
Durante más de un siglo, los economistas que gozan de más influencia y reconocimiento académico, mediático y político se han esforzado en hacer creer que la economía es un mecanismo de ingeniería social que funciona por sí solo, regido por leyes propias cuyo funcionamiento, precisamente por serlo y como le sucede a cualquier ley natural, queda fuera del alcance de los seres humanos.