Traducido el inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Nadie puede justificar esos asesinatos, pero los disparos del sur de Francia son el terrible y desastroso resultado de las políticas bélicas y el racismo antimusulmán de Occidente.
Al parecer, los asesinatos del sur de Francia fueron obra de un joven musulmán argelino que había recibido entrenamiento en los campamentos de Afganistán y Pakistán y que había sido uno de los prisioneros que escaparon de la prisión de Kandahar en una fuga facilitada por los talibanes.
Nadie puede justificar los ataques que han acabado con la vida de un rabino, tres escolares judíos y tres soldados franceses de ascendencia magrebí y caribeña.
Pero tampoco debería nadie dudar de que ese acto no puede explicarse como un crimen aislado motivado por el odio o el hecho de un fanático. Es el terrible y desastroso resultado de una serie de políticas que podían haberse evitado y que ahora amenazan con empeorar aún más la situación.
En primer lugar, llevamos en Francia años de racismo contra los musulmanes. La actual campaña electoral presidencial es responsabilidad de Nicolas Sarkozy, que ha avivado una tormenta racista en un intento por conseguir votos entre el electorado de extrema derecha del Frente Nacional. Atacó a los que no eran franceses, insinuando que los franceses estaban viéndose obligados a comer carne halal.
La prohibición de que las chicas llevaran el hiyab en la escuela, las altas tasas de desempleo entre los jóvenes descendientes de magrebíes, la represión policial en los barrios de la periferia de las principales ciudades francesas, todo ello ha contribuido a esta oleada de racismo. Ahora Sarkozy hace llamamientos a la unidad pero se ha pasado las últimas semanas azuzando la desunión entre razas.
Los asesinatos del lunes en la escuela judía de Toulouse se produjeron en el cincuenta aniversario del final de la guerra por la independencia de Argelia, una guerra que tiene aún hoy un amargo legado de racismo y colonialismo en Francia.
Se suponía que las recientes guerras en Afganistán, Iraq y Libia iban a acabar con el terrorismo. En cambio, el terrorismo ha crecido por todo el mundo. Los agravios por esas guerras se prolongan desde hace diez años. Las continuadas ocupaciones sobre todo de países musulmanes, la incapacidad para poder resolver la cuestión palestina, las actuales amenazas a Irán y quizá, lo más importante, el creciente número de civiles muertos en Afganistán, han exacerbado esos sentimientos de afrenta.
El asesinato de 16 civiles afganos a manos de un soldado estadounidense hace dos semanas se abordó con mucho menos escándalo que los asesinatos de Francia, lo que lleva a la percepción de que las vidas afganas no tienen el mismo valor que las occidentales.
La ex directora del MI5, Eliza Manningham Buller, en declaraciones hechas durante la investigación Chilcot sobre la guerra de Iraq, dijo que los servicios de inteligencia habían advertido al gobierno británico que esas guerras exacerbarían el terrorismo en vez de apagarlo.
Todos los que han apoyado las guerras son como los Borbones: no aprenden nada y lo olvidan todo. Su respuesta a este acto terrible será la justificación para nuevas guerras, para gastar más dinero en ejércitos y armamento, en más vigilancia de los musulmanes, en más apoyo a guerras que «erradiquen el terrorismo».
También continuarán tratando a los musulmanes como ciudadanos de segunda clase, intensificando las restricciones sobre cómo deben vestir o cómo deben comportarse. La islamofobia no es una especie de aberración en Francia: proviene directamente del apoyo a las guerras imperialistas y al legado del dominio colonial.
La forma de acabar con los ataques terroristas sería tratar de encontrar, para empezar, una solución política a los agravios e injusticias que dan pie a que se incrementen aquellos. ¡Qué pocas probabilidades hay de que Sarkozy, Cameron y el resto se detengan a pensar siquiera un poco en ello!
Lindsey German es coordinadora de la organización británica antibelicista «Stop the War Coalition» y antiguo miembro del comité central del Partido Socialista de los Trabajadores. Hasta 2004, fue editora de Socialist Review y candidata de la izquierda en dos ocasiones a la alcaldía de Londres. Ha escrito varios libros, entre los que figuran «Sex, class and socialism» y «Socialist and class».