El nombre de Tom Hartley les resultará conocido a los muchos vascos que han visitado Belfast desde los años sesenta. Activista republicano de larga trayectoria, Hartley nació y creció en la capital norirlandesa, en la que en los últimos cuarenta años ha desarrollado una intensa actividad política que le ha llevado a la cárcel y a acabar siendo elegido, en junio, alcalde de Belfast, cargo que desempeñará durante los próximos doce meses, después de dieciséis años como concejal.
Tom Hartley nació y creció junto a sus nueve hermanos en Harrowgate, en el barrio de Falls, en el oeste de Belfast. Aunque se le reconoce como uno de los ideólogos del movimiento republicano por su capacidad de análisis, Hartley piensa que nunca adquirió las herramientas para organizar su pensamiento con una educación formal, ya que no le gustaba la escuela: «La odiaba. Salí de la escuela con 15 años tal y como había entrado». Hartley siente que la falta de una educación formal dejó un «hueco» en su vida. «El no tener una educación supuso que no tenía los instrumentos para dar forma a mis pensamientos y con 15 años comencé a trabajar como chico para todo hasta que cuatro años más tarde me marché a Londres a trabajar». La nostalgia le pudo y no duró mucho en la capital inglesa. Un año después de su marcha, ya estaba de vuelta.
¿Qué es lo que le hizo involucrarse en las organizaciones republicanas al actual alcalde de Belfast hace ahora 40 años? «Yo soy lo que se puede considerar como una muestra de lo que es la población católica del norte de Irlanda. Cuando era joven se sentía la opresión que sufría nuestra comunidad bajo la dominación unionista», responde.
Sin embargo, en un conflicto como el irlandés, que muchos se empeñan en reducir al blanco o negro, Hartley es amigo de los grises. El republicano apunta a la diversidad y complejidad del contexto político tanto en aquellos tiempos como en el momento actual. Y esa complejidad la vivía de cerca. «Mi propia familia es un reflejo de la complejidad de la política que vivimos. Por ejemplo, mientras un hermano de mi padre era miembro del IRA, otro era un soldado del ejército Británico», dice.
Esta experiencia familiar será clave a la hora de desempeñar su función como alcalde de Belfast, el segundo republicano en esa puesto desde que Alex Maskey fuera elegido en 2001. Como alcalde de la ciudad se verá obligado a establecer vínculos con los unionistas. Para Hartley, esta es una oportunidad de mostrar que son «un partido progresista y democrático. Yo quiero buscar la forma de construir una Irlanda con toda su diversidad», incluyendo a los unionistas ya que admite que «no querría ver una Irlanda sin ellos».
A lo que no puede escapar Hartley es a unas circunstancias que en cierta forma han definido la vida de los norirlandeses. Si para Europa una fecha clave es mayo del 68, fue al año siguiente cuando despertaron las conciencias de los nacionalistas norirlandeses. «En 1969 comenzó mi implicación en la lucha. En 1971 fui condenado a diez años junto con Jimmy Quigley -quien murió de un disparo un año después- por altercados callejeros», recuerda. Y como todo preso, su primer pensamiento al entrar en la cárcel fue cómo salir de ella.
«Odiaba la cárcel»
«Yo odiaba la cárcel, su olor, el aburrimiento, odiaba que me dijeran qué hacer y, simplemente, odiaba estar encerrado. Escuchas hablar de la cárcel de Long Kesh como `la universidad de la vida’. Yo no estoy de acuerdo. La universidad de la vida es vivir tu vida, y no estar en la cárcel. En aquel tiempo no había muchos presos políticos pero, por supuesto, me encontré con presos sociales, gente que estaba allí por robar en tiendas o pequeñas cantidades de dinero. No me encontré a un solo rico allí. En mi opinión,la cárcel nunca hizo nada bueno a nadie. Tan sólo socava el alma», asegura.
Consciente de la importancia de los medios de comunicación, Tom Hartley es responsable de la creación en Belfast del primer centro de prensa republicano, que abrió sus puertas en 1993. Era una oficina con mucho trabajo, desde donde se enviaban por teletexto los comunicados del IRA, que estaba considerada un centro de referencia por la población republicana. «Durante la tregua de 1975 entre el IRA y el Ejército británico, la oficina también cumplió la función de lo que se llamó `centro de incidentes de la tregua’, donde se denunciaban y registraban las violaciones de la misma», recuerda.
Criminalización
Aquella fue una tregua de la que Hartley no guarda un buen recuerdo, ya que considera que sólo sirvió para desestabilizar la situación y permitir una aceleración del proceso de militarización y de control político por parte de los británicos. Lo recuerda como diez meses de tregua que «enturbiaron las aguas y provocaron incertidumbre. Se especuló sobre una posible retirada británica cuando lo que estaba ocurriendo es que los británicos se estaban atrincherando. Las políticas de `ulsterización’, normalización y criminalización -añade- fueron puestas en práctica y la oficina de Sinn Féin en Belfast y el centro de prensa fueron objeto de continuas redadas durante en 1977 y 1978. Estas redadas eran parte de la estrategia de criminalización».
Durante los años 70 las oficinas del órgano de prensa del movimiento republicano, entonces llamado «Republican News», y el centro de prensa fueron objetivo de constantes redadas. Los encarcelamientos afectaban a todos los activistas de movimiento. Y así fue como en 1978 Hartley y algunos de sus colegas responsables del centro de prensa y del semanario, incluido el encargado de imprimir «Republican News», fueron detenidos y acusados de intento de «menoscabar al Gobierno». Los cargos fueron retirados más tarde pero no antes de que Hartley hubiera pasado otros cinco meses en la cárcel de Crumlin Road. A su juicio, esto formaba parte de las políticas británicas de criminalización y de sus intentos de acallar la voz del movimiento republicano, ya que Londres consideraba una amenaza al Estado británico la publicidad que surgía de movimiento republicano.
«El Estado británico nos veía como objetivo en una época en la que a muchos niveles las estructuras del republicanismo estaban comenzando a desarrollarse», afirma, y apunta que en aquel entonces «los órganos de prensa de movimiento estaban denunciando el trato inhumano que estaban sufriendo los presos republicanos como parte de la estrategia de criminalización británica contra los prisioneros de guerra».
Entre finales de los 70 y principios de los 80, el momento álgido en la lucha de los presos políticos en las cárceles irlandesas, Tom Hartley, entonces responsable del departamento de prisioneros de guerra, fue uno de los encargados de establecer un sistema de comunicación eficiente entre las prisiones y el exterior. «En 1976, la madre de Kieran Nugent (el primer preso que se negó a llevar el uniforme de la cárcel y con el que comenzó la protesta sucia que finalizaría con la huelga de hambre de 1981 por el estatus político, en la que murieron 10 presos) se acercó a la oficina a pedirnos que localizáramos a su hijo, cuyo paradero dentro de los Bloques H era desconocido para su familia. `Ha desaparecido’ nos dijo, y esto fue los que nos hizo plantearnos la necesidad de crear un sistema de comunicación con los presos y así fue como implantó el sistema de intercambio de mensajes ocultos, o comms, entre los presos y las visitas», rememora Hartley.
Flexibilidad
La necesidad de reforzar la comunicación entre los activistas dentro y fuera de la cárcel fue en ese momento resultado de la evolución que vivía el movimiento republicano. «De hecho, nosotros ya estábamos empezando a pensar más estratégicamente en todos los frentes. Nos dimos cuenta de que necesitábamos ampliar nuestra base. Por ejemplo, vimos que podía haber gente que no quería apoyar la lucha armada pero estaba dispuesta a apoyar a los presos, y así se creó el Comité de Acción de Familiares», explica el ahora alcalde de Belfast.
Fue precisamente él uno de los primeros que dentro del movimiento identificaron la necesidad de adoptar una visión más flexible de cara a los métodos a seguir por los republicanos para conseguir sus objetivos políticos. «Comenzamos a ver la necesidad de una política mas flexible. La flexibilidad le permite a uno salirse del surco y mantener un nivel de desarrollo. Era importante ser capaces de cambiar cuando las circunstancias lo requerían. Por ejemplo, abandonamos la estrategia de no reconocer a los tribunales y, después, en 1986, abandonamos la política abstencionista y optamos por ocupar nuestros escaños en el Parlamento de la República de Irlanda», relata.
Para Harley, como para muchos otros republicanos, aquellos cambios provocaron no pocas tensiones a nivel personal, siempre compensadas con los beneficios políticos obtenidos para la lucha de los republicanos. «Pero las tensiones son una parte intrínseca del desarrollo político. Las cosas están quietas por un periodo y entonces se produce una presión, y con ella el avance», sostiene. Y cita las negociaciones entre John Hume y Gerry Adams en los años 80 como un claro ejemplo: «Nosotros logramos que el SDLP aceptara su responsabilidad con relación a importantes temas políticos que afectaban al norte. Después comenzó a participar el entonces primer ministro irlandés, Albert Reynolds, y finalmente el lobby irlandés de los EEUU y Bill Clinton».
© Entrevista traducida por Iñaki Irigoien