El 28 de octubre se celebran elecciones presidenciales en Ucrania. La relación con la UE de una clase dominante enriquecida por las privatizaciones marca unos comicios en los que Yanukóvich es el favorito.
Tras una larga campaña Ucrania celebra elecciones parlamentarias el 28 de octubre. En estas elecciones el país se juega ser aceptado en el club de las naciones «democráticas» o ser considerado régimen autoritario. A corto plazo, el resultado podría impedir al país asumir su turno en la presidencia de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) en el 2013. A largo plazo afectaría a sus aspiraciones a entrar en la UE, cuestión sobre la que existen grandes discrepancias en Bruselas. Las encuestas dan la victoria al Partido de las Regiones (PR), la formación del presidente Víctor Yanukóvich, aunque se prevé que pierda apoyos. También destaca la ausencia de la líder opositora encarcelada, Yulia Timoshenko.
Las agencias de observación occidentales, con la OSCE a la cabeza, han desplegado más de mil observadores, todo un récord. Como señal de los intereses en juego, países como Alemania, Canadá, EE UU, Lituania y Polonia han desplegado a su vez misiones de observación paralelas. Aunque la guerra fría haya terminado, Rusia y la Unión Europea mantienen una pugna sobre Ucrania en la que la ideología cuenta muy poco. Con salida al mar Negro, Ucrania es una pieza en disputa entre Rusia, que pretende recuperar la influencia de la URSS, y la Unión Europea. El Gobierno de Ucrania juega sus cartas y ha conseguido, hasta ahora, que la UE mantenga sus ayudas y haga la vista gorda ante la corrupción y la intimidación política que ejerce el gobernante Partido de las Regiones. Al mismo tiempo, renegocia con éxito sus acuerdos energéticos con Rusia, principal suministrador de gas y petróleo.
Ucrania es considerado por la revista Forbes como un país de oportunidades empresariales. Al igual que otros países de Europa oriental no se ha visto muy afectada por la crisis del euro. Sin apenas clase media, con la educación y la sanidad semiprivatizadas y una esperanza de vida de 64 años para los varones, el numero de millonarios menores de 40 años ha aumentado exponencialmente. Enriquecidos mediante los procesos de privatización de los ’90, cambiando de partido según sus necesidades, muchos oligarcas -como les llama la población- se postulan como candidatos en varios distritos. Ucrania se ha convertido en una plutocracia sin maquillar donde la mayoría de los candidatos son empresarios y banqueros.
Todos los partidos, menos el comunista, cuentan con millonarios que les patrocinan, incluso a más de un partido a la vez. El Partido Comunista, jerárquico y patriarcal, aspira a liderar una ola de protestas que reproduzca el modelo 15M, pero «menos anarquista», según Sergey Gordiyenko, parlamentario y segundo secretario del PC quien, en declaraciones a DIAGONAL considera que «no importa quien gane, los oligarcas volverán a llegar a acuerdos para seguir enriqueciéndose». Una afirmación que puede resultar paradójica tras el apoyo del PC al Partido de las Regiones en la pasada legislatura.
El actual y fragmentado mapa político de Ucrania se empieza a conformar con su independencia en 1991, el debate entre los modelos Este-Oeste, y la prohibición del Partido Comunista. Una vez legalizado, de nuevo, y con la oposición a las privatizaciones como bandera, en las elecciones de 1994 se convirtió en la primera fuerza con un 25%. Alcanzó su récord en las presidenciales de 1999, pero nunca llegó a gobernar. Desde entonces fue desplazado por el recién creado PR un partido inicialmente prorruso (no prosoviético). En los 2000, tuvo lugar la Revolución Naranja en la que miles de personas tomaron la calle por sospechas de fraude del PR. El movimiento vio frustradas sus expectativas por las políticas de «sus líderes» y Batkivschina, el partido de referencia. Muchos de sus miembros acumularon grandes fortunas y, llegado el momento un número importante de parlamentarios se cambiaron al PR para frustración de Julia Tymochenko. Esta joven consiguió hacerse cabeza visible de la Revolución Naranja, y convertirse en primera ministra . En el 2010 acabó en la cárcel víctima de un ajuste de cuentas político. El estatus de Tymochenko -presa política o no- constituye todo un reto para la diplomacia europea.
Una sociedad desmovilizada
El tejido asociativo contestatario es escaso, aunque hay excepciones como los movimientos de veteranos de Chernobil o Afganistán y parte del movimiento juvenil. Existe una fuerte desmovilización debido a la frustración generalizada con los resultados de la Revolución Naranja. Sin lugar a dudas fuertemente apoyada por varios gobiernos occidentales, tuvo también una parte espontánea y antisistémica. Una vez repetidas las elecciones se optó por desactivar incluso criminalizar al movimiento. Una significativa medida de Timochenko fue intentar limitar el derecho de manifestación, con un proyecto que obligaba a solicitar permiso 5 días antes. La medida contestada en la calle y en el parlamento sigue aún hoy a debate.
Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/Ucrania-entre-el-cambio-y-la.html