A medida que este engendro de UE de Maastricht (1992) ha ido arrastrando el camino de su implantación, con la moneda única como emblema, se ido evidenciando que ese frente común, esa unión solidaria de países, que esa “Europas de los pueblos” era una tremenda mentira, era un fraude.
Durante aquellos años de su aprobación, algunos economistas, políticos e intelectuales alertaron del peligro que este Tratado tendría para la clase trabajadora. Eran personas que habían estudiado a fondo los acuerdos y habían deducido la debacle que suponía por la pérdida de autonomía económica y social.
Antonio García-Trevijano (1927-2018), jurista y pensador republicano, fue uno de los que más se opuso a Maastricht, planteando, desde el principio de su aprobación, que no se puede ir a una moneda única con las enormes divergencias políticas y, sobre todo, económicas entre los diferentes países.
En el diario El País (20-09-92) el periodista Luis R. Aizpeolea recoge que el secretario general del PCE, Julio Anguita, en el discurso en la fiesta de su partido en Madrid dio un “no” rotundo al Tratado y dijo que “la política social es algo inexistente en Maastricht. González y Solchaga, a la hora de aprobar sus políticas antisociales y conservadoras, tienen la excusa que esos tratados le otorgan”.
Pero voy a recoger otra condena, también de Julio Anguita, que dio en una entrevista que le hace en Antena 3, en 1995, Manuel Campos Vidal sobre Maastrich:
“Es el momento en que España, junto con otros estados de la periferia, pueden buscar la alternativa a Maastrich. Se trata de desarrollar consecuentemente el Acta Única Europea, Sí al mercado único, pero con una armonización fiscal, es decir, no se puede construir un mercado único cuando cada país tiene una política fiscal distinta…..Y al segunda parte, la Cohesión Económica y Social no son Fondos de Cohesión, deben ser políticas sociales justas. Simplemente con que se desarrolle el Acta Única, estaríamos en otra situación”.
En esta propuesta de Julio Anguita sobre el Acta Única plantea que debe se debe desarrollar, pero explica dos de las necesarias propuestas para una Europa de los pueblos que recoge el AUE ( Dialnet-ElActaUnicaEuropea-2495871.pdf): armonización fiscal y políticas sociales justas. Sin estas dos condiciones es imposible una Europa social. Estos dos pilares no se han cumplido con el Tratado de Maastrich. Pero, el Sr. Anguita como él mismo ha afirmado repetidamente “no es un visionario”. Su respuesta contraria al Tratado estaba avalada por 93 economistas del Partido, que, de forma exhaustiva y completa habían escudriñado los artículos de Maastrich y habían llegado a la conclusión que su implantación perjudicaría gravemente a la inmensa mayoría de la población, a la clase trabajadora, sobre todo en los países del Sur con economías más débiles.
Al implantar la moneda única, la situación se endureció. Con las políticas de austeridad y control del déficit público impuestos, los diferentes estados, sobre todo los del Sur, tuvieron que ajustar sus economías a las exigencias de la Troyka (BC, FMI, Comisión Europea). España, para equilibrar las cuentas (con un sistema fiscal injusto) y pagando anualmente más de 30.000 mil millones de intereses a la banca privada por los préstamos necesario que les pedimos, se vio en la ¿obligación? (Los partidos de turno -PSOE y PP- modificaron el artículo 135) de hacer nefastos recortes (servicios públicos -sanidad, educación-, investigación, vivienda, protección social, pensiones, dependencia, …) y vender las empresas públicas que todavía quedaban. Pero, en el lote, también entraban reformas de calado en los derechos laborales y sociales, con los consiguientes prejuicios para la clase trabajadora, autónomos y PYMES.
Voy a centrarme en tres acontecimientos (dos pasados y uno presente y futuro) claves en los que la UE ha demostrado muy poca preocupación y solidaridad por los pueblos y una enconada defensa de los poderes económicos. Quiero recoger que la UE no se creó para hacer frente común, entre todos los estados miembros (se ha demostrado el “sálvese quién pueda”), a situaciones de emergencia social o humana, como lo demuestra la situación actual.
El primero, el terremoto económico de 2008 (Colapso bancario tras el hundimiento del Lehman Brothers) que trajo las siguientes consecuencias:
1.La profunda crisis económica provocada, agudizó la ya difícil situación de la inmensa mayoría de la población. Se ahondaron las diferencias entre ricos (1%) y el resto (99 %). Se llegó a los seis millones de personas en paro (50 % de los jóvenes), diez millones en exclusión social y otros dos millones en pobreza extrema.
2.Con dinero público (más de 60.000 millones) se rescata a la banca y las cajas de ahorros. Es interesante y pedagógico lo ha declarado el presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, “la banca debe al país una contribución muy importante por los años de la crisis…Es ocasión de retribuir a los portugueses lo que hicimos” y continuó “Un día más tarde es peor que un día antes. La economía necesita dinero cuanto antes, las familias necesitan dinero cuanto antes, los trabajadores necesitan trabajar pronto, salarios cuanto antes. Esa lucha también es de la banca». Espero que nuestro Gobierno aprenda del portugués que el dinero entregado a la banca y a las cajas pertenece al pueblo español y deben devolverlo. Es de justicia y sería un aporte fundamental para la crisis que se avecina.
3. Los partidos políticos gobernantes pierden apoyo popular pasan a la oposición (Aquí gana por mayoría absoluta el PP).
4.El desencanto popular, por la dura situación que vivía una mayoría de la población, fue el caldo de cultivo para la aparición y desarrollo de grupos radicales de extrema derecha.
5.Se producen en la eurozona tensiones entre países deudores (Grecia, Italia, España, Portugal, …) y acreedores /Alemania, Austria, Holanda, Finlandia, …). La insolidaridad es manifiesta, cada país debe salir de la crisis por sus medios, aunque sea a costa de hundir su economía y, por tanto, los derechos sociales.
El segundo acontecimiento, que demuestra la verdadera cara insolidaria de UE ha sido la política de inmigración desarrollada con la limitación de refugiados (mujeres, niños, ancianos, adultos, que huyen del hambre y de las guerras, provocadas en sus países para esquilmar sus riquezas). No ha habido una política común de acogida, cada país ha resuelto la situación como ha querido y algunos pisoteando los derechos humanos. Ni siquiera los 35.600 muertos en el Mediterráneo (según la ONU) han ablandado el corazón de algunos países.
En los últimos años y, de forma paulatina, diferentes naciones han ido blindando sus fronteras, pero este 2020 han sido las fronteras comunitarias. Así Europa, que siempre ha sido tierra de acogida, ha pasado, es los últimos años, de mostrar un escrupuloso respeto a admitir y proteger a los refugiados, a recibir a los inmigrantes con alambradas de concertinas, gases lacrimógenos y devoluciones en caliente. Ha habido países que han pedido mano dura (Hungría, Polonia) contra la inmigración, sin que los demás hayan tomado ninguna medida. Se ha endurecido el derecho de asilo y muchos refugiados se encuentran en la UE sin papeles y sin posibilidades de legalizar su situación. Otros hacinados en campos de concentración (Grecia).
Pero lo más grave es que determinados países se nieguen a que un barco de salvamento como el Open Arms (salvando vidas de forma altruista), con refugiados a bordo, necesitados de alimentos y atención sanitaria, no los dejen atracar (Italia, Gracia). Por fin, fue el gobierno de Pedro Sánchez quién los acogió ¡Esta no es la Europa que necesitamos!
Mención aparte merece la vergonzosa e inhumana utilización de los inmigrantes por parte de la extrema derecha.
El tercer acontecimiento lo estamos sufriendo ahora a nivel planetario. La pandemia por el coronavirus está teniendo en nuestro país unas consecuencias devastadoras (146.000 contagiados y 14.500 muertes). No es asunto de este artículo comentar o valorar la situación que estamos padeciendo, porque sobre esto ya hay ríos de tinta escritos. Quiero plantear como esta tremenda catástrofe humanitaria, pero también de consecuencias políticas, económicas y sociales, va a afectar a los diferentes países. Indudablemente, va a tener unas implicaciones más duras para los países que se encuentran en unas condiciones económicas más desfavorables (Sur de Europa).
Hay dos posturas enfrentadas que demuestran las dos visiones que ahora se plantean sobre cuál va a ser el futuro de la UE (permanecer como hasta ahora o transformar el Tratado de forma leve). Son dos propuestas incompatibles. Por una parte, los países del Sur (Italia, España, Grecia, Francia, Portugal y otros seis más) piden a la UE un gesto de solidaridad, de responsabilidad colectiva para afrontar la salida de esta dura crisis y el futuro inmediato, mediante la emisión de eurobonos (títulos de deuda pública, a través de BCE, garantizados por todos los países de la zona euro), que supondría que la responsabilidad en el pago estaría mancomunada. Por otra, están los países del centro y el norte (Alemania, Holanda, Austria y Finlandia) que no aceptan, de ninguna de las maneras, esta propuesta. Estos países proponen la utilización del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), que puede aportar hasta 400 mil millones de euros en préstamos. Además, afirman, como un tremendo favor, que han abierto la mano a la disciplina presupuestaria (3% de déficit) que fue la causa para desmantelar los servicios públicos (entre ellos la sanidad). Pero claro, estos países quieren unas garantías de devolución y, por tanto, que las naciones más endeudadas (las del Sur), para acceder a esos préstamos, tengan que apretarse el cinturón, ya que esos fondos son préstamos para rescatar a países a cambio de intervenirlos y aplicar recortes y sacrificios económicos.
Francia y España han dejado a Italia sola, pues han aceptado negociar los fondos Fede, pero sin condiciones, a lo que Holanda se niega rotundamente. Renunciar a los eurobonos es un error y España debería pelear, con su vecina Italia, para conseguirlos. En estos momentos no se puede ceder ante la catástrofe que vivimos y que se nos avecina. No podemos caer en los graves errores cometidos en la crisis de 2008. Las dos posiciones están y, a día de hoy 8 de abril, totalmente alejadas. Los países del Sur tienen que luchar para que no caiga sobre la ciudadanía los efectos de la pandemia. Sí, hay que salvar, pero a los servicios públicos, los puestos de trabajo, los derechos laborales y sociales y comprender la necesidad de nacionalizar empresas (bienes y servicios, banca, sectores estratégicos). Lo que se esconde detrás del aplazamiento del Consejo de Europa para tomar una decisión inmediata, por la urgencia de la situación, demuestra la insolidaridad (la Europa de los mercaderes) de determinados países (del norte, más ricos) que anteponen los intereses de las grandes corporaciones bancarias y empresariales (no deben tener pérdidas) a la salud y el bienestar de la ciudadanía. Curioso, han sido China, Rusia y Cuba las que han prestado ayuda de Italia.
Voy a recoger una voz muy autorizada la de Ángel Gurría, Secretario General de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) que al diario alemán ‘Süddeutsche Zeitung’ (eldiario.es, 7-04-20), dijo mostrarse totalmente de acuerdo con los coronabonos, que considera el siguiente paso en la integración europea.
¿Tiene futuro la actual Unión Europea? En las condiciones actuales, ninguno. Es un barco que se hunde y cada vez hay más capitanes que abren más brechas para que ocurra. También perderán los países más ricos si el barco se va a pique, porque dependen mucho de sus exportaciones a los países europeos. Son muchos los organismos, analistas, políticos, intelectuales, …que alertan del peligro, que afirman que esta UE no tiene futuro. Veamos sólo algunos ejemplos:
Olivier Renault, escritor recoge en su artículo “Tout va s´effondrer maintenant” (Todo se va a hundir ahora) (Mondialisation, 31-03-2020) lo siguiente: “Todos los países de la UE nadan en lo desconocido, porque Bruselas muestra su incapacidad para administrar la crisis. La UE está muerta”.
Bertrand Badie, politólogo, especialista en relaciones internacionales, afirmó el 6 de este mes (en CTXT): “Europa fue el primer muerto del coronavirus”.
Jennifer Rankin, periodista, recoge en su artículo “Para la UE el coronavirus puede ser mortal” (eldiarios.es 4-4-20) la opinión de algunos dirigentes políticos:
Jacques Delors, expresidente de la Comisión Europea y padre del Acta Única dice: “la falta de solidaridad representa un peligro mortal para la UE”.
Enrico Letta, exprimer ministro de Italia expone: “la UE se encuentra en riegos mortal por la pandemia”.
Es indudable, que la posición de la opinión pública europea (más en los países más afectados) va depender de la aplicación de una u otra propuesta. La pandemia ha abierto muchos ojos y ha demostrado a mucha gente que las políticas neoliberales han fracasado. Como la solución sea contraria a los intereses de la inmensa mayoría, como no se resuelva con solidaridad y unión entre todos los países, la ciudadanía exigirá políticas diferentes y soluciones drásticas, para que no vuelva a ocurrir lo que padecemos actualmente en futuras emergencias sociales o humanas.
Como decía Julio Anguita, muchos años antes, hay que buscar una alternativa a Maastricht. Para cambiar la situación y beneficiar a la inmensa mayoría de la ciudadanía es necesario que los países del Sur (Italia, España, Portugal, …) tomen la iniciativa, den un golpe sobre la mesa y exijan un cambio profundo, un cambio de rumbo del barco europeo, todos juntos, hacia un puerto nuevo. Pero si no es posible, hay que salir y dejar el barco viejo, pero con la precaución (que no nos pase como a Grecia) de tener preparado y disponible un plan alternativo, suficientes salvavidas, ante las amenazas y coacciones que van a proferir las instituciones europeas neoliberales.
Juan García Ballesteros. Presidente del Colectivo Prometeo.