Desde Atenas, La troika respira tranquila. Habrá un nuevo gobierno pro-Memorando en Grecia. El eslábon más débil de la zona Euro aún no se desfondrado. La oligarquía financiera, este 1% que señala Occupy Wall Street, vió con preocupación estos días como el fantasma surcaba de nuevo. Ayer quizá compraron tiempo, consiguiendo apuntalar precariamente un andamio […]
Desde Atenas,
La troika respira tranquila. Habrá un nuevo gobierno pro-Memorando en Grecia. El eslábon más débil de la zona Euro aún no se desfondrado. La oligarquía financiera, este 1% que señala Occupy Wall Street, vió con preocupación estos días como el fantasma surcaba de nuevo. Ayer quizá compraron tiempo, consiguiendo apuntalar precariamente un andamio que se cae. Pero el fantasma ha vuelto para quedarse.
La realidad es que la crisis económica y social se transformó en crisis política generalizada, en términos gramscianos en una crisis de hegemonía y una «crisis orgánica del Estado». Las políticas de ajuste estructural hicieron implosionar el sistema de partidos tradicional en Grecia y la brecha abierta no va a cerrarse fácilmente.
El miedo, alimentado por una verdadera campaña de terror mediático de la derecha y el chantaje neocolonial de la Troika, triunfó sobre la esperanza. Pero la alegría de la Troika puede ser efímera. El nuevo gobierno será un gobierno débil, formado por partidos desacreditados carentes de legitimidad, y tendrá el mandato de proseguir con unas políticas impopulares que provocarán nuevas y decididas movilizaciones. Las declaraciones, tras conocer su victoria, del candidato de Nueva Democracia Samaras afirmando que llevará al país por «la senda de la prosperidad» son poco más que un mero ejercicio de cinismo que serán pronto desmentidas por la realidad.
No future es lo único que las políticas de la Troika y sus vasallos ofrecen al pueblo griego. Aunque cansado por dos años de resistencia tenaz, éste ha decidido no morir sin presentar batalla, no rendirse de forma indigna. Luchando cual gato panza arriba, aún desde la acumulación de derrotas, paradójicamente el pueblo griego ha recuperado su mejor arma: la confianza en la capacidad de vencer.
El ascenso de Syriza, bajo las cenizas de un PASOK descompuesto y en ruinas, se basa en su capacidad de combinar crediblidad política y social con credibilidad electoral, en un escenario de levantamiento social prolongado. La clave de su éxito es que aparece como una formación «distinta» e inmaculada frente a los recortes a la que no se le puede reprochar haber colaborado con el infame PASOK ni gobernar con él en regiones o municipios aplicando políticas de recortes. Su propuesta de formación de un gobierno de izquierdas anti-Memorando durante la campaña de las elecciones del 6 de mayo fue la palanca que la propulsó electoralmente y que modificó las coordenadas del debate electoral. De golpe, la posibilidad de un «gobierno de izquierdas» apareció como una salida concreta y factible a la pesadilla de los recortes, como una fórmula casi mágica a la que una parte del pueblo griego se agarró en medio del desamparo.
El positivo e impactante ascenso de Syriza no sólo ha significado un rayo de esperanza para los trabajadores griegos, sino que también ha capturado la imaginación de la izquierda europea, desprovista de referencias y experiencias prácticas exitosas y conciente de que en el país helénico se libra la batalla más decisiva del continente en el combate global contra los planes del capital financiero. Conviene, sin embargo, no idealizar acríticamente Syriza, una coalición plural y en la que coexisten orientaciones distintas, algunas de ellas muy moderadas, otras conscuentemente anticapitalistas. Sus debilidades organizativas y de implantación social son enormes y sus propuestas programáticas y discurso político presentan límites e inconsistencias importantes. Del 6 de mayo al 17 de junio se ha hecho notar un ligero desplazamiento de las propuestas de Syriza sobre el Memorando, la deuda y las cuestiones clave hacia formulaciones un poco más ambiguas y menos rupturistas, aunque manteniendo un claro perfil de oposición a la lógica del ajuste estructural, sobre el que se cimienta su credibilidad y su identidad política.
En este nuevo escenario el fortalecimiento de la auto-organización social en los barrios y centros de trabajo seguirá siendo la variable clave pues no se podrá iniciar ninguna lógica consistente de ruptura con las políticas de ajuste estructural sin una sociedad movilizada y organizada. Queda también pendiente como tarea crucial para esta nueva etapa contra el gobierno Samaras buscar formas de unidad y colaboración de los principales componentes de la izquierda griega, en particular entre Syriza y la coalición anticapitalista Antarsya, débil electoralmente (0’33% ayer) pero con una implantación social igual o superior a la primera, sin olvidar al KKE (4,4% ayer), el principal partido de izquierdas en términos militantes y que hasta ahora ha practicado una sectaria política aislacionista a todas luces fallida.
«El futuro no pertenece a los asustados, sino a los portadores de esperanza» señaló Tsipras ayer tras conocer los resultados. En su discurso final ante centenares de simpatizantes y seguidores, un poco decepcionados por lo que pudo ser y no fue pero concientes de que el combate es largo, anunció firmeza contra los recortes y la necesidad de proseguir la movilización.
Ayer se perdió quizá una batalla, pero esto está lejos de haber terminado. Mientras Tsipras finalizaba sus palabras la voz de Patti Smith enviaba atronadoramente por los altavoces un mensaje directo a la Troika: «people have the power».
Josep Maria Antentas es profesor de sociología de la UAB
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