de debate y en Suecia ese debate, durante mucho tiempo servil, por fin ha estallado con la publicación de un llamamiento firmado por numerosas personalidades, entre otros varios socialdemócratas, como Thage G. Peterson, 73 años, quien fuera ministro de Defensa de 1994 a 1997. Este llamamiento indica simplemente que los soldados suecos no tienen nada que hacer en una misión bélica en Afganistán y que Suecia tiene mejores cosas que hacer que mandar soldados a ese país arruinado. Como señaló Petersson, el envío de tropas suecas a Afganistán permite aliviar a las fuerzas de la OTAN, que pueden así centrar su esfuerzo bélico en Iraq. En resumidas cuentas, participar en la guerra de Afganistán es participar en la guerra de Iraq. De todas formas, las dos guerras se piensan, organizan y dirigen desde el mismo lugar, el Mando central estratégico de USA en Tampa, Florida, mando en el que se encuentran destinados oficiales suecos.

«Afganistán puede convertirse en el Vietnam de Suecia»: este fue el titular del periódico socialdemócrata Aftonbladet el pasado 9 de enero.

Desde hace 200 años, Suecia no había estado implicada directamente en ningún conflicto bélico, se contentaba con suministrar cascos azules a la ONU. La sacrosanta neutralidad sueca se ha erosionado muy mucho estos últimos años. Los socialdemócratas, responsables en buena medida de esta erosión, parece que estén dando marcha atrás, seguidos por sus aliados ecologistas del «Miljöparti», que a pesar de las apariencias no significa «el partido del medio» sino el «partido del medioambiente». Pero al ser minoría en el Parlamento no tienen ninguna oportunidad de bloquear el aumento de efectivos militares en Afganistán y menos aún de obtener el regreso de las tropas. Solo les queda una solución: movilizar a la opinión pública y bajar a la calle como han hecho los italianos contrarios a la presencia de las tropas en Iraq y Afganistán y a la extensión de la base militar usamericana de Vicenza. Terminaremos escuchando en las calles de Estocolmo resonar ese lema auténticamente postmoderno: «Sverige ut ur Afghanistan».


El movimiento sueco de solidaridad con Vietnam (1965-1975) fue el más importante en el mundo, fuera de USA. Su punto álgido fue en 1972 con una manifestación de 50.000 personas en Estocolmo y un llamamiento a la retirada de las tropas usamericanas firmado por 2.300.000 suecos, es decir, el 28% de la población del país.

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Fuente: http://azls.blogspot.com/2007/03/sverige-ut-ur-afghanistan.html 
Fausto Giudice es redactor del periódico zapatista
Basta ! y miembro de Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüistica.

Este artículo, también en sueco en Tlaxcala: http://www.tlaxcala.es/pp.asp?reference=2187&lg=sv

Jose Luis Díez Lerma y Ben Heine son miembros miembro de Cubadebate, Rebelión y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente, a condición de respetar su integridad y de mencionar al autor, al traductor y la fuente.
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