En las siguientes páginas se reseñan tres textos sobrer la Revolución haitiana, la Revolución cubana y la Revolución bolivariana, escritos en diversas fechas, que es posible susciten algún interés en varios lectores. Cabe esperar que sean de cierta utilidad para los interesados en la historia de nuestro subcontinente. 1. La Revolución haitiana LA EDITORA UNIVERSITARIA […]
En las siguientes páginas se reseñan tres textos sobrer la Revolución haitiana, la Revolución cubana y la Revolución bolivariana, escritos en diversas fechas, que es posible susciten algún interés en varios lectores. Cabe esperar que sean de cierta utilidad para los interesados en la historia de nuestro subcontinente.
1. La Revolución haitiana
LA EDITORA UNIVERSITARIA de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, en la República Dominicana, en 1989 lanzó a la luz la tercera edición de La Revolución haitiana y Santo Domingo, de Emilio Cordero Michel, cuya reseña se hace en estas líneas.
La obra aborda un tema clave: la primera revolución antiesclavista triunfante de la historia, que condujo a la constitución del primer Estado nacional en América Latina.
En el último cuarto del siglo XVIII Saint-Domingue producía azúcar, café, añil y algodón en gran escala: era la colonia más rica del mundo. En julio de 1789 contaba con 792 ingenios, 3,150 añilerías, 182 destilerías y alambiques de tafiá (ron), 390 hornos de cal, 29 tejares, 33 fábricas de ladrillos y 6 tenerías para curtir pieles, 3,117 plantaciones de café, 789 de algodón y 69 de cacao, enormes extensiones para el cultivo de maíz, batatas, ñames, mijo, plátanos y yuca, decenas de miles de cabezas de ganado equino, mular, bovino, ovino, caprino y porcino.
En 1788 el comercio exterior de Saint-Domingue sobrepasaba al de Estados Unidos.
Para el autor, en esa colonia existían tres clases sociales: la burguesía colonial esclavista, la clase media y la de los esclavos. De acuerdo con Cordero, en ninguna parte del mundo fueron tan violentas las contradicciones entre una masa esclava y una minoría de blancos explotadores como en Saint-Domingue.
Tras la Revolución francesa, el 14 de agosto de 1791 se produjo la sublevación general de los esclavos. La lucha fue muy sangrienta. Según el autor «…para el 30 de septiembre, 1,000 blancos habían sido masacrados, 1,200 cafetales destruidos y 200 ingenios azucareros incendiados. Los plantadores blancos comenzaron a vengarse y a todo lo largo del camino que conduce a Cap François se vieron 10,000 negros esclavos colgados de los árboles. Había comenzado una guerra sin cuartel que duraría 12 años». (p. 41)
Las masas negras se transformaron en la fuerza decisiva de la revolución. En medio de la crisis, se dio la intervención de España e Inglaterra. Las tropas negras aniquilaron a los ingleses y sus aliados. En agosto de 1798 el general inglés Maitland capituló ante Toussaint. Inglaterra perdió más de 20 millones de libras esterlinas y 45 mil hombres.
Toussaint promulgó la Constitución del 7 de julio de 1801, que mantenía a Saint-Domingue como colonia francesa, abolió la esclavitud (aunque autorizó veladamente la trata de negros africanos), reconoció a la religión católica como oficial y reglamentó los cultivos agrícolas.
Para recuperar Saint-Domingue, Napoleón envió al general V. E. Leclerc, que llegó a la isla al frente de 21,900 veteranos el 29 de enero de 1802. Los franceses destruyeron a los mejores cuadros del ejército de Toussaint y ocuparon lugares estratégicos, pero no pudieron desalojar a los combatientes negros de sus bastiones, pese a los refuerzos traídos.
Toussaint pactó con Leclerc y luego fue traicionado y enviado a Francia en junio de 1802. El pueblo negro aceleró el ritmo de la revolución. Francia perdió en la expedición esclavizadora 225 millones de libras esterlinas y 58,400 hombres, entre ellos 2 mil oficiales de alta graduación. El 4 de diciembre de 1803 las tropas francesas abandonaron Saint-Domingue. El 1 de enero se proclamó la independencia y fue fundado Haití, con lo que se aseguró la libertad de los negros, el primer reparto de tierras en el continente y la creación del primer Estado nacional de América Latina.
***Emilio Cordero Michel, La Revolución haitiana y Santo Domingo, Ed. Universitaria, 3ª ed., Santo Domingo, 1989.
El Sol en la política, núm. 23, 10-X-91
2. La Revolución cubana
LA REVOLUCIÓN CUBANA se produjo en una etapa pacífica del desarrollo del capitalismo, es decir, no fue producto de una guerra mundial. Si se toma en cuenta que se produjo a escasas 90 millas de la ciudadela principal del imperialismo, sus méritos históricos se acrecientan. Mas no obstante su importancia, la Revolución cubana no ha sido objeto de muchos estudios de conjunto, globales. Por ello, la obra de Oleg Darushénkov viene a llenar una laguna.
En forma correcta, el periodista soviético entiende a la Revolución cubana como la culminación de las guerras nacional-liberadoras que emprendieron en diversos momentos los grandes patriotas Carlos Manuel de Céspedes, Antonio Maceo y José Martí en el siglo XIX. Asimismo, hace alusión a las jornadas antiimperialistas, democráticas y revolucionarias de la clase obrera, el campesinado y el estudiantado cubanos de la presente centuria.
En el libro se exponen, ponderadamente, aspectos del desarrollo del primer Partido Comunista de Cuba, el partido de Carlos Baliño, Julio Antonio Mella y Rubén Martínez Villena. La importancia del PCC queda de manifiesto con un dato ilustrativo: en 1939 llegó a tener 44 mil militantes. Pero, sobre todo, el PCC se destacó como organizador y dirigente del movimiento sindical clasista, promoviendo a líderes de la talla de Lázaro Peña y Jesús Menéndez.
Darushénkov describe minuciosamente la política traidora de Batista, la corrupción del régimen burgués y la explotación desmedida de los monopolios yanquis. Los datos que aporta logran presentar un panorama objetivo de la Cuba prerrevolucionaria, poniendo el acento en la lucha del pueblo.
En Cuba, el camino de la revolución se dice que el Partido Socialista Popular fue, en cierta medida, aislado de las masas. Se argumenta que: «También creaba ciertas dificultades al PSP el hecho de que tanto en vísperas como durante la segunda guerra mundial, cuando Batista atendiendo las condiciones internas y externas se encubría bajo un ropaje democrático, el PSP en este caso colaboró con él obteniendo una serie de conquistas para las masas trabajadoras…» (p. 61)
El autor soviético narra en lenguaje sencillo y claro el proceso de configuración de la situación revolucionaria en Cuba, las principales acciones revolucionarias, la política de alianzas que siguió el Movimiento 26 de Julio, la táctica del PSP, la derrota de la dictadura batistiana, la estrategia contrarrevolucionaria de Estados Unidos, las medidas revolucionarias impuestas por el poder popular, los hechos de Bahía de Cochinos, la constitución de las Organizaciones Revolucionarias Integradas y del Partido Unido de la Revolución Socialista (posteriormente llamado PCC), el papel internacional de la Revolución cubana y sus logros económicos y sociales más sobresalientes. El rol de Fidel Castro –como jefe indiscutible del proceso revolucionario– queda explicitado a lo largo del texto.
Por cierto, Darushénkov plantea que Fidel Castro y sus compañeros: «Constantemente eran vigilados por agentes del FBI y de la Policía Federal mexicana, cuyo jefe, según se afirmaba en la prensa, recibía mensualmente del gobierno de Batista 50 mil dólares con este objeto…» (p. 141)
El estudioso desarrolla algunos problemas teóricos y considera que: «…entre el otoño de 1960 y la primavera de 1961 se realizó en Cuba el tránsito de la etapa democrático-popular agraria antiimperialista de la revolución a la etapa socialista. Cuba se proclamó el primer país socialista del Hemisferio Occidental…» (p. 229)
La información contenida en Cuba, el camino de la revolución es muy valiosa y útil, sin embargo cae en cierto esquematismo al explicar varios fenómenos. Su lectura es benéfica para los interesados en conocer el origen, el desenvolvimiento y los problemas de la primera revolución socialista triunfante en América.
***Oleg Darushénkov, Cuba, el camino de la revolución, Moscú, Ed. Progreso, 1979, 330 pp.
UnomásUno, 26-XII-81
3. La Revolución bolivariana
LOS PARTIDOS POLÍTICOS en México, en fechas recientes, han editado libros sobre el artículo 123 constitucional y la Ley Federal del Trabajo, el Instituto Mexicano del Seguro Social y el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado, las iglesias y el laicismo, el artículo 3º y la legislación educativa, la cuestión ecológica, los derechos indígenas, y el feminismo. Los temas latinoamericanos, sin embargo, son poco abordados en las ediciones partidistas. Por ello, la publicación de La Revolución bolivariana, por el Partido del Trabajo, es muy importante.
La Revolución bolivariana es una antología de la revista Paradigmas y utopías, que incluye textos de Sadia Aguilar de Pérez, Gustavo Vargas Martínez, Hugo Chávez, Heinz Dieterich, Fernando Buen Abad Domínguez y otros autores venezolanos y extranjeros. La obra incluye cuatro apartados: 1) El legado de Bolívar; 2) La izquierda histórica, de la insurgencia guerrillera al caracazo; 3) La Quinta República, fin de la oligarquía y lucha contra el imperialismo, y 4) El proyecto de la Revolución bolivariana.
El doctor Gustavo Vargas Martínez, especialista en el Libertador, escribe el ensayo «Bolívar y la lucha de clases», que esclarece la visión social del prócer sudamericano, logrando superar la visión acartonada del Bolívar alejado de las clases explotadas. De conformidad con Vargas: «Fundada, pues, la teoría revolucionaria en un enfrentamiento directo entre consumidores americanos y productores españoles, pudo Bolívar diseñar una estrategia continental que oponía en su conjunto América a Europa por razones políticas pero también económicas». (p. 45)
Rafael Uzcátegui reconoce, como otros combatientes, la derrota de la guerrilla venezolana, reconocimiento explícito que les permitió reconstruir su relación con las masas, y desechar las tesis foquistas. Para este líder, la revolución debe permitir las corrientes y los agrupamientos, sin rehuir la confrontación, incluso en el terreno electoral. Con datos inéditos, Douglas Bravo relata la relación existente entre el Che Guevara y la izquierda de Venezuela.
Carmen L. Bohórquez plantea en «La Constitución bolivariana y el fin del bipartidismo», cómo al pretender establecer un desarrollo sustentable con los beneficios sociales y el rol protagónico de la participación ciudadana en la toma de decisiones, se concita la feroz resistencia de las clases acomodadas, la jerarquía católica, los viejos partidos, los militares de derecha, la representación empresarial, la «ultraizquierda» y la dirigencia de la CTV.
En «El golpe de estado y la contrarreacción cívico-militar», Rodolfo Sanz establece con sencillez «…los fascistas venezolanos pensaban que la reconstrucción nacional debía estar en manos de la inteligencia empresarial, de la clase media próspera y productiva, y de los círculos más prominentes del estamento militar». (p. 247)
Marta Harnecker, en «Las etapas de la Revolución bolivariana» señala que el paquete de ajuste neoliberal adoptado por Carlos Andrés Pérez aumentó los índices de pobreza, redujo la fuerza laboral campesina, acreció el trabajador informal y disminuyó la clase obrera industrial, a la vez que incrementó la privatización de diversas ramas, y avanzó la desnacionalización de la economía. La agitación social se hizo presente, y en las elecciones presidenciales de diciembre de 1998 Hugo Chávez arrasó con 56 por ciento de los votos.
La derecha recurre a acciones legales y violentas enfiladas a derrotar el proceso revolucionario, que van desde los paros hasta el golpe de estado, pasando por elecciones presidenciales, referendos, megaelecciones y otros procesos, en los cuales es derrotada una y otra vez por Chávez y el pueblo, mientras los partidos reaccionarios entran en una crisis irreversible. Empero, la contrarrevolución no está derrotada y tiene aún una importante base social en la clase media, aunque en declive.
La República Bolivariana de Venezuela impulsa la Alternativa Bolivariana para América Latina y el Caribe, en oposición a los procesos de liberalización, desregulación y privatización que limitan la capacidad de los Estados para diseñar y ejecutar políticas en defensa del derecho de los pueblos a un desarrollo que permita superar los problemas principales de nuestras sociedades, mientras que el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas es un proyecto geopolítico de dominación que pasa por la eliminación de los Estados latinoamericanos para dejar a América Latina a merced de Estados Unidos. Son proyectos contrapuestos.
Los logros de la Revolución bolivariana y de su liderazgo influyen en la correlación de fuerzas en el continente con una fuerte inclinación hacia la izquierda, derrota del ALCA, desprestigio y crisis del neoliberalismo, conquistas venezolanas en economía formal, empleo, salud, seguridad social, salarios y educación, además de los elementos morales: orgullo patriótico, autoestima nacional, confianza en el futuro y eliminación de los estados de ánimo depresivos y la falta de seguridad en las fuerzas propias.
Armada con la extraordinaria historia de Venezuela, México, Cuba y otros pueblos de América Latina y el Caribe, la Revolución bolivariana engarza correctamente las tareas emprendidas por Bolívar, Hidalgo y Martí por la independencia nacional con las luchas contra las dictaduras oligárquicas en los siglos XIX y XX, y con los combates actuales contra el neoliberalismo, contra la dominación imperialista y por el futuro socialista de nuestras naciones. Venezuela, pues, hace una importante contribución a la recomposición de fuerzas en Latinoamérica.
***La Revolución bolivariana, en Paradigmas y utopías, revista de reflexión teórica y política del PT, núm. 8, verano de 2007, Comité Editorial: Alberto Anaya Gutiérrez y otros, México, tirada: 10 mil ejemplares. 580 pp.
Forum, núm. 172, noviembre de 2007
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