Cuando la filósofa feminista valenciana, Celia Amorós, definió el pacto patriarcal, en su libro Feminismo: Igualdad y Diferencia (1994), como el pacto interclasista entre varones para apropiarse el cuerpo de las mujeres como propiedad privada, probablemente no imaginó que su concepto se convertiría en un hashtag que inundaría las redes sociales.
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Un año más pasó el 8M, día de la mujer o de las mujeres, como se quiera. Un año raro y complicado para que el feminismo saliese, como es su derecho, a la calle; pero ha salido y dadas las circunstancias, lo ha hecho con más gloria que pena. Digo pena, porque es lo que se quiso intentar en este 8M : su fracaso.
En los últimos años el principal proceso de movilización social progresista ha sido el feminista, dentro de un marco más amplio de cambio social y político-electoral. Se produce en un contexto de agravamiento de la situación de desigualdad y dominación de las mujeres y, específicamente, ante un crecimiento de la conciencia de su injusticia y un deterioro de las mentalidades machistas y conservadoras. Por otro lado, persiste el bloqueo institucional a las mejoras en ese campo, sobre todo por los Gobiernos anteriores del Partido Popular que han perdido legitimidad social. Tras quince años de limitada y contraproducente gestión institucional, centrada en la inacción trasformadora, preventiva y de recursos prácticos, el desvío punitivista y la reacción puritana, se ha percibido la impotencia institucional y de esas políticas para hacer frente a la nueva dimensión de las desventajas de las mujeres, en términos de desigualdad y prepotencia machista, sin suficiente protección pública.
Judith Butler, filósofa y una de las pensadoras más influyentes de la Teoría Queer, fue entrevistada hace unas semanas por el periodista británico Owen Jones. En la entrevista, el periodista le preguntaba por la escritora JK Rowling y la carta que ésta publicó en la que Rowling, mencionaba su experiencia como víctima de violencia de género y sexual por parte de su primer marido.
La respuesta de Judith Butler fue la siguiente*:
En los convulsos días y años que acabaron sumando una década de Revolución francesa (1789-1799), las pelucas altas, elaboradas, empolvadas, esas pelucas de pelo natural o de crin que la nobleza había puesto de moda, van a desaparecer. Sus artificiosos peinados se desplomarán ante el desprecio que los ciudadanos franceses empiezan a sentir por el dispendio de la corte y del rey Luis XVI, y sobre todo de la reina María Antonieta, acusada de derrochadora, empelucada y extranjera.
Este 8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, no podemos callar ni quedarnos en casa. Todas las discriminaciones y violencias que nos ahogan cada día se han agravado enormemente con la pandemia. Vivimos una situación de emergencia sanitaria, social y de derechos, que el capitalismo y el patriarcado nos quieren hacer pagar doblemente, como mujeres y como trabajadoras.
Ante un nuevo 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, resulta inevitable hacer un balance del papel económico, social y político que la mujer ha jugado en los últimos años –sean estos veinticinco, cincuenta o cien-, porque hay que reconocer que los cambios han sido espectaculares. El camino, no obstante, no ha sido sencillo. Incansables, seguimos ahí.
A un año de la llegada de la pandemia las condiciones de vida de las mujeres trabajadoras se han recrudecido.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) se ha unido a sus socios en la producción y uso de estadísticas para hacer un llamamiento a la acción con el objetivo de mejorar los datos de género, basándose en las lecciones aprendidas y las lagunas expuestas o exacerbadas durante la pandemia de Covid-19. Este informe destaca cinco áreas clave en las que se requiere una acción fuerte y decisiva para lograr una mejora sostenible en la disponibilidad de datos clave de género, incluso en el mundo del trabajo.
8 Marzo el día de la Mujer trabajadora y revolucionaria