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Traicionar al caudillo

Los métodos de la lucha política entre derechas y progresismos (los casos de Ecuador, Perú y Bolivia)

Fuentes: Revista Izquierda

La estela progresista

Durante el primer cuarto del siglo XXI América Latina ha vivido una reconfiguración del escenario político pasando la distinción progresismo/derecha a ocupar el sitio ordenador de las polaridades por la disputa del poder. El progresismo, que ha tendido a ser hegemónico, es básicamente un ánimo que da impulso a una variedad muy heterogénea de partidos y fuerzas políticas hacia búsquedas que, al menos retóricamente, se proponen conducir a los Estados latinoamericanos hacia condiciones distintas a las prevalecientes durante varias décadas de dominio neoliberal.

Entre la heterogeneidad de gobiernos cobijados bajo el aura progresista pueden mencionarse: los de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet en Chile, Lula Da Silva y Dilma Rousseff en Brasil, Tabaré Vásquez y José Mujica en Uruguay, Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Néstor y Cristina Kirchner, y Alberto Fernández en Argentina, Rafael Correa en Ecuador, Manuel Zelaya y Xiomara Castro en Honduras, Daniel Ortega en Nicaragua, Mauricio Funes y Sánchez Cerén en El Salvador, Fernando Lugo en Paraguay, López Obrador y Claudia Sheinbaum en México, Pedro Castillo en Perú y Gustavo Petro en Colombia.

En términos generales el progresismo ha contado con el apoyo de las clases que han sufrido los rigores de la aplicación de políticas anti-populares y de la globalización (incluidas aquí importantes facciones de las burguesías criollas). En el terreno de la acción política se han distinguido por el respeto de los mecanismos institucionales existentes para acceder al poder gubernamental y por la tendencia a la formación de amplias alianzas electorales construidas en torno a la figura de liderazgos carismáticos. Si bien el progresismo se encuentra a la zurda de las derechas no encarna idearios políticos ligados a las concepciones de la izquierda, aun cuando algunos de sus lideres o fuerzas insertas en sus alianzas provengan en algunos casos de proyectos que en otro tiempo fueron revolucionarios. Si se pretende precisar el eje ideológico del progresismo este está más próximo al liberalismo social defendido por autores como Norberto Bobbio. Sin embargo, la plasmación de esta ideología no ha tenido lugar estando circunscrita principalmente al orden discursivo.

Visto el amplio espectro que se conjuga en el progresismo, este no puede ser entendido como un partido político ni como una ideología consistente sino más bien como un dispositivo de poder para una época de crisis capitalista en la que la política aparece como una dimensión de lo social notablemente desvalorizada. Desde el año 2020, Bernie Sanders y Yanis Varoufakis vienen realizando la “Internacional progresista” con la participación de novedosas fuerzas políticas de todo el mundo. Como lo vislumbraba Marx en 1848: la hegemonía burguesa exige una constante reinvención de las relaciones de poder en caso contrario corre el riesgo de zozobrar.

Desde 1999 América Latina ha vivido dos oleadas progresistas; la primera, entre 1999 y 2009, y la segunda, desde 2018 hasta el presente. La primera se inició con la elección presidencial del comandante Hugo Chávez en Venezuela y se cerró con el golpe de Estado contra el gobierno de Manuel Zelaya en Honduras en 2009. La segunda, se abrió con la elección presidencial de Andrés Manuel López Obrador en México en 2018, y transcurre hasta el presente con grandes sobresaltos como los representados por la irrupción del método de la traición con el que varios gobiernos de corte progresista han sido torcidos de sus rumbos.

En los casos de Ecuador con Lenin Boltaire Moreno en 2017, Luis Arce Catacora en Bolivia desde 2020 y Dina Boluarte en Perú en 2022, se ha observado como los procesos políticos encabezados por el progresismo han sido defenestrados, siendo clausuradas sus agendas reformistas y exiliados, encarcelados y proscritos sus máximos dirigentes.  El caso más paradójico se viene representando en Bolivia donde el partido Movimiento Al Socialismo (MAS), que fungió como instrumento social y político de los pueblos (ISPP), hoy es controlado por personajes totalmente opuestos al proyecto nacional popular. De cara a las próximas elecciones presidenciales en agosto de 2025 el candidato del MAS es el ministro de Gobierno del presidente Luis Arce, Eduardo del Castillo, quien durante su gestión ha actuado como un comprometido agente de la reinstalación de las políticas norteamericanas en la región andina.  

El recurso a la traición aparece como una novedad entre las estrategias de las derechas luego de la aplicación continuada de la técnica del golpe de estado. Como se recordará las derechas recurrieron inicialmente al golpe duro en el caso de Venezuela en 2002, posteriormente, ante la derrota sufrida, desplegaron la modalidad del golpe blando con el cual tuvieron éxito desde 2009 hasta 2022. Los gobiernos de Zelaya en Honduras, Lugo en Paraguay, Rousseff en Brasil, Evo Morales en Bolivia y Castillo en Perú fueron todos derribados mediante golpes que implicaron una compleja trama en la que participaron las Fuerzas Armadas, instancias de la rama judicial, órganos electorales y de control y el poder legislativo.

Los golpes blandos llevados a cabo por las derechas tuvieron éxito en lo inmediato en el sentido que lograron tumbar los gobiernos contra los cuales se pusieron en marcha. Sin embargo, posteriormente, se revelaron como inocuos ya que en las elecciones posteriores los candidatos respaldados por las fuerzas progresistas (Castro en Honduras, Arce en Bolivia y Lula en Brasil) volvieron a triunfar. El último intento de golpe blando de enero 2023 en Brasil fue conjurado, encontrándo actualmente procesados sus principales promotores, entre ellos, el expresidente Jair Messias Bolsonaro. El fracaso del golpe intentado en Brasil y las consecuencias derivadas del mismo para sus instigadores puede haber tenido en estos años posteriores un relativo efecto disuasivo entre sus pares de las derechas regionales.

La traición como método de la acumulación primitiva del poder

Las derechas latinoamericanas vienen teniendo serias dificultades en recuperar el terreno perdido ante el progresismo. Sus triunfos electorales no logran posibilitar la consolidación de sus organizaciones y el recurso a los golpes de estado (duros y blandos) se revela a la postre como un esfuerzo perdido con grandes costos políticos (incluso cuando han tenido éxito). Es en este contexto en el que la toma del poder por la vía de la traición adquiere una novedosa significación. Vienen siendo los gobiernos traidores los que, a diferencia de los electos (Piñera 2010 y posteriormente 2018, Macri 2015, Lacalle Pou 2020), le vienen insuflando nuevos bríos a las desorientadas derechas latinoamericanas, y sobre todo posibilitando estratégicamente su continuidad en el poder.

Los casos de Ecuador con Lenin Moreno, presidente en el período 2017-2021 a expensas del liderazgo de Rafael Correa y el apoyo del partido Alianza País; de Perú con Dina Boluarte quien fungió como vicepresidenta (2021-2022) del presidente Pedro Castillo hasta su derrocamiento y detención, convirtiéndose en mandataria, cargo que ocupa ilegítimamente hasta el presente; y de Bolivia con Luis Arce, quien luego de ocupar el Ministerio de Economía, entre 2006 y 2017, paso a ser el candidato respaldado por el expresidente y dirigente del MAS, Evo Morales. En los tres casos la traición al dirigente máximo y al aliento progresista ha sido profuso. Durante sus mandatos Moreno, Boluarte y Arce con distinto tenor pulverizaron las búsquedas en las que venía forjándose la construcción de propuestas políticas relativamente deslindadas de los poderes hegemónicos instalados en sus países.

Mientras Moreno restableció el poder del Fondo Monetario Internacional (FMI) en Ecuador y mandó al exilio a Correa y a la cárcel al exvicepresidente Jorge Glas, Boluarte, quien mantiene en prisión al presidente Castillo, reafirmó el terror de estado, el fortalecimiento del extractivismo y el posicionamiento militar norteamericano en Perú, por su parte, Arce, realineó a Bolivia con las políticas antidrogas desatando todo un proceso de represión sobre el movimiento campesino que constituyó la base social que posibilitó el ascenso del MAS hace veinte años. Igualmente, la persecución contra el dirigente histórico Evo Morales ha sido pérfida, combinando la persecución judicial, el atentado personal y la clausura de los derechos políticos del expresidente, quien luego de liderar el proceso de cambios vive como un refugiado en el Chapare.  

¿La traición consumada por Moreno, Boluarte y Arce es un acontecimiento aleatorio o hace parte de una nueva estrategia política de las derechas? Si se tiene en cuenta que por definición el azar no es muy dado a la repetición y menos a la constancia, ante lo que estaríamos posiblemente es ante una nueva estrategia de las derechas en su ambición de controlar el poder gubernamental.

El recurso a la traición viene resultando balsámico para unas derechas que luego de décadas de neoliberalismo han visto reducidas sus clientelas electorales, y que dado su carácter servil se encuentran tan desbarajustadas políticamente como sus patronos norteamericanos. Aunque forma parte de su tradición y figura entre sus cartas, para las derechas la vía militar (golpe y gobierno) enfrenta hoy grandes obstáculos como la ausencia de un contexto legitimador (anticomunismo), un mayor pragmatismo del estamento castrense, las posibles resistencias populares que se detonarían y sobre todo el hecho que para los Estados Unidos, en las actuales circunstancias, las dictaduras sólo resultan convenientes si pagan el respaldo recibido al contado, y preferiblemente con recursos estratégicos (modelo Ucrania).

Las derechas latinoamericanas se han ilusionado con los recientes avances de las derechas europeas, considerando, en su mentalidad colonial, que América Latina experimentará automáticamente un efecto de repetición de dichas tendencias. Así, en países como Perú y Chile los partidos de la burguesía (sobre-explotadora de la fuerza de trabajo migrante) han incorporado con prestancia el discurso anti inmigrantes agitando las banderas del racismo y la xenofobia. Sin embargo, la realidad latinoamericana es diametralmente contraria de la europea en esta materia. Los países del Sur global no son punto de destino para la fuerza de trabajo sino lugares de expulsión de la misma, por ello el despliegue de las banderas contra la migración de los trabajadores no les resulta aquí nada redituable políticamente.

El recurso a la traición implica un retorno a la política en su estado más primigenio. Althusser en su ensayo “La soledad de Maquiavelo” (1977) propone una analogía según la cual mientras Marx descubre “la acumulación originaria” para la economía capitalista, Maquiavelo descubre para la política los métodos de la acumulación primitiva del poder. La traición, sobre la cual advierte Maquiavelo en distintos apartes de su obra, figura entre los distintos métodos para fraguar y conservar el poder en una época germinal de la configuración del Estado nacional.

La analogía propuesta por Althusser sirve para pensar que hoy tanto el capital como el Estado tienden a confluir en su recurrencia a los métodos más primitivos en la búsqueda por prolongar su comprometida existencia.

Leído dialécticamente, el acontecimiento de la traición ha de conducir necesariamente al progresismo a preguntarse por sí mismo, por lo que le constituye, es decir, llevará al progresismo a preguntarse por la verdad de sí mismo. En ese ejercicio quizá se percate que el anidar de la traición en él tiene que ver en gran medida con sus equívocos ideológicos sobre las posibilidades de alcanzar transformaciones en el capitalismo.

La continuidad del progresismo y las frustraciones de las derechas en desplazarlo del poder indican que tiende a formarse en torno suyo una nueva hegemonía, en la que la política se desenvuelve al margen de los cánones estructurales (programa, dirección estrategia) con un fuerte recurso al tribalismo, al carisma de los dirigentes, y la recuperación de los métodos más violentos presentes en los orígenes de la política moderna. 

José Honorio Martínez: Profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Nacional de Colombia.

Revista Izquierda No.122 – Junio de 2025

Fuente: https://revistaizquierda.com/traicionando-al-caudillo-sobre-los-metodos-de-la-lucha-politica-entre-derechas-y-progresismos-los-casos-de-ecuador-peru-y-bolivia/