“Pisamos un camino nuevo; marchamos sin guía por un terreno desconocido; apenas teniendo como brújula nuestra fidelidad al humanismo de todas las épocas —particularmente al humanismo marxista— y teniendo como norte el proyecto de la sociedad que deseamos, inspirada en los anhelos más hondamente enraizados en el pueblo chileno”.
Salvador Allende (1908-1973)
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«Cada día, al alba, asesinos con galones entran en una celda: el asesinato es la cuestión» El hombre rebelde. Albert Camus
Felipe VI, aferrado a su trono, niega con su silencio a su padre Juan Carlos I. Nosotros, militares demócratas, negamos desde nuestra trinchera a ambos. Es la negación de la negación.
Los Borbones siguen históricamente interviniendo en política, directa o indirectamente, ya sea bajo dictaduras militares ya sea en periodos de relativa libertad parlamentaria. Mientras tanto, como viene siendo habitual, los sucesivos gobiernos de la monarquía ascienden selectivamente a militares de extrema derecha, copando estos la cúpula del Ejército.
La llamada Transición, si bien aportó importantes transformaciones en la estructura jurídico-política de la dictadura, fundamentadas en la Constitución de 1978, estuvo en todo momento controlada por el poder político de su aparato de Estado, garante de los intereses de la oligarquía financiera y terrateniente, que sigue detentando el poder efectivo.
Los inevitables cambios impulsados por las graves contradicciones del corrupto sistema político heredado de la dictadura (CE78), habrán de dar paso a un proceso constituyente en libertad, que no lo hubo.
En una reciente columna de Naiz, medio digital vasco, Pablo Iglesias, ex Vicepresidente del Gobierno español, analiza la utilidad de la actual Constitución española para la defensa de los intereses de las clases populares frente a los oligopolios. Para ello hace referencia a sus artículos 33 , 38 y 128.
El intento de perpetuar el decadente régimen juancarlista, mediante un renovado régimen felipista, está condenado al fracaso. La incoherente pretensión de vincular jurídicamente los inevitables cambios de un Estado plurinacional al fraudulento proceso de la llamada Transición, que siguió a la reforma de la dictadura, “de la ley a la ley”, no parece que sea factible.
Ahora más que nunca es obligado un replanteamiento de las políticas militares de España, cara al exterior, acabando con la subordinación de las FAS a intereses políticos, económicos y geoestratégicos, que nada tienen que ver con el interés general de los españoles.
Dice Felipe VI que la monarquía española es puente, lo que no es cierto, pues es obvio que no es tal, sino freno, obstáculo, amenaza e imposición militar.