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Thilo Sarrazin: o abolimos la soberanía nacional o el euro

Fuentes: Rebelión

  El alemán Thilo Sarrazin es persona polémica, como economista de poder virado a la derecha, miembro del consejo del Bundesbank hasta su renuncia voluntaria tras el debate abierto por sus declaraciones sobre la inmigración de origen musulmán y su supuesta amenaza para la sociedad alemana vertidas en su libro Deutschland schafft sich ab (Alemania […]

 

El alemán Thilo Sarrazin es persona polémica, como economista de poder virado a la derecha, miembro del consejo del Bundesbank hasta su renuncia voluntaria tras el debate abierto por sus declaraciones sobre la inmigración de origen musulmán y su supuesta amenaza para la sociedad alemana vertidas en su libro Deutschland schafft sich ab (Alemania se desintegra). Fue éxito en ventas y grano en el culo para el partido socialista, al que pertenece, para el Deutsche Bank y políticos alemanes. En el libro advertía del peligro que corre Alemania por la inmigración musulmana, sobre todo turca, y también por la presencia judía. Para muchos con sabor hitleriano y tinte xenófobo. «No hay lugar en el Partido Socialista para sus tesis», obtuvo como respuesta. Fue senador de Finanzas de la ciudad Berlín. Doctor en economía y un largo curriculum en importantes puestos de finanzas.

 

Y de nuevo días atrás ha publicado «Europa braucht den Euro nicht: Wie uns politisches Wunschdenken in die Kriese geführt hat» (2012) Europa no necesita el euro: De cómo sueños políticos nos han conducido a la crisis.

 

Y tanto en su anterior libro como en éste plantea dos problemas graves y no resueltos en la sociedad alemana y que muchos alemanes ronronean en tascas y debates: la inmigración y la crisis europea.

 

En un largo escrito resume su tesis descarnada

 

 

1.-Maastricht fue un error

 

Europa funciona como unión monetaria y Alemania debiera extraer las consecuencias del tratado de Maastricht. O abolimos el euro o llevamos a cabo la transferencia financiera hasta convertirnos en una Confederación europea.

 

Está extendida la idea de que la crisis del euro ha llevado a Europa, como modelo de integración, a una encrucijada, no quedándole otro remedio que optar dar un paso atrás o decidirse por ceder soberanía. Las esperanzas se concentran en una «Unión política» aun cuando su contenido sigue siendo poco definido y controvertido.

 

A lo largo de estos 60 años de historia de integración europea nunca ha habido un «modelo definido de integración» y sí muchos conceptos contradictorios. Capacidad de unificación hubo sólo con la iniciada Unión del acero y el carbón y con el camino proseguido de la Comunidad económica europea dentro de un ámbito común económico sin aduanas, con libertad de oficinas y sucursales y reglas comunes de competencia, complementadas mediante un sistema de seguridad común y de ordenamiento democrático de todos los estados miembros. Desde el punto de vista económico fue un gran éxito y hay que decir que también la paz y la libertad nunca estuvieron tan seguras en Europa.

 

Si fracasa el euro tan solo fracasa un experimento osado

 

Para el efecto estabilizador y el éxito económico no se necesita de un sistema monetario común. El sistema monetario europeo, abolido en 1999 y que permitía en última instancia acomodaciones al tipo de cambio, era mucho más adecuado y apto para el desarrollo estable de todos los Estados partícipes. El paso a una moneda europea comunitaria se debió fundamentalmente al orgullo y altivez de Francia. País que se espantaba y huía de una política que hiciera al franco tan fuerte como al marco alemán. Esto y la actuación inexplicable de Helmut Kohl entre 1990 y 1992, que no previó los efectos de una moneda comunitaria, es los que nos ha deparado el euro.

 

El fracaso del euro no tiene por qué conllevar el fracaso de Europa sino únicamente un experimento osado, iniciado y puesto en marcha con el tratado de Maastricht en 1992. Los estadistas europeos, que optaron entonces y sus sucesores actuales, o no se han dado cuenta de las implicaciones de este experimento o no se lo han tomado en serio. Se han comportado como el mago de Goethe, poniendo en marcha un proceso que no dominan. Sólo que ahora no encuentran la palabra mágica para parar el curso iniciado y que tantos problemas origina en la comunidad europea. Su incapacidad se enmascara y escabulle en una crítica a los mercados financieros.

 

Guerra y paz no dependen de la unidad monetaria

 

Europa histórica, política y culturalmente es más que la unidad monetaria. En el ámbito europeo existen capas mucho más profundas que la unión monetaria. No es histórico y sí erróneo equiparar el «éxito» o «fracaso» de Europa (sean los parámetros que fueren) con el éxito o fracaso de la unión monetaria. En un examen económico más preciso ocurre además que el 60% de los ciudadanos europeos ya no pagan con el euro, y aquellos países de la Comunidad Europea, que no participan en el euro, han obtenido por término medio un mejor desarrollo, un mayor crecimiento económico y de empleo, desde inicios de la moneda comunitaria que los del ámbito europeo.

 

Históricamente tampoco es verdad la tan cacareada vinculación de la unión monetaria con el tema de guerra y paz en Europa. Europa en agosto de 1914, cuando con el inicio de la Primera Guerra Mundial se apagaron las luces, era de facto un ámbito de unidad monetaria mediante el estándar oro, que ligaba de manera segura las monedas de Europa. No había problemas de tipo de cambio ni tampoco diferentes tendencias inflacionistas, ni había países en liquidación. Si un ordenamiento monetario estable y libre de tensiones fuera condición necesaria o incluso suficiente para la paz jamás se hubiera desatado la Primera Guerra Mundial

 

No hay cola para una unidad estatal

 

Por el contrario, la unión monetaria no impidió ni la guerra civil española ni la americana. Tras la Segunda Guerra Mundial han ocurrido en Europa las únicas guerras en ámbitos de moneda comunitaria, es decir en la antigua Yugoslavia y en la antigua Unión Soviética. En ambos casos muchas décadas de nacionalidad y moneda comunitaria no han impedido brotes de controversia y disputa guerrera en estas cárceles de pueblos.

 

Una moneda es básicamente inadecuada como fuerza asociativa para una unidad estatal. Visto históricamente la moneda nunca ha sido la causa sino siempre la consecuencia de la formación de los estados. La oportunidad de una moneda comunitaria para fortalecer la paz y el bienestar de Europa es algo muy exagerado, que minusvalora en cambio los riesgos que se esconden en su carácter obligatorio para esos mismos objetivos.