La escritora norteamericana Fiona Jeffreys entrevista en este volumen a nueve investigadores y activistas sobre el rol del miedo en el mundo desequilibrado que nos ha tocado vivir.
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En 2003, millones de personas ganaron las calles de muchas ciudades del mundo para protestar contra la invasión de Irak por Estados Unidos, pergeñada con el falso argumento de la existencia de armas de destrucción masiva.
La última semana de julio fue caliente en torno a un tema candente. Mientras que en Roma, las Naciones Unidas convocaron a la Pre-Cumbre de la Alimentación, la protesta se hizo escuchar. Organizaciones y movimientos sociales promovieron una movilización virtual crítica durante cuatro días.
Propongo pensar la Travesía por la Vida que organiza el EZLN como la superación del movimiento antiglobalización que despegó en la década de 1990, recuperando las tradiciones de movilización internacionalista, pero, a su vez, superando algunas de las limitaciones que permitieron que fuera neutralizado.
Uno de los problemas que aquejan al pensamiento crítico en este periodo de casos sistémicos, se relaciona con el tiempo y, de modo particular, con cierta fijación en las coyunturas y en los acontecimientos, o en el tiempo corto, según el historiador Fernand Braudel. Como si lo decisivo fuera el último discurso del candidato, la nueva ley aprobada o la genial iniciativa de algún dirigente.
Las comunidades Munduruku denunciaron el 27 de mayo, en un comunicado urgente, que mineros ilegales estaban perpetrando invasiones y ataques -contra casas y personas- en sus territorios de la Amazonía brasileña. En el contexto de la pandemia, se incrementó la toma de tierras por parte de los sin techo en la Región Metropolitana de Buenos Aires. Y entre el 10 y el 21 de abril, el Movimiento Sin Tierra (MST) donó más de 100 toneladas de alimentos en las comunidades periféricas de Brasil, dentro de la jornada de luchas por la reforma agraria.
Al escribir estas notas, desde luego polémicas, en torno a una experiencia política a la vez singular y global, no intentamos «juzgar» las intenciones de ninguna persona o grupo. Pensamos en los intelectuales y activistas, particularmente las y los brasileños que, al tomar la iniciativa de convocar a ciudadanos y movimientos sociales de todo el mundo, lo hicieron de «buena fe».
Cuando los enfrentamos nosotrxs, estómagos hambrientos, los imperialistas buscan sus armas. Cuando los imperialistas nos enfrentan, nosotrxs estómagos hambrientos, unimos nuestros brazos y marchamos hacia adelante.